XII —Pero mira quién está acá. Me alegra que hayas encontrado tu verdadera vocación, el mundo de la natación solo tiene que recordar a un Noah y ese soy yo. De repente los recuerdos se agolparon como martillazos en la mente de Noah Miller. Ese vergonzoso momento en el que su homónimo, lo encontró llorando y lo confrontó de cruel manera. Ese momento en el que derrotado decidió dejar ese deporte que tanto amaba, cansado, agobiado de sus propios fracasos. Smith no había sido nada amable, nada gentil. Él era muy joven claro estaba, pero para alguien de carácter tan frágil como Noah, dolía peor. Este niño ya llevaba en su cuello una medalla de oro, mientras él recibía pastelillos de las madres de sus alumnos. Levantó la vista y lo vio ahí, con una expresión algo burlona. Se levantó y puso sus ojos en la gradas, directamente en Adam. —Puede que ahora estés feliz por que te está yendo muy bien. Pero ¿ves a ese hombre? —dijo señalando a Adam—, es a él a quien de verdad debes superar y a lo
XIII “A pesar que los momentos con él, habían sido los mejores del mundo para mi, debía alejarme un tiempo. El amor que nos sentíamos estaba perjudicando mucho nuestra carrera. La necesidad infinita de estar abrazados o de estar en la cama haciendo el amor, nos estaba agotando, y no estábamos al cien por ciento en las prácticas. Los entrenadores de cada uno, ya habían notado esto y nos advirtieron que solo de amor no se vivía. Que las cuentas no se pagaban con besos y caricias. Adam se iba de viaje y me vio con esos ojos lujuriosos que me excitaban tanto. Sabía que quizás no podría resistirme y que si debíamos escondernos en un baño lo haríamos. Tuve que controlarme y tomar la iniciativa para no sucumbir. —Noah, cuando regrese, vamos a amarnos hasta que nuestros cuerpos no reaccionen. —¿Que acaso no es lo que hacemos siempre? —Se acercó sonriendo y me dio un beso. Pero empezó a subir de tono hasta que sentí sus manos inquietas bajo mi camiseta…” Sentado junto a su ventana, dejó
XIV Al otro lado de la ciudad, aún en la piscina olímpica, Noah Smith seguía practicando con su amigo. El recién llegado al equipo para entrenar un tiempo, le veía maravillado por la versatilidad de sus movimientos y la gracia de los mismos. El haber entrenado como una mujer al inicio de su vida, al parecer había sido lo mejor del mundo para él. Ya con un oro en su pecho, Smith sentía que debía superar a Adam, aunque no supo nunca cuando se le convirtió en una competencia. «Lab», como le decía de cariño, lo observaba embelesado, enamorado. Él había fastidiado tanto a su entrenador por que le dejase ir un tiempo a Australia, que al lograrlo no sabía ni qué haría. Tenía claro que el aprendizaje era primordial, pero iba decidido a declarase a Smith. Debía escoger muy bien el momento y el lugar, el muchacho era muy emocional y podría dejar de hablarle el resto de su vida si no escogía todo correctamente. Estaba esperando para que al menos el rechazo no lo alejara de él. Lab era igual
XV Con el paso firme y las palabras ensayadas, Adam iba camino a la oficina del tirano. Por los pasillos todos le miraban con sorpresa, pues era un secreto a gritos su relación con el jefe. Él saludaba a todos alegremente, incluso accedió a tomarse un par de fotografías con algunas secretarias. Finalmente llegó a la recepción de la oficina de Leo y sin hacer caso a la mujer que le pedía esperara a ser anunciado, entró abriendo las puertas gigantes, a dos manos. —Amo que me visites, pero ahora no tengo tiempo para caricias, que supongo es por eso por lo que vienes —habló Leo arrogante, girando sobre su soberbia silla atrás del escritorio—. Vete a tu departamento y allá haremos lo de siempre. —Supones mal Leo. Vine a decirte que puedes irte al infierno y cogerte a algún demonio que tenga muy bajas expectativas —habló Adam muy seguro de sus palabras, tomando asiento en un sofá extravagante de aquella oficina. Tenía una sonrisa en los labios que aún estaban lastimados por el golpe que
XVISlave estaba a pasos de llegar al estadio, pero fuera de este parecía que había revuelo. Sus ojos se abrieron enormes al reconocer al abuelo de Smith, al parecer muy angustiado. Se asustó, pues creyó que algo le había pasado al mocoso. El entrenador estaba al teléfono hablando desesperado, todo era confusión.—¡Adam! —gritó Noah algo aliviado—. ¿Dónde estabas? Está sucediendo algo muy grave, Smith al parecer desapareció ya hace dos días y su abuelo está muy angustiado pues no se llevó nada consigo, todos le están diciendo que él quizás salió de viaje sin avisar y…Noah hablaba y hablaba, pero hubo un momento en el que Adam, que ya había sido reconocido por todos, dejó de escuchar. Un sudor frío le recorrió la espalda, algo no estaba bien y aunque era cierto que Smith se iba muchas veces sin avisar y no le decía a ellos siquiera a dónde, a su abuelo era siempre quién le indicaba su paradero y el buen anciano sabía dónde estaba. Su móvil empezó a sonar y lo sacó de sus pensamientos.
