XXVIII El incesante tic-tac de un reloj que no veía, le estaba taladrando la cabeza casi de la misma manera que el golpe que recibió. Entreabriendo los ojos, reconoció lo que parecía ser fuego, aún todo le estaba muy borroso. Intentó levantarse un poco, pero un calambre que lo envolvió completo se lo impidió. Estaba asustado, aturdido y adolorido a más no poder. —Veo que al fin despiertas —escuchó que le decían en perfecto francés—. Lo siento, me pasé al golpearte con la silla, pero resultaste todo un tigre para pelear. De alguna manera debía sacarte de ahí. —Puedes hablarme en inglés. Y claro que iba a defenderme a mí y a Adam… por favor déjame ir —suplicó Noah apenas levantando la cabeza. Pudo enfocar mejor su visión y se dio cuenta que estaba en lo que parecía un departamento, uno muy lujoso. El fuego salía de una chimenea, junto a esta, sentado en un sillón tan prepotente como su captor, estaba Leo, que le veía con algo de melancolía. Noah no entendió esa mirada. Por largos se
XXIX Abel corría por el hospital intentando hallar la habitación de su hermano. Afuera, en el pasillo pálido, encontró a Smith y a Label a quienes abrazó con igual euforia. Ellos le intentaron explicar un poco la situación y lo alterado que se puso Adam cuando se enteró que Noah no estaba con ellos. Abel estuvo atento y en el momento en que vio salir una enfermera se le fue encima con preguntas, pero la mujer que parecía confundida le preguntó si era gemelo del paciente. Se le había olvidado por completo que lucía como su hermano. Aclarado el asunto, entró y lo vio ahí recostado en la cama, en apariencia muy bien. No le dijo nada, ni Adam tampoco musitó palabra en varios segundos. —¿Estás bien? —preguntó Abel rompiendo el silencio, casi incómodo. No se atrevía por alguna razón a acercarse más. —Sí. Ese somnífero que tomé era muy fuerte pero al parecer inofensivo, dicen que esta misma noche… —No pudo seguir hablando pues unos brazos cálidos lo aprisionaron con toda la fuerza del mu
XXX Con la decepción abrumadora en sus ojos, intentó conciliar el sueño en el que fue el cuarto de su hermano en esa casa, donde nunca se consumó para su fortuna el matrimonio falso. Adam miraba en su celular las fotos de Noah que aún guardaba, fue entonces que las lágrimas se le escaparon desafiantes por las mejillas. Haber visto esa habitación descabellada que Leo tenía imitándolo a él en todo, lo asustó mucho. Noah estaba en peligro, quizás uno muy serio. Entre todos hablaron y prefirieron no contar nada ni a las autoridades ni mucho menos a la prensa, debían manejarlo como pudieran ellos solos. Lab y Smith se quedaron en el cuarto de huéspedes. Cayeron profundos y no era para menos, las emociones habían sido demasiadas en menos de dos días. Aún no superaban ni entendían del todo lo que vieron, pero con la cabeza un poco descansada las soluciones fluirían mejor. Además el chico rubio estaba atormentado por el hecho de no haber podido impedir que Leo se llevara a su homónimo. En s
XXXI—Gracias, por estar acá. Vámonos ahora, seguro el que hayas llegado hasta mí, significa que todo se acabó, que Leo está arrestado, que todo… se acabó… —Noah notaba algo muy raro en Adam que no pronunciaba palabra. Parecía entonces que nada había acabado. Pero no entendía muy bien cómo había llegado él hasta ese sitio.—Noah, estoy acá porque él me citó. Esto acaba hoy, y solo un Adam tendrá que seguir nadando… —El muchacho de ojos verdes lo miró y le tomó las manos que tenía sudorosas. Le acarició luego el rostro y le dio un beso que fue bien recibido, pero seguía sin entender nada de lo que estaba pasando.—Adam, este no es el momento de jugar al héroe, ni de hacer de esta historia una telenovela… vamos a salir muy calmadamente por donde entraste, iremos corriendo a la policía, luego nos daremos una ducha larga, dormiremos una semana y nos reiremos como locos recordando esto en un año y, por favor… ni se te ocurra mencionar mis estúpidos escritos. Ahora, en este momento estoy co
