I
“Sueña que vendrá del mar, un amor de carne y sal, con besos de héroe, de leyenda…”
El aire fresco de su ciudad, no era suficiente para oxigenarle el alma. Volvía con las manos vacías, con los sueños en fracaso y con el mal sabor de boca al no saber que diría en su casa, donde confiaron tanto en su carrera. Arrastraba las ruedas de su maleta con el dolor del peso de las decepciones y, vaya que era insoportable. La natación debía quedarse guardada y encadenada a los imposibles. Ya la había probado, ya había participado y había perdido, no una sino muchas veces. Nadie para su fortuna le reconocía, no quería que se acercaran con palabras consoladoras, que ya no servían de nada.
Noah caminó sin alteraciones. Quería mirar muy bien su pequeña ciudad, la que tendría que recibirlo por mucho tiempo, quizás para siempre. Sentía que cada paso se hacía más difícil, como si los zapatos se le pegaran al concreto. Quiso tanto haber traído buenas noticias a su casa, deseo con furia que las cosas hubieran sido diferentes, y haber visto el resultado de su esfuerzo, pero la realidad golpeaba sin piedad.
Casi rayaba el ocaso y se detuvo en un pequeño muelle de la playa de la ciudad. El atardecer era precioso. Se sintió inspirado en ese sitio, como si no fuera un final sino más bien un inicio. Kovak, su entrenador, le había dicho que si deseaba, él seguiría haciéndolo parte de su equipo, pero sentía vergüenza de hacerlo perder el tiempo, por eso con toda la educación aprendida, le dijo que tomaría un largo descanso emocional, pero que si se decidía volvería a intentarlo. Su plan no era dejar el agua del todo, incluso tenía pensado pedir trabajo a Jimmy y Esther, sus amigos, que tenían un pequeño club de natación, para instruir pequeñitos y así seguir en contacto con el medio. No podía desligarse del todo de algo que amaba tanto. Pero ya hacerlo él en público, era otra cosa. También podría seguir ayudando a sus padres en el pequeño hotel del que eran propietarios. No vivían en riqueza, pero su perfecta ubicación en cerca de la playa, le garantizaba clientela frecuente. El estómago de Noah no estaría vacío por siempre, eso era seguro, pero no podría decir lo mismo de su corazón.
Llegó a su mente esa otra cosa que le dolía en el pecho, que le robó tantas lágrimas y le sumó malos sueño; y era el hecho de no haberse podido cruzar nunca con él de la manera apropiada, ese hombre que le alegraba la vida. Mientas Noah miraba en su ciudad ese naranja que se le estrellaba en la cara y lo traía a él a su mente, pudo verlo, nadando y compitiendo, como si la piscina olímpica y ese que le robaba el alma, fueran uno mismo. Las pocas oportunidades que tuvo para hablarle, las había perdido, pues no creía que fuese a perder tiempo con alguien mediocre. Eso quizás era lo que más le dolía. Ahora solo podría soñar con su héroe personal, con su mentor, al que había defraudado y de qué manera: Adam Slave. El último momento en el aeropuerto cuando Adam intentó saludarlo, aunque solo fuera por protocolo, debió tragarse su orgullo y haberle dado la mano, así entonces hubiese estado en contacto con su humanidad, por centímetros siquiera. Pero en esa ocasión, pudo más su tonto miedo, solo le saludó de lejos, y casi salió corriendo.
Cerró los ojos con fuerza, ya no podía posponer la llegada a casa, tenía mucha hambre.
—¡Bienvenido Noah! —gritaron al unísono, quienes lo esperaban en su casa.
Hubo algarabía cuando lo vieron entrar. Sus amigos, su familia, todos estaban ahí, esperando por su llegada. Se sintió peor. Mientras Jimmy le abrazaba hasta casi destrozarle, su padre servía feliz copas de vino para recibir al muchacho. Su profesora y primera entrenadora que también se encontraba, le reprochaba el hecho de haber subido de peso, y le dijo que le pondría en una rutina, para que se pusiera en forma lo más pronto posible. Su madre le abrazó con firmeza, pero de manera corta, en ese frío país, los sentimientos sobraban. Por unos minutos se sintió feliz, como si de verdad mereciera ese recibimiento, y desde el fondo de su corazón, agradeció que no le hubiesen recibido como un perdedor. Por supuesto, aún no le decía a nadie que no volvería a la competencia de natación, ese no era el momento, no cuando se alegraban con su presencia.
