XX Se dio el anuncio por parte de la encargada de la ceremonia y entraban los dos novios de la mano, andando en medio de un camino de flores blancas, notándosele a Adam totalmente fastidiado. No había ningún conocido suyo, todos eran amigos de su futuro y despreciable esposo. El jardín era muy hermoso y la marcha nupcial estaba siendo interpretada por unos muy diestros violinistas. Los dos iban de negro, en trajes muy elegantes. Adam se veía muy hermoso si acaso el término le alcanzaba a hacer honores. Tenía un aire muy fresco a pesar de la odiosa cara que estaba haciendo. Sus pasos eran muy seguro, su cabello se mecía con el viento, todo en ese momento le hacía honores. Al fondo, el juez que autorizaría su unión los esperaba sonriente, bajo un arco de flores, que el nadador ya concideraba una exageración. Los chicos de la mansión de Las Sirenas, parecían muy emocionados, aquello era el sueño de la mayoría de ellos, encontrar ese amado que los llevara de la mano hasta un altar y se
XXI“Él y yo habíamos discutido. Minucias de la competencia, pero la verdad sentía que a veces no me tomaba en serio como contrincante. Siempre estaba seguro, claro estaba, era ya el portador de muchas glorias, cómo no iba a despedir arrogancia de vez en cuando. Nos sentamos a almorzar muy lejos el uno del otro después del entrenamiento, pero sabiendo que yo era incapaz de sostenerle una sola de sus miradas de miel, me veía fijamente. Yo apenas si podía tropezar con sus ojos y seguir comiendo con tranquilidad. En uno de mis extravíos, él estaba sonriendo. Me miraba y sosteniendo su mentón en una de sus manos, me confrontaba como si yo fuese un niño. Intenté fingir aún más molestia, pero él más sonreía. La práctica terminó y aunque quería salir corriendo, era una estupidez si vivíamos juntos. Solo a propósito me hizo esperarle bastante. En el trayecto de regreso estuve con la mirada pegada a la ventana del auto, y él seguía mirándome como si fuese un pequeño. Entré corriendo al depart
XXII Los muchachos estaban siendo transportados a lo que sería su primera noche de trabajo. A Noah le habían entrenado para atender la barra, y aprendió a hacer unos cócteles deliciosos. Pensaba que cuando saliera de ahí le prepararía un par a Abel y a Adam para que se sintieran orgullosos. Smith en cambio vigilaba cada movimiento de los guardias de seguridad, tenía que encontrarle un punto débil a algo, esa fisura por la que escaparían. Iban en una camioneta blindada, no tenían idea por donde ni a dónde se dirigían. Ni siquiera sabían dónde estaba la casa de ‘Las Sirenas’. Según dijo uno de los muchachos, los llevaban a otra mansión a amenizar una fiesta de empresarios. Ancianos pervertidos pensó Smith. Noah en cambio iba muy tranquilo. El chico rubio le pateó una pierna para saber si estaba en esta tierra. —¿Cómo puedes estar sonriendo y tranquilo? ¿Sabes que esta noche podríamos ser carne de anciano? ¿E imaginas cómo les gusta a los viejos? Muy blandita… —Los otros chicos rieron
XXIII A través de la reja, aferrado a la pierna de Noah, el muchachito rubio luchaba con todas las fuerzas de su cuerpo, para que el verdugo no se llevara al joven del Canadá. Le halaba todo lo fuerte que podía e intentaba clavar sus uñas a la mano del hombre malo para que no se lo pudiera cargar. Estaba desesperado mientras adentro, todo era un caos. La fiesta se estaba convirtiendo en escenario de locura y muerte. No se sabía de dónde podían salir tantos disparos, tantos lamentos ahogados. Smith gritaba desesperado por ayuda, pero nadie le escucharía y el hombre malo era muy fuerte. Noah Miller estaba inconsciente y por más que Smith gritaba el muchacho no despertaba. Por fin de un tirón, el hombre se zafó del agarre del rubio, y el muchachito se quedó con un pedazo del pantalón del otro. Vio cómo con agilidad lo subían a un vehículo costoso, blindado, y desaparecían en medio de la noche. —¡¡No Miller, no!! ¡¡¿Qué voy a decirle a Adam?!! ¡¡¿Qué voy a decirle?!! El muchacho cayó d
