—Mamá, te juro que... que todo tiene una explicación —balbuceó, ignorando la expresión asombrada de Carla—. Quiero decir, tengo justificaciones y también explicaciones muy interesantes. No significa que deba usarlas porque no he cometido ningún crimen, que es lo más importante aquí.—¡El crimen es que no vengas a visitar a tu familia! Cuántas veces te he dicho que empaques y vuelvas a casa unos días, Alessa.Sintió que el peso de un tanque desapareció de su espalda. Fue un alivio inmediato.Después de diez minutos ininterrumpidos, su madre se despidió con un gruñido "No te olvides de los tuyos. Te amamos".La visita al consultorio privado del doctor fue breve y discreta, como Carla prometió que sería. Su amiga le recomendó mantener la cabeza fría mientras le entregaban los resultados. Tres días, ella aseguró. Por ser un viejo amigo de la familia, el doctor priorizaría su caso. Carla le había agradecido con una transferencia generosa de trescientos dólares, haciendo clic en su teléfono.
—Leonardo, estás distraído por culpa de esa niña.—Ese es asunto mío.—Pero cuántas veces tengo que decirte que sigues con ella...El contundente golpe contra la madera del escritorio hizo que la mujer se paralizara.—Si no dejas de criticarla, me obligarás a darte un ultimátum, Sophia.Leonardo no estaba bromeando. Nunca bromeó cuando se trató de Alessa Sinclair. Aunque esos últimos días hubieran consumido su energía.Era muy consciente de las complicaciones que trajo convivir con Alessa.—¿No crees que fuiste un poquito rudo con Sophia, Leo? —insinuó el jefe Reynolds, después de que la asistente desapareciera de la oficina de Gold.—Nunca pierde la oportunidad de cuestionar la presencia de Alessa en mi vida. Ya son suficientes los problemas entre nosotros.Esa mañana, su fuerza de voluntad estuvo a punto de desmoronarse. Las ganas de poseerla estaban matándolo. La abstinencia sexual sofocó su sentido común, y no podía prometerle demasiado. Necesitó cada onza de su autocontrol para n
—Princesa, oye. Oye. —Acarició su cabello y se lo apartó de la cara. La pudo ver mejor, allí con los ojos enrojecidos y la mirada compungida—. Dime qué ocurre. Mírame, estoy aquí.Alessa negó con la cabeza, cohibida. Leonardo detectó de inmediato las barreras que ella se negó a derribar.—Alessa, sé que esto no es por un simple desayuno que te salió mal o una prueba de embarazo negativa. Hay algo más y lo necesito. Necesito que te abras conmigo —exigió con mucha seriedad en esta ocasión, causando que la pelirroja lo mirara.—Yo quisiera.—También puedes.—¡Es complicado!—Sé que eres muy cerrada, sé que te cuesta comunicarte. Solo inténtalo conmigo, ¿de acuerdo? Sino esto se irá al carajo. Te lo estoy diciendo en término general, no estoy insinuando que planeo dejarte. Estaría loco si lo considero, incluso si perdiera la cordura, me quedaría a tu lado. Pero si no te comunicas conmigo, pequeña, vamos a perdernos en la mitad del camino.Si él tuvo muy claro una cosa, era que debía esforz
El Mercedes Benz rojo y negro atrajo inmediatamente la atención de Horacio (el gorila sin un pelo de tonto que siempre la odió) cuando ella arribó esa mañana a Le Roux Corporation, estacionándose en la calzada con toda la confianza del mundo. Tampoco le extrañó que el amargado Horacio estuviera allí para seguirle el paso, si ella le había enviado un mensaje a Elliot muy temprano, informándole de su visita.—Cuando me dijiste que vendrías a verme, lo reconozco, esperé un reclamo de Gold o que tú te arrepintieras —con ese comentario sagaz la recibió el rubio francés en su oficina privada. Ashley y Patricio, sus ex compañeros de trabajo, le dieron una mejor bienvenida.Alessa, como buena creadora de problemas, ya veía venir uno nuevo.—Esto será rápido.—Supongo que pensaste en renovar tu contrato conmigo, dado a los beneficios que te otorgó, y que nadie en su sano juicio te ofrecería.—Vine aquí a ponerle fin a este asunto de una buena vez —declaró Alessa impasible—. Si quisiera algo de
