Todo lo que había hecho Bernardo por Nora le había generado grandes repercusiones, unas no tan buenas como otras. Unos días se levantaba con ganas de buscarla en ese convento y matarla sin hacer preguntas, otros días anhelaba secuestrarla, sacarla de ahí y llevarla con él, obligarla a amarlo. Después de todos esos años, Bernardo no había encontrado a otra mujer que lo hiciera sentir igual. Al despertar de una noche de pasión y ver a la fémina desnuda a su lado, empezaban a llover todos los «hubiera»: «hubiera huido con ella, no hubiera matado a su padre, le hubiera dicho la verdad desde el principio». Al final, la vida seguía igual con todas sus suposiciones o sin ellas, el daño estaba hecho, ella lo odiaba de la misma forma que él la seguía amando. De pronto su teléfono suena, su timbre lo hace salir de sus cavilaciones. S
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