***
Adam entró haciendo un escándalo, feliz de llevar esa nueva medalla en su pecho. Creyó que lo esperaba una sorpresa, por eso no se tomó la molestia de prender la luz, de seguro esta lo haría sola, junto a muchas risas y abrazos. Pero nunca pasó. Recorrió palmo a palmo su departamento y solo se encontró con el descuido de las ventanas abiertas. De nuevo, un triunfo que no celebraría con ese que tanto creía que amaba y, que tanto decía que lo amaba. Leo, no estaba por ningún lado, y la verdad no se hubiese sorprendido tanto, él nunca estaba. Ninguna de sus medallas se había llevado la ovación necesaria fuera de los podios. Con una triste sonrisa encendió todas las luces y fue a la cocina a sacar una lasaña congelada, que había por montones. No tenía ganas de salir a comer y menos solo. Prendió el horno microondas y creyó, de verdad, soñó, con que hubiese alguna sorpresa en alguna parte, que quizás no había revisado bien, y dio la vuelta de nuevo ya con luz, para mantener la esperanza. Pero no había nada. El timbre del horno sonó, ya su espectacular cena de bienvenida estaba lista. Corrió con desgano la silla del comedor y se sentó en ella para comer. Tenía mucha hambre, siempre tenía hambre.
—Ay, Adam, eres un tonto. Y esta lasaña sabe horrible —se dijo para sí mismo enterrando el tenedor dejando que el aire caliente saliera un poco—. No creo que me merezca esto, de verdad no creo. —La horrible pasta ahora tenía el aderezo de sus lágrimas.
Mientras tanto, la casa de Noah, era algarabía. Que diferente era la vida de un ganador, y la de un perdedor. Aunque en semejante situación, no se sabía en realidad, quien había perdido.
—Noah, lo hiciste terrible en ese giro —le decía Minako mientras miraban el video de su última presentación—. Hay que trabajar en eso y ¿puedes ver esa expresión? Parece que tuvieras una estaca en el trasero.
—Por favor no me hagas ver ese video otra vez, me atormenta como no tienes idea —dijo Noah tapándose los ojos, recibiendo una copa de vino que le extendía su padre—. Creo que conmigo, no hay remedio.
—Primero ponte en forma y ya veremos cómo cambiamos esos saltos.
La fiesta continuó, pero Noah no quería seguir en el salón comedor. Estaba de verdad agotado, y de alguna manera, su desdicha había disminuido un tanto con ese recibimiento. No se imaginaba cómo se habían enterado de su regreso luego de la competencia, pues se aseguró de no decirle a nadie, pero creyó que al fin y al cabo era ingenuo pensar que lo podría ocultar, con que alguno le preguntara a sus amigos nadadores ya lo sabrían.
Adam, que no podía decir lo mismo sobre una alegre bienvenida, a pesar de haber obtenido la medalla de oro en la competencia australiana, misma en la que Noah quedó en deshonrosos lugares, por fin escuchó la puerta de su departamento. La ingratitud e indolencia en persona, había llegado.
—Te esperaba hace horas —reprochó el nadador con voz tímida a su amante, que llegaba apestando a licor—. También esperaba una bienvenida, volví a ganar, ¿lo recuerdas?
—Por favor, Adam, sin dramas. Estoy acá hoy, ¿no te es suficiente eso?, debería serlo, dejé a mis amigos y a muchos empresarios por venir a estar contigo. Además ¿qué es eso de una bienvenida? ¿Qué acaso eres una quinceañera? Te fuiste solo dos meses. Y no me digas que ganaste, eso ya lo sé, te envié un mensaje en el mismo momento en que te pusieron la medalla en el cuello. Quisiera dormir un poco, ven y acompáñame así ya no tendrás ideas tontas en la cabeza.
Adam le siguió sin demora y se excusó por el “reclamo”. Patético. Ese hombre tenía tanto poder sobre su vida que siempre, como fuera, Adam tendría la culpa de todo. Y aún sabiendo lo malo que era para su alma estar con él, no podía dejarlo, le era imposible pensar en no tenerlo. Pero ya se estaba hartando. Como tantas veces antes.
