Fue un ligero descuido esa madrugada hace ya un tiempo, cuando Leonardo la reclamó en ese lujoso sofá rococó, cegado por los celos que despertó Le Roux con esa llamada telefónica inesperada. En efecto, Alessa recurrió a Carla con sus sospechas posteriores, porque su cerebro acelerado continuó calculando fechas, ciclos, probabilidades... Alessa cayó en la manía. Carla le recordó que era demasiado pronto para sacar conclusiones.—¡Tampoco exageres, loca! Tómalo con calma —le había dicho Carla, sacudiendo las manos, esa tarde.—Solo se necesita una vez, Carla. —Alessa resopló—. Una vez, y el error es irreparable. Ni siquiera entiendo cómo fue que me descuidé.Carla se burló diciendo: —Eso pasa cuando tienes la cabeza, el corazón y el coño caliente, amiga. Todo se te olvida.Después de aquel breve ataque de pánico, Alessa optó por la negación absoluta y, con el transcurso del tiempo, Carla aumentó la presión sobre el asunto inconcluso. Alessa volvió a caer en las redes de su cerebro cuand
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