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Capítulo 4: Lo que nunca debiste olvidar

IV

Rayaba la una de la mañana y era increíble la resistencia de esos hombres para beber. La resaca sería mortal, y ya Noah pensaba en qué preparar el día siguiente para ellos. Notó algo curioso, Adam se había alejado hacía un buen rato para ir al baño y no regresaba, quizás se había quedado dormido en el retrete o quizás se había tropezado y caído. Se angustió mucho y tuvo que ir a buscarlo solo, ninguno de ellos, ni siquiera su padre, estaban en condiciones de dar dos pasos.

El de cabellos negros y ojos claros, estaba asustado ya. El invitado máximo no aparecía por ningún lado. Si se había caído y golpeado, nadie lo pudo haber escuchado y tal vez estaba inconsciente. Se reprendió a él mismo por ese pensamiento. Al fondo del pasillo, vio la puerta que comunicaba al hotel con la casa de la familia, estaba abierta. Pensó entonces que el chico solo estaba perdido. Caminó hasta el patio principal y su habitación tenía la luz encendida. El corazón le dio un vuelco. A pasos lentos llegó hasta la puerta, estaba a medio cerrar, pero él la abrió por completo, entonces, todo su mundo se vino abajo, cuando vio, sentado en su cama, a Adam Slave, con su cuaderno de escritos en las manos y, su expresión no era la mejor.

—¿Qué es toda esta porquería pervertida que está escrita sobre mí? ¿Qué m****a tienes en la cabeza?

A las almas desdichadas, parecía que les llegaba un momento en el que entraban en un largo y estrecho túnel de infortunios, uno tras otro, donde no había luz ni esperanza, ni tiempo. Noah ya había probado los fracasos en su carrera, sus anhelos reducidos a su pequeño pueblo y, ahora, sus sueños más profundos, más eróticos y reales, estaban en manos del protagonista de ellos, que claro, no debía enterarse nunca. Mientras veía a esos ojos de miel destellar furia, pasaron por su cabeza toda clase de ideas, desde salir corriendo y vivir en las montañas, hasta lanzársele encima y robarle un beso. ¿Qué más daba ya? Todo en ese momento había acabado. Había muerto. Otra cosa más que le quedaba prohibida a Noah Miller: soñar con Adam Slave. Este último se levantó de la cama, cuaderno en mano, y lo miró fijamente, con asco.

—Voy a demandarte por acoso, asqueroso perdedor.

Noah entendía su furia y no pudo decirle nada mientras se retiraba. Supuso que tomaría sus maletas y se iría. El muchacho se quedó un rato en su cuarto, aún alucinando el momento, además las copas que tenía de más no le dejaban vislumbrar bien la realidad. No quiso estar ahí. Salió de su habitación, destrozado, y de camino se encontró a Merle, quien dando tumbos y muy preocupado por que no regresaban, los estaba buscando. Vio su triste actitud y lo llevó a rastras a que los acompañara con unos tragos más.

La sorpresa fue enorme al ver a Adam sentado en la mesa, bebiendo como si nada. Cuando lo vio llegar, una mirada de desprecio se le marcó en la cara para el chico de ojos verdes. El primer pensamiento de Noah, fue ir a buscar entre las cosas de Adam su cuaderno, pero ya no lo dejaron levantarse. Y empezó a recibir licor a diestra y siniestra. Quería, literalmente, ahogarse y morirse.

Adam era todo un caballero y no haría un drama frente a todos. Los asuntos con Noah los resolvería con él. Por supuesto que también quiso irse, ese era su propósito cuando entró al salón comedor, pero todos se lo impidieron. En su gentileza no quiso levantar sospechas, no quiso ser un grosero. Pero ese niño era un asqueroso. Sin embargo, no pudo negarse él mismo, que había partes de lo que alcanzó a leer, que no eran tan malas. Y que incluso le elevaron un poco el ego. También empezó a beber sin control para por ese momento olvidar esa situación.

***

La luz del sol le estaba rayando en los ojos cerrados. Intentó abrirlos, pero el más mínimo parpadeo le hacía girar todo en el cuarto. Intentó también mover la cabeza y le fue peor. El dolor era tan insoportable que comenzó a llorar. Estaba acurrucado en su cama sintiendo que con cada mínimo movimiento se le desfragmentaba el cuerpo. Vio hacía abajo y toda su ropa estaba tirada, había charcos de vómito seguramente suyos, todo un espectáculo era ese momento. Tenía taquicardia, el corazón le iba a salir del pecho y el cerebro de la cabeza. Intentó estirar el brazo para apoyarse en la silla y solo eso fue una agonía.

—Auxilio, Au… xilio, por favor, llévenme a un hospital… mamá… me estoy muriendo… mamá por favor… —en cada llamada a su madre, subía el tono de su voz, pero era inútil. Todos dormían en la casa, aún parecía ser muy temprano, y más con la fiesta de la noche anterior. —Merle… —gimió en un alarido—, llama a una ambulancia por favor…

—¿Quieres callarte de una vez? Cada chillido me taladra la cabeza… —La voz, venía de su espalda. Noah sintió que una bocanada de vómito venía de nuevo, pero se alcanzó a tapar la boca para retenerlo. La voz era muy gruesa para que se tratara de una chica. Entonces, supo que estaba alucinando. Con toda la fortaleza que le quedaba y sin poder darse la vuelta, apenas movió un brazo, que con dificultad estiró para tantear atrás de sí. Y la sintió, lo que parecía ser la espalda desnuda de alguien. Supo que debía moverse así se muriera en el intento, y de un solo estirón se sentó en la cama viendo en dirección a la persona a su lado. —¿Por qué no duermes y dejas que yo también lo haga?

El de cabellos oscuros, impactado, perdió la fuerza de su cuerpo y se cayó de la cama. Un muy desnudo Adam estaba boca abajo en su cama, intentando acomodarse para seguir durmiendo. Noah intentó levantarse pero las piernas no le respondieron y volvió a caer. Solo hasta ese momento se dio cuenta que también estaba desnudo. Pero había algo más, un agonizante dolor de espalda le atravesaba hasta la pelvis. No pudo dar crédito a lo que sentía. No supo qué hacer. Apenas moverse era una tortura. Tirado en el piso de su propio cuarto, junto a su charco de vómito, vio cómo unos pies muy blancos tocaban el piso. Adam también con evidente dolor de cabeza, buscó su ropa estaba organizada en una silla. Con lentitud se la puso mientras era observado por el moribundo Noah. Cuando terminó, y teniéndose de una pared, le dio una última mirada muy fría al piso donde estaba el muchacho tirado y desnudo, totalmente desorientado.

—No importa lo que pasó anoche, voy a demandarte.

Noah vio salir los pies de Adam sin poder mover un músculo ni exhalar un quejido siquiera. Las palabras del hombre,  le dieron vueltas en la cabeza como todo el cuarto. Y la verdad no importaba lo que había pasado esa noche. Porque Noah no recordaba haber estado presente.

***

Fin capítulo 4

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