***
Fin capítulo 1
II —Lo siento tanto, Adam, una vez más, no pude ni siquiera lograr que me miraras o vieras mi actuación con respeto, por que debió ser un desastre para tus ojos —así entonces comenzaba la hora de la auto compasión para Noah. Admiraba y tenía en un altar a su par, Adam Slave, nadador profesional de veintisiete años, pentacampeón olímpico. Lo admiraba desde que era muy pequeño, y soñaba con siquiera hacer una presentación parecida a las de Adam. Pero algo en su cuerpo no era igual al de ese hombre, y por eso fracasaba de forma tan miserable. Nunca había sido capaz de hablarle siquiera y, cuando por fin pudo estar al menos en una misma sala con él, no logró más que saludarlo levantando una copa. Era un cobarde. Sin hablar del saludo en el aeropuerto. Patético. Pero, Noah, no siempre le tenía miedo a ese hombre de mirada de miel y cabellos de fuego. De su maleta, sacó un cuaderno muy grueso con muchas hojas ya escritas por él, su tesoro. Se abrazó a este, y se tendió en su pequeña cama.
IIITodo lo de escribir, comenzó para Noah, desde que era muy joven, en un ejercicio de su secundaria. Deberían escribir su más grande anhelo a manera de historia. Y él no supo que hacer. Si decía que deseaba ser nadador profesional, seguro se burlarían y lo llamarían iluso. Así que hizo lo predecible y escribió a cerca de cómo ser un excelente administrador. No hubo nada sobresaliente en su escrito, tuvo una nota mediocre, pero al menos salió del apuro. Sin embargo le quedó la intriga y escribió de cómo subía al podio del oro y a su lado estaba Adam. Se le hizo lindo, y así poco a poco, comenzó a soñar con muchas cosas, sobretodo con él. No se dio cuenta que ese hombre le invadía los pensamientos hasta que sus escritos subieron de tono. Besarlo, acariciarlo, que él lo tomara, porque vaya que tenía definido los roles. Sabía que si algún día tenía una relación con un hombre, él sería incapaz de tomar la iniciativa. La gran mayoría de sus escritos terminaban en sexo.Después de ganar co
IVRayaba la una de la mañana y era increíble la resistencia de esos hombres para beber. La resaca sería mortal, y ya Noah pensaba en qué preparar el día siguiente para ellos. Notó algo curioso, Adam se había alejado hacía un buen rato para ir al baño y no regresaba, quizás se había quedado dormido en el retrete o quizás se había tropezado y caído. Se angustió mucho y tuvo que ir a buscarlo solo, ninguno de ellos, ni siquiera su padre, estaban en condiciones de dar dos pasos.El de cabellos negros y ojos claros, estaba asustado ya. El invitado máximo no aparecía por ningún lado. Si se había caído y golpeado, nadie lo pudo haber escuchado y tal vez estaba inconsciente. Se reprendió a él mismo por ese pensamiento. Al fondo del pasillo, vio la puerta que comunicaba al hotel con la casa de la familia, estaba abierta. Pensó entonces que el chico solo estaba perdido. Caminó hasta el patio principal y su habitación tenía la luz encendida. El corazón le dio un vuelco. A pasos lentos llegó has
V “Sueña que vendrá del mar, un amor de carne y sal, con besos de héroe, de leyenda…” Noah pasaba los días en una incertidumbre que ni siquiera le permitía comer. Bajó de peso rápidamente debido a eso. Sus problemas evidentes de ansiedad aumentaron, pues creía que cada que tocaban la puerta era la policía que venía por él, o los abogados de Adam que le traían los papeles de una demanda, que de seguro no iba a poder pagar y entonces, pasaría un tiempecillo en la cárcel, solo esperaba que fuera en su país. De esa noche no recordaba nada. Cuando por fin lo encontraron tirado en el piso, desnudo y rodeado de vómito, todos se echaron a reír. Lucía fatal, lo llevaron a la ducha y de a pocos empezó a reaccionar. Preguntó muy insistente a Merle cómo era que había terminado Adam durmiendo en su habitación, pero ni él ni nadie supo darle razón. Solo una de las chicas le dijo, que iba de camino al baño esa madrugada y que lo vio a él siendo arrastrado por Adam, riendo ambos a carcajadas, muy
