“Sueña que vendrá del mar, un amor de carne y sal, con besos de héroe de leyenda…” Abrió la puerta con cuidado, invitándolo a entrar, de forma algo tímida. Noah dio unos pasos dentro, mientras Adam esperaba su reacción al ver su nueva residencia. El muchacho canadiense arrastró su maleta con la que había recorrido el mundo, y viró a verlo con una sonrisa. —Lamento mucho que sea tan pequeño, pero estarás cómodo. Está todo lo que necesitas y podrás disponer de él como gustes —dijo Adam, claramente apenado. —Oh no, no le veo nada de malo al espacio, está muy lindo —respondió, de nuevo sonriendo. El espacio reducido no era un problema, ni una novedad, ya que mientras entrenó en diferentes partes del mundo, tuvo que adaptarse a espacios estrechos y desagradables. Ese lugar era diferente, pequeño, pero con un aire de alegría que le gustaba. Era muy modernista, la habitación estaba subiendo unas escaleras, en lo que parecía ser un altillo. Abajo una cocina pequeña, una sala de estar co
IX “El día había sido agotador. Parecía que incluso los dioses sufrían en algún momento. No pude acompañarlo a los vestidores, me sentía apenado por no saber qué decirle ante ese mal día cuando en la práctica todo había salido mal. Seguramente ante el público todo sería como siempre: el señor del agua ganaría otra medalla. Pero en ese momento algo le sucedía. Esperé paciente afuera, cuando creí que el tiempo prudencial había pasado, me aventuré a entrar. Estaba ahí, sentado sin ánimos, aún con la toalla colgada al cuello. Levantó la vista y me sonrió. —No siempre los días van a ser felices. Yo te acompaño en silencio. Quiero más que nada en el mundo estar a tu lado y hacerte sentir, que no estás solo… —No lo estaré, siempre y cuando estés conmigo —dijo Adam mientras me sonreía—. Pero creo que ya no puedo ocultar más la lesión de mi tobillo. No debe ser muy grave, sin embargo, necesita cuidado. Con ternura lo acuné en mi regazo. No tenía que pasar por eso solo. Mi corazón y mi cu
X "Sueña que vendrá del mar, un amor de carne y sal, con besos de héroe de leyenda..." Comiendo un delicioso pastel, Noah le contó lo que habló con Abel. El hermano menor le contó que era Chef, y por eso se esmeró mucho en prepararle un excelente desayuno. Solo hasta ahí dijo Noah, no quería que su ahora amante pensara cosas que no eran; no obstante, la verdad era que Abel se portó muy simpático con él, aun siendo un extraño y le contó en par de horas casi toda su vida y la de Adam. Se enteró que de pequeños ambos nadaban, pero a los trece años tuvo un accidente y se partió una pierna. Cuando quiso regresar ya no le llamó tanto la atención, además Adam ya empezaba a cosechar glorias, él debía seguir otro camino. Y descubrió su don para la cocina, mientras estudiaba lenguas extranjeras en Londres. Por pura casualidad. Abel también le contó que seguía practicando el nado estilo mariposa en el que era muy bueno, pero nada a nivel profesional, claro. Hablaron mucho. Noah quiso obviar e
XI —Entonces hagamos que valga la pena. Noah se inclinó y le dio un beso tierno en los labios. Tendría que ser en ese momento todo lo que Adam necesitara, para que se quitara de encima el sinsabor de Leo. “Estaba sentado, sufriendo, mis constantes fallas como nadador habían sepultado mi autoestima hasta el núcleo de la tierra. No tuve más remedio que encerrarme en el baño de hombres, en uno de los retretes a intentar arañar de alguna parte, algo del cariño de los seres amados. Hablé a casa y entre lágrimas pedí excusas por mis fracasos, de verdad lo había dado todo de mí y aún así había perdido. Entonces escuché la puerta y luego una patada abrió el sitio donde estaba. Y era él. No podía creer que precisamente él fuera quien me encontrara en ese estado, deplorable. Se quedó viéndome, mientras yo intentaba afanosamente limpiar mis lágrimas. Me levanté e intenté irme aprovechando su aparente quietud, pero bien di un par de pasos fuera del retrete, él me tomó por la muñeca y luego h
