XVII “Lo veía venir, con su gabán haciendo olas imponentes cuando caminaba, me sonreía mientras de prisa se quitaba sus guantes. Yo había ganado, ¡YO! Un oro, había ganado el primer oro de mi vida gracias a él. Adam se había tomado la molestia de entrenarme, de confiar en que mis piernas y brazos sí podían ser más fuertes que mi voluntad, y renacer de las cenizas. Le estaba tan agradecido, que no resistí y me lancé sobre él para abrazarlo. Ya la gran mayoría de espectadores y competidores se habían retirado. Éramos él y yo, sobretodo yo. Me tomó de la mano, estaba muy frío y era comprensible por el lugar. Lentamente me llevó a una parte muy alejada de las gradas, solitaria, yo sabía a qué iba todo aquello. Y vi sus ojos tan hermosos, tan profundos, esa mirada en la que yo me había lanzado sin salvavidas esperando ser arrastrado por el huracán de sus sentimientos. Lo amaba y lo deseaba. Adam me rehízo como hombre y con mi vida le pagaría. Él entrelazó sus manos con las mías y se ace
XVIII —¡Entra ahí sin hacer escándalos! —Noah, quien iba con la cabeza cubierta con una bolsa de tela, fue empujado a lo que parecía ser una habitación. Escuchó que cerraron con fuerza, y de inmediato se dispuso a descubrirse. Se detuvo un poco, temblaba pensando que estaría en un sitio inmundo rodeado de ratas, con un balde para hacer sus necesidades y un pan mohoso para comer. Apretó los puños, se quitó por fin la bolsa y con dificultad abrió los ojos, pues el lugar estaba en exceso iluminado. —Vaya, pero si es el asistente canadiense, ¡bienvenido! —La voz, esa odiosa y consentida voz de Noah Smith, el desaparecido, era quien lo recibía. El de ojos verdes se levantó de un brinco y corrió hacia él preguntándole si estaba bien, si se había podido comunicar con su abuelo, pues estaba muy angustiado; que sí sabía dónde estaban… y fue ahí donde se dio cuenta que el sótano inmundo en el que creía estar, era un cuarto en extremo lujoso y enorme, con un ventanal que daba hacia un jardín d
XIX —¡¡Pero quién diablos dejó que el salmón esté junto a la ventana!!, ¿Ese es el vino con que vas a aderezar la carne?, ¿De dónde lo sacaste, se lo quitaste a algún ebrio en la calle?, ¿Esto es un gazpacho?, ¿Creen que un gazpacho es echar cebollas en agua y ya? No me mires así y empieza a endulzar esa salsa, ¡y ni te atrevas a hacerlo con azúcar! La mansión donde se realizaría la boda estaba en correría sobre todo en la cocina. El novio Slave, estaba volviendo loco a todo el personal encargado del banquete, supervisando cada detalle de la comida. Pero no lo hacía de manera normal, era todo un Teniente. Tenía un delantal y estaba probando personalmente cada plato que se serviría. —¿Adam? —dijo Leo entrando a la cocina, luego de haberlo buscado por todos lados, algo temeroso que hubiera escapado—. ¿Qué estás haciendo acá? —Adam hizo una mueca de supremo disgusto al verlo. —Estaba nada más mirando la comida que se va a servir en esta farsa —respondió con tono burlón—. No porque t
XX Se dio el anuncio por parte de la encargada de la ceremonia y entraban los dos novios de la mano, andando en medio de un camino de flores blancas, notándosele a Adam totalmente fastidiado. No había ningún conocido suyo, todos eran amigos de su futuro y despreciable esposo. El jardín era muy hermoso y la marcha nupcial estaba siendo interpretada por unos muy diestros violinistas. Los dos iban de negro, en trajes muy elegantes. Adam se veía muy hermoso si acaso el término le alcanzaba a hacer honores. Tenía un aire muy fresco a pesar de la odiosa cara que estaba haciendo. Sus pasos eran muy seguro, su cabello se mecía con el viento, todo en ese momento le hacía honores. Al fondo, el juez que autorizaría su unión los esperaba sonriente, bajo un arco de flores, que el nadador ya concideraba una exageración. Los chicos de la mansión de Las Sirenas, parecían muy emocionados, aquello era el sueño de la mayoría de ellos, encontrar ese amado que los llevara de la mano hasta un altar y se