XXXII Sucedió entonces lo esperado, lo que no podía evitarse. La policía llegó al lugar lo más rápido posible y separó a Adam de Noah, el herido necesitaba atención. Abel también pudo llegar a tiempo para retener al canadiense que estaba haciendo difícil el trabajo de los paramédicos, que en ese momento habían sedado a Adam, pues sufría un horror con el dolor que él mismo se había provocado para terminar con todo aquello. Entre este mundo y el otro balbuceaba el nombre de Noah y el de Leo, seguro alucinando que todo pudo ser diferente, que nadie tenía que terminar ni herido ni muerto. En medio del caos, ese de cabellos rojos extendió la mano buscando a su amante. Él lo supo y se desprendió de los brazos de Abel para ir al lado de su hombre, de su vida, de su corazón. Apenas pudo tomarla un momento, pues de nuevo fue apartado de su lado. Vio cómo la camilla con su nadador encima de esta entraba por el ascensor de ese edificio en construcción y se cerraba la puerta, para ya no verlo m
Los días pasaron inclementes y Noah se sintió harto de descansar. Nada pudo saber de los Slave, era imposible su comunicación con ellos. El escándalo en Australia llegó hasta su televisor en la sección de chismes; nadie hubiera imaginado que él hizo parte de todo aquello, que fue protagonista, no obstante, esa historia solo quedaría para sus escritos. —Noah, has perdido forma y debes entrenar de nuevo. Me alegra que volvieras para dar las clases a los chicos, te han extrañado mucho. —Gracias —respondió el joven a su amiga, dándole un abrazo—. Gracias por recibirme de nuevo, creo que ya no me iré más. —Hay algo diferente en tu mirada. No puedo adivinar qué es, pero ya no te ves tan perdido como antes, debiste aprender mucho, por eso no me explico por qué estás en tan mala forma. —Aprendí muchísimo, eso es cierto. Pero no todo fue sobre natación. —Noah sonrió y empezó a contarle sobre su vida en ese otro país, ocultando claro, todo aquel drama. La mujer estaba sorprendida con el hec
I “Sueña que vendrá del mar, un amor de carne y sal, con besos de héroe, de leyenda…” El aire fresco de su ciudad, no era suficiente para oxigenarle el alma. Volvía con las manos vacías, con los sueños en fracaso y con el mal sabor de boca al no saber que diría en su casa, donde confiaron tanto en su carrera. Arrastraba las ruedas de su maleta con el dolor del peso de las decepciones y, vaya que era insoportable. La natación debía quedarse guardada y encadenada a los imposibles. Ya la había probado, ya había participado y había perdido, no una sino muchas veces. Nadie para su fortuna le reconocía, no quería que se acercaran con palabras consoladoras, que ya no servían de nada. Noah caminó sin alteraciones. Quería mirar muy bien su pequeña ciudad, la que tendría que recibirlo por mucho tiempo, quizás para siempre. Sentía que cada paso se hacía más difícil, como si los zapatos se le pegaran al concreto. Quiso tanto haber traído buenas noticias a su casa, deseo
II —Lo siento tanto, Adam, una vez más, no pude ni siquiera lograr que me miraras o vieras mi actuación con respeto, por que debió ser un desastre para tus ojos —así entonces comenzaba la hora de la auto compasión para Noah. Admiraba y tenía en un altar a su par, Adam Slave, nadador profesional de veintisiete años, pentacampeón olímpico. Lo admiraba desde que era muy pequeño, y soñaba con siquiera hacer una presentación parecida a las de Adam. Pero algo en su cuerpo no era igual al de ese hombre, y por eso fracasaba de forma tan miserable. Nunca había sido capaz de hablarle siquiera y, cuando por fin pudo estar al menos en una misma sala con él, no logró más que saludarlo levantando una copa. Era un cobarde. Sin hablar del saludo en el aeropuerto. Patético. Pero, Noah, no siempre le tenía miedo a ese hombre de mirada de miel y cabellos de fuego. De su maleta, sacó un cuaderno muy grueso con muchas hojas ya escritas por él, su tesoro. Se abrazó a este, y se tendió en su pequeña cama.