XVII “Lo veía venir, con su gabán haciendo olas imponentes cuando caminaba, me sonreía mientras de prisa se quitaba sus guantes. Yo había ganado, ¡YO! Un oro, había ganado el primer oro de mi vida gracias a él. Adam se había tomado la molestia de entrenarme, de confiar en que mis piernas y brazos sí podían ser más fuertes que mi voluntad, y renacer de las cenizas. Le estaba tan agradecido, que no resistí y me lancé sobre él para abrazarlo. Ya la gran mayoría de espectadores y competidores se habían retirado. Éramos él y yo, sobretodo yo. Me tomó de la mano, estaba muy frío y era comprensible por el lugar. Lentamente me llevó a una parte muy alejada de las gradas, solitaria, yo sabía a qué iba todo aquello. Y vi sus ojos tan hermosos, tan profundos, esa mirada en la que yo me había lanzado sin salvavidas esperando ser arrastrado por el huracán de sus sentimientos. Lo amaba y lo deseaba. Adam me rehízo como hombre y con mi vida le pagaría. Él entrelazó sus manos con las mías y se ace
XVIII —¡Entra ahí sin hacer escándalos! —Noah, quien iba con la cabeza cubierta con una bolsa de tela, fue empujado a lo que parecía ser una habitación. Escuchó que cerraron con fuerza, y de inmediato se dispuso a descubrirse. Se detuvo un poco, temblaba pensando que estaría en un sitio inmundo rodeado de ratas, con un balde para hacer sus necesidades y un pan mohoso para comer. Apretó los puños, se quitó por fin la bolsa y con dificultad abrió los ojos, pues el lugar estaba en exceso iluminado. —Vaya, pero si es el asistente canadiense, ¡bienvenido! —La voz, esa odiosa y consentida voz de Noah Smith, el desaparecido, era quien lo recibía. El de ojos verdes se levantó de un brinco y corrió hacia él preguntándole si estaba bien, si se había podido comunicar con su abuelo, pues estaba muy angustiado; que sí sabía dónde estaban… y fue ahí donde se dio cuenta que el sótano inmundo en el que creía estar, era un cuarto en extremo lujoso y enorme, con un ventanal que daba hacia un jardín d
XIX —¡¡Pero quién diablos dejó que el salmón esté junto a la ventana!!, ¿Ese es el vino con que vas a aderezar la carne?, ¿De dónde lo sacaste, se lo quitaste a algún ebrio en la calle?, ¿Esto es un gazpacho?, ¿Creen que un gazpacho es echar cebollas en agua y ya? No me mires así y empieza a endulzar esa salsa, ¡y ni te atrevas a hacerlo con azúcar! La mansión donde se realizaría la boda estaba en correría sobre todo en la cocina. El novio Slave, estaba volviendo loco a todo el personal encargado del banquete, supervisando cada detalle de la comida. Pero no lo hacía de manera normal, era todo un Teniente. Tenía un delantal y estaba probando personalmente cada plato que se serviría. —¿Adam? —dijo Leo entrando a la cocina, luego de haberlo buscado por todos lados, algo temeroso que hubiera escapado—. ¿Qué estás haciendo acá? —Adam hizo una mueca de supremo disgusto al verlo. —Estaba nada más mirando la comida que se va a servir en esta farsa —respondió con tono burlón—. No porque t