XXI“Él y yo habíamos discutido. Minucias de la competencia, pero la verdad sentía que a veces no me tomaba en serio como contrincante. Siempre estaba seguro, claro estaba, era ya el portador de muchas glorias, cómo no iba a despedir arrogancia de vez en cuando. Nos sentamos a almorzar muy lejos el uno del otro después del entrenamiento, pero sabiendo que yo era incapaz de sostenerle una sola de sus miradas de miel, me veía fijamente. Yo apenas si podía tropezar con sus ojos y seguir comiendo con tranquilidad. En uno de mis extravíos, él estaba sonriendo. Me miraba y sosteniendo su mentón en una de sus manos, me confrontaba como si yo fuese un niño. Intenté fingir aún más molestia, pero él más sonreía. La práctica terminó y aunque quería salir corriendo, era una estupidez si vivíamos juntos. Solo a propósito me hizo esperarle bastante. En el trayecto de regreso estuve con la mirada pegada a la ventana del auto, y él seguía mirándome como si fuese un pequeño. Entré corriendo al depart
XXII Los muchachos estaban siendo transportados a lo que sería su primera noche de trabajo. A Noah le habían entrenado para atender la barra, y aprendió a hacer unos cócteles deliciosos. Pensaba que cuando saliera de ahí le prepararía un par a Abel y a Adam para que se sintieran orgullosos. Smith en cambio vigilaba cada movimiento de los guardias de seguridad, tenía que encontrarle un punto débil a algo, esa fisura por la que escaparían. Iban en una camioneta blindada, no tenían idea por donde ni a dónde se dirigían. Ni siquiera sabían dónde estaba la casa de ‘Las Sirenas’. Según dijo uno de los muchachos, los llevaban a otra mansión a amenizar una fiesta de empresarios. Ancianos pervertidos pensó Smith. Noah en cambio iba muy tranquilo. El chico rubio le pateó una pierna para saber si estaba en esta tierra. —¿Cómo puedes estar sonriendo y tranquilo? ¿Sabes que esta noche podríamos ser carne de anciano? ¿E imaginas cómo les gusta a los viejos? Muy blandita… —Los otros chicos rieron
XXIII A través de la reja, aferrado a la pierna de Noah, el muchachito rubio luchaba con todas las fuerzas de su cuerpo, para que el verdugo no se llevara al joven del Canadá. Le halaba todo lo fuerte que podía e intentaba clavar sus uñas a la mano del hombre malo para que no se lo pudiera cargar. Estaba desesperado mientras adentro, todo era un caos. La fiesta se estaba convirtiendo en escenario de locura y muerte. No se sabía de dónde podían salir tantos disparos, tantos lamentos ahogados. Smith gritaba desesperado por ayuda, pero nadie le escucharía y el hombre malo era muy fuerte. Noah Miller estaba inconsciente y por más que Smith gritaba el muchacho no despertaba. Por fin de un tirón, el hombre se zafó del agarre del rubio, y el muchachito se quedó con un pedazo del pantalón del otro. Vio cómo con agilidad lo subían a un vehículo costoso, blindado, y desaparecían en medio de la noche. —¡¡No Miller, no!! ¡¡¿Qué voy a decirle a Adam?!! ¡¡¿Qué voy a decirle?!! El muchacho cayó d
XXIV —Estás muy callado esta mañana, es raro ahora que parece que tienes mucho que decir y opinar de todo. Leo, quien estaba a la cabeza de la mesa, retaba un poco a su marido que se había sentado muy lejos de él, a su costado izquierdo. Lo veía con desespero, como revolvía con la cuchara el bol con el cereal y no llevar ni un bocado a sus labios. Abel, quien apenas le miraba de reojo con terror, se detuvo en seco. —No tengo apetito. Realmente no tengo ganas de nada. —Viró a verlo con casi una súplica en el rostro—. Por favor, Leonidas, deja libre a los chicos. Ya estoy contigo, no creo que me dejes ir, entonces suéltalos, por favor. Ya no sé ni cómo pedírtelo. Y no me hables de tener sexo. —Dime quién de ellos es tu amante. Si me lo dices, los dejaré ir. —¿Cómo estás tan seguro que uno de ellos es mi amante? —dijo Abel, fingiendo ser Adam, intentando saber en qué momento su hermano y Noah se delataron. —Por favor, Adam, dame algo de crédito. Gemías su nombre esa vez en tu depa