XXIV —Estás muy callado esta mañana, es raro ahora que parece que tienes mucho que decir y opinar de todo. Leo, quien estaba a la cabeza de la mesa, retaba un poco a su marido que se había sentado muy lejos de él, a su costado izquierdo. Lo veía con desespero, como revolvía con la cuchara el bol con el cereal y no llevar ni un bocado a sus labios. Abel, quien apenas le miraba de reojo con terror, se detuvo en seco. —No tengo apetito. Realmente no tengo ganas de nada. —Viró a verlo con casi una súplica en el rostro—. Por favor, Leonidas, deja libre a los chicos. Ya estoy contigo, no creo que me dejes ir, entonces suéltalos, por favor. Ya no sé ni cómo pedírtelo. Y no me hables de tener sexo. —Dime quién de ellos es tu amante. Si me lo dices, los dejaré ir. —¿Cómo estás tan seguro que uno de ellos es mi amante? —dijo Abel, fingiendo ser Adam, intentando saber en qué momento su hermano y Noah se delataron. —Por favor, Adam, dame algo de crédito. Gemías su nombre esa vez en tu depa
XXVLa madre horrorizada llegó al hospital donde por fortuna le dieron un parte positivo. No se perdió la vida de nadie en ese atroz accidente, pero sí hubo secuelas. Abel se partió la pierna y estaría largo rato en muletas, aun así, sanaría con el cuidado necesario. Adam, estaba intacto. El golpe en su cabeza no había sido nada de gravedad. Apenas unos raspones y uno que otro moretón.—Gracias, Leo. Todos me han dicho que fuiste tú quien me sacó a mí y a mi hermano del auto ante la amenaza de una explosión. No podré pagarte nunca que hayas salvado nuestras vidas. —Leo que apenas abría los ojos, estaba deleitado en que lo primero que viera fuera a Adam junto a su cama.—Fue con todo el gusto, Adam. No hubiera soportado que te hicieras daño, o que tus piernas se vieran afectadas. Lamento mucho lo de Abel, por lo que vi, no estaba bien.—Él se recuperará, no te preocupes —le respondió Adam sonriendo con muchas venditas en su cara y cuello—. Tú también lo harás y volveremos a vernos, com
XXVI Con las manos sudorosas, el corazón en la boca y acompañado de uno de los chico más antiguos de ahí, Noah se sentó en la oficina del director de «Las Sirenas», le tenía importantes noticias, o eso al menos le había hecho saber. Temblaba al creer que ya sabían que era él el amante de Adam y que debían desaparecerlo, o que a Adam le había pasado algo por su culpa, o a Abel. Pero lo que estaba por escuchar, parecía mucho peor. —Muchacho, aunque llevas muy poco tiempo en esta casa, creo que ya estás listo para ser «Hosted» por completo. Nunca lo imaginé, pero han ofrecido una cifra exorbitante por tenerte y la junta ha decidido que atiendas a este cliente. Ya has aprendido modales, etiqueta, danza, seducción y maneras de protegerte, tú sabes a qué me refiero. A este cliente no le importa que seas virgen o no, te quiere y punto. —¿Cómo es eso posible? Yo pensé que el señor Leo los tenía como mercancía especial, que por nada del mundo debían tocarse —intervino el joven que había aco
XXVII El hombre le pidió que fuera hasta el pie de la cama y le diera la espalda. Noah estaba temblando, sabía que el momento estaba por llegar, tenía que actuar rápido con el brebaje que le dieron. De repente lo sintió muy cerca de sí, casi respirándole en el oído. Noah se privó. Las manos del sujeto empezaron a rodearle la cintura y de ahí se fueron a su pecho, se deslizaron peligrosas hasta llegar a la cremallera de su pantalón. Ahí fue cuando Noah supo que había que detenerlo, este hombre no era tan fácil como creyó. —Señor, ¿Le gustaría por favor acostarse en la cama y que yo me haga encima suyo para quitarle la ropa? —¡Claro que sí! —respondió el emocionado cliente. Mientras se acomodaba en la cama, Noah con sutileza sacó de su zapato el gotero y sin pensárselo dos veces se le montó en la cintura, le tapó los ojos con una mano y ante la sorpresa, el hombre abrió la boca creyendo que lo iba a besar, mas Noah le dejó caer todo el chorro que salió de ese tubo. El hombre empezó