El titular ya había explotado las redes sociales cuando Alessa apareció en la mansión.«¡EL RUBÍ DE LA DISCORDIA ATACA DE NUEVO! ESTA VEZ, TENEMOS LA PRIMICIA. LA MISTERIOSA PELIRROJA FINALMENTE HA SIDO CAPTURADA EN LE ROUX CORPORATION, ¡BESANDO A NADA MÁS Y NADA MENOS QUE A ELLIOT LE ROUX! (FOTOGRAFÍAS ADJUNTAS A CONTINUACIÓN). ¿QUÉ PASÓ, AMIGUITOS? ¿LEONARDO GOLD NO HABRÁ SIDO SUFICIENTE PARA LA CHICA? POR EL MOMENTO, NO CONTAMOS CON LAS DECLARACIONES DE GOLD, PERO ES BASTANTE CLARO QUE ESTE JUEGO DE PASIONES PODRÍA DESTRUIR LAS VIDAS DE DOS GRANDES MAGNATES. QUÉ CARO LES SALIÓ EL DICHOSO RUBÍ.»Leonardo había explotado cuando Sophia rápidamente lo comunicó con urgencia y le exigió, usando ese tono mordaz y resentido, que revisara los tabloides de inmediato. Por supuesto, Leonardo la volvió a comunicar un minuto más tarde para preguntar cómo fue posible que permitiera circular esas fotografías por las noticias.Allí, dentro del despacho privado de la mansión, Leonardo caminó a paso
—¿Así que discutiste con Leonardo y trataste de seducirlo para que te diera trabajo? Amiga, tú te pasas de lista.Alessa se quejó, vistiéndose con unos shorts y una playera simple. La discusión con Leonardo fue al mediodía. Ya eran las siete de la noche y él no había salido de su taller en toda la tarde. Probablemente descargó unos martillazos en cualquier superficie, imaginando que era el rostro de Le Roux.—Apliqué una técnica válida e inofensiva —alegó.—Existen mejores como, oh, la comunicación verbal —dijo Carla en el altavoz de su Smartphone—. Úsala más seguido.—Bien, hablaré con él —aceptó a regañadientes los consejos de su mejor amiga—. ¡Aunque ya le expliqué que Le Roux se me abalanzó!—Debe estar enojado con Le Roux, no contigo. Pero puedes ayudarlo a olvidar ese trago amargo que recibió hace unas horas. No es un hombre de hierro, es un ser humano que te ama de verdad. Ve con él, cierra bien tus piernas y verás que el resto fluirá.Después de las recomendaciones, y que Carl
Una de esas noches, Alessa tuvo un sueño bastante extraño. En un principio, creyó era una alucinación suya. Pero el sueño se sintió tan vívido. Con su familia, Carla incluida. Y estaba Leonardo, esperándola al final de un pasillo…Se despertó, jadeando pesadamente. ¿Había perdido la razón?“A lo mejor la perdí cuando me enamoré”, pensó con los ojos achicados.Se encontraba en la habitación de Leonardo, todavía era de noche. Leonardo durmió a su lado y tenía la intención de acurrucarse con él para relajarse, dejar ir las dudas con su compañía, cuando su teléfono zumbó sobre la mesita de noche. Apoyó las manos detrás de ella y decidió contestar un rato después.—Hola, cariño, ¿cómo estás?Alessa pegó un brinco del susto y revisó el identificador de llamadas. Sí, era su madre.—¿Ma? ¿Qué pasó? —Frunció el ceño—. Espera, ¿sabes qué hora es?—Una hora que le puedes dedicar a la mujer que te parió, Genevieve. Bueno, aunque pareciera que en tu nueva realidad el resto de la humanidad es inexi
—Lo repito. Debería darte vergüenza. Te desapareces y ni una señal de humo me das, Genevieve.La aludida se encogió de hombros y sostuvo más arriba la tableta, por donde estaba hablando con una resentida Agatha Sinclair dos semanas después de la última llamada que compartieron.—Ma, perdón —insistió—. Se me olvida.—¿Se te olvida que tienes madre?Alessa suspiró y volvió a intentar:—Se me olvida comunicarme.—A mí no me engañas. Te he visto en línea estos últimos días.Atrapada. Alessa ladeó la cabeza y quiso pegarla contra una pared. Fue a propósito, la distancia. Necesitaba mantenerse lejos de los comentarios y los sermones de Agatha, después de su última conversación aquella noche. Le inquietó pensar que su madre ya se había enterado de los chismes acerca de ella, el rubí de la discordia, y su “supuesta aventura” con dos magnates empresarios. Si supo lo del falso embarazo…—Te envié a Estados Unidos para que estudiaras en esa estúpida Facultad, no para que nos fantasmearas o te qui