XII —Pero mira quién está acá. Me alegra que hayas encontrado tu verdadera vocación, el mundo de la natación solo tiene que recordar a un Noah y ese soy yo. De repente los recuerdos se agolparon como martillazos en la mente de Noah Miller. Ese vergonzoso momento en el que su homónimo, lo encontró llorando y lo confrontó de cruel manera. Ese momento en el que derrotado decidió dejar ese deporte que tanto amaba, cansado, agobiado de sus propios fracasos. Smith no había sido nada amable, nada gentil. Él era muy joven claro estaba, pero para alguien de carácter tan frágil como Noah, dolía peor. Este niño ya llevaba en su cuello una medalla de oro, mientras él recibía pastelillos de las madres de sus alumnos. Levantó la vista y lo vio ahí, con una expresión algo burlona. Se levantó y puso sus ojos en la gradas, directamente en Adam. —Puede que ahora estés feliz por que te está yendo muy bien. Pero ¿ves a ese hombre? —dijo señalando a Adam—, es a él a quien de verdad debes superar y a lo
XIII “A pesar que los momentos con él, habían sido los mejores del mundo para mi, debía alejarme un tiempo. El amor que nos sentíamos estaba perjudicando mucho nuestra carrera. La necesidad infinita de estar abrazados o de estar en la cama haciendo el amor, nos estaba agotando, y no estábamos al cien por ciento en las prácticas. Los entrenadores de cada uno, ya habían notado esto y nos advirtieron que solo de amor no se vivía. Que las cuentas no se pagaban con besos y caricias. Adam se iba de viaje y me vio con esos ojos lujuriosos que me excitaban tanto. Sabía que quizás no podría resistirme y que si debíamos escondernos en un baño lo haríamos. Tuve que controlarme y tomar la iniciativa para no sucumbir. —Noah, cuando regrese, vamos a amarnos hasta que nuestros cuerpos no reaccionen. —¿Que acaso no es lo que hacemos siempre? —Se acercó sonriendo y me dio un beso. Pero empezó a subir de tono hasta que sentí sus manos inquietas bajo mi camiseta…” Sentado junto a su ventana, dejó
XIV Al otro lado de la ciudad, aún en la piscina olímpica, Noah Smith seguía practicando con su amigo. El recién llegado al equipo para entrenar un tiempo, le veía maravillado por la versatilidad de sus movimientos y la gracia de los mismos. El haber entrenado como una mujer al inicio de su vida, al parecer había sido lo mejor del mundo para él. Ya con un oro en su pecho, Smith sentía que debía superar a Adam, aunque no supo nunca cuando se le convirtió en una competencia. «Lab», como le decía de cariño, lo observaba embelesado, enamorado. Él había fastidiado tanto a su entrenador por que le dejase ir un tiempo a Australia, que al lograrlo no sabía ni qué haría. Tenía claro que el aprendizaje era primordial, pero iba decidido a declarase a Smith. Debía escoger muy bien el momento y el lugar, el muchacho era muy emocional y podría dejar de hablarle el resto de su vida si no escogía todo correctamente. Estaba esperando para que al menos el rechazo no lo alejara de él. Lab era igual
XV Con el paso firme y las palabras ensayadas, Adam iba camino a la oficina del tirano. Por los pasillos todos le miraban con sorpresa, pues era un secreto a gritos su relación con el jefe. Él saludaba a todos alegremente, incluso accedió a tomarse un par de fotografías con algunas secretarias. Finalmente llegó a la recepción de la oficina de Leo y sin hacer caso a la mujer que le pedía esperara a ser anunciado, entró abriendo las puertas gigantes, a dos manos. —Amo que me visites, pero ahora no tengo tiempo para caricias, que supongo es por eso por lo que vienes —habló Leo arrogante, girando sobre su soberbia silla atrás del escritorio—. Vete a tu departamento y allá haremos lo de siempre. —Supones mal Leo. Vine a decirte que puedes irte al infierno y cogerte a algún demonio que tenga muy bajas expectativas —habló Adam muy seguro de sus palabras, tomando asiento en un sofá extravagante de aquella oficina. Tenía una sonrisa en los labios que aún estaban lastimados por el golpe que