Capítulo treinta y seis. Una impostora
Una impostora Paula entró a la casa, Alejandro venía aferrado a su mano y en completo silencio.—Cariño.—Lo siento, no quise pelear, no quise que te enojaras, mamá, pero ellos empezaron a hablar de ti y…—Está bien, cariño, no te pongas así. Sé que lo has hecho para defenderme, pero a veces es mejor ignorar, te diré un dicho que la abuela siempre me decía: Cuando la ignorancia habla, la inteligencia calla, no es cobardía, mi niño, es sabiduría.Alejandro se lanzó a los brazos de Paula y lloró como el niño que era, el pequeño hipo varias veces, pero la joven madre no lo alejó de él en ningún momento.—Vamos, te daré un baño, voy a limpiarte la herida para que papá no se asuste cuando te veas y luego me ayudas a prepararle algo rico para llevarle a la oficina, ¿te parece? —preguntó con una sonrisa en los labios, fingiendo una felicidad que no sentía.Paula no había visto a Arturo desde el día que se quedó en el aeropuerto, la había llamado desde la oficina tratando de tranquilizarla,
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