VI "Se va el tiempo sin sentir, y su alma de delfín aún sigue soñando al tierno amante..." (*) *** —¿Cuándo quiere el señor Slave que lo vea? —preguntó Noah llevándose las manos a la cabeza. —Estamos aquí para llevarte de inmediato, muchacho. Noah, apenas pudo procesar todo aquello. Los hombres le pidieron que se vistiera de forma apropiada y los acompañara a la ciudad. El joven intentó insinuar que se negaría y uno de ellos le entregó un sobre, en él estaban dos páginas de su cuaderno. Unas partes muy erótica. Adam iba en serio. Supo entonces que no podía negarse o esas hojas y cientos más, llegarían a todas las redes sociales y su vida terminaría, nadie en su sano juicio dejaría que un hombre tan sucio le diera clase a sus hijos. Nadie iría a su hotel y, entonces, arruinaría muchas vidas. Con profunda tristeza metió las hojas de nuevo en el sobre y les pidió unos minutos para alistarse. Intentó tranquilizar a su madre diciéndole que eran parte del comité olímpico y que debía irs
VII Noah se sonrojó hasta más no poder y sintió como el otro muchacho se lanzó sobre su boca para besarlo sin control. Empezó a bajar sus labios por el cuello tenso del otro chico y ahí empezó a entender que tal vez lo que decía Noah, no era mentira y, en efecto, no recordaba nada de esa noche. Quiso entonces hacer nuevos recuerdos, lo tomó por una de sus mejillas y le sonrió. El de cabellos negros agradeció tanto esa sonrisa, que guardaba un poco de cariño y tal vez tolerancia a la situación. Le respondió abrazándolo, y dejando que Adama hiciera lo que se le diera la gana. El de cabello de fuego, empezó a bajar más y más con esa lengua caliente, por el atlético cuerpo del otro chico. Se encotró con su ombligo y sintió placer al lamerlo y succionarlo. Noah, con timidez, llevó una de sus manos al cabello sedoso del hombre de sus sueños y lanzó un gemido. Adam levantó un poco la cabeza y le lamió la palma de la mano, para seguir con el resto de su cuerpo. El canadiense ni se lo creía;
“Sueña que vendrá del mar, un amor de carne y sal, con besos de héroe de leyenda…” Abrió la puerta con cuidado, invitándolo a entrar, de forma algo tímida. Noah dio unos pasos dentro, mientras Adam esperaba su reacción al ver su nueva residencia. El muchacho canadiense arrastró su maleta con la que había recorrido el mundo, y viró a verlo con una sonrisa. —Lamento mucho que sea tan pequeño, pero estarás cómodo. Está todo lo que necesitas y podrás disponer de él como gustes —dijo Adam, claramente apenado. —Oh no, no le veo nada de malo al espacio, está muy lindo —respondió, de nuevo sonriendo. El espacio reducido no era un problema, ni una novedad, ya que mientras entrenó en diferentes partes del mundo, tuvo que adaptarse a espacios estrechos y desagradables. Ese lugar era diferente, pequeño, pero con un aire de alegría que le gustaba. Era muy modernista, la habitación estaba subiendo unas escaleras, en lo que parecía ser un altillo. Abajo una cocina pequeña, una sala de estar co
IX “El día había sido agotador. Parecía que incluso los dioses sufrían en algún momento. No pude acompañarlo a los vestidores, me sentía apenado por no saber qué decirle ante ese mal día cuando en la práctica todo había salido mal. Seguramente ante el público todo sería como siempre: el señor del agua ganaría otra medalla. Pero en ese momento algo le sucedía. Esperé paciente afuera, cuando creí que el tiempo prudencial había pasado, me aventuré a entrar. Estaba ahí, sentado sin ánimos, aún con la toalla colgada al cuello. Levantó la vista y me sonrió. —No siempre los días van a ser felices. Yo te acompaño en silencio. Quiero más que nada en el mundo estar a tu lado y hacerte sentir, que no estás solo… —No lo estaré, siempre y cuando estés conmigo —dijo Adam mientras me sonreía—. Pero creo que ya no puedo ocultar más la lesión de mi tobillo. No debe ser muy grave, sin embargo, necesita cuidado. Con ternura lo acuné en mi regazo. No tenía que pasar por eso solo. Mi corazón y mi cu