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Todos los capítulos de La Esposa sustituta del Magnate : Capítulo 31 - Capítulo 40
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Capítulo treinta. Un niño de cuidado
Un niño de cuidado—Paula, Arturo, ¿Qué ha sido eso? ¿Cómo que el niño le ha visto trabajar en ello? —la abuela miró a los dos adultos con ojos chispeantes de enojo.—Abuela… —Paula no sabía que decir, su abuela era todo amor, pero tenía sus propios límites y las palabras de Alejandro se escuchaban… muy comprometedoras.—Escucha América, quizá Alejandro se refiera a otra cosa, ¿verdad hijo? —preguntó Arturo.—Alejandro ha dicho que los ha visto trabajar mucho para darle un hermanito, saben lo que eso significa, ¿verdad? ¡Mínimo deberían cerrar la puerta! —exclamó América elevando la voz, pero sin llegar a gritar para no asustar al niño.—No, abuelita, no había puerta, lo hicieron en la piscina —intervino Alejandro con rapidez—. También en el auto, y el otro día en la cocina. En la habitación la verdad no he visto.—¿¡Qué!? —América se puso de pie, miró a Paula, no podía creer que su nieta fuera tan irresponsable para exhibirse delante de un niño.—Abuela, no es lo que piensas —se apre
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Capítulo treinta y uno. Irrevocablemente a sus pies
Irrevocablemente a sus piesLas manos de Carolina temblaron, ni siquiera se animaba a tomar el papel entre sus dedos, ella dudó, antes de recordar que esto es lo que tenía que hacer, sin importar lo difícil que resultara, sin importar que estuviese muriendo de miedo.—Acuerdo matrimonial —susurró cogiéndolo del piso.Carolina ordenó el desastre que había ocasionado, cogió el folder y salió de la oficina de Diego. La asistente no se atrevía a marcar el número de Sofía de Montecarlo, no quería hacerlo, pero no podía evitarlo.—Señora Montecarlo —dijo, apenas escuchó la voz de la mujer al otro lado de la línea.»—Carolina, pensé que te habías olvidado de mí.—No podría, se lo aseguro, señora, ¿podemos vernos en la cafetería? —preguntó la joven sintiendo que el corazón se le hundía.»—¿Tienes el contrato?—Sí.»—Perfecto, te veo en una hora.Carolina respiró varias veces, se ocupó de los pendientes que debía dejar en orden antes de marcharse y cuando la hora llegó, estuvo renuente a salir
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Capítulo treinta y dos. ¿Qué te ha dado esa mujer?
¿Qué te ha dado esa mujer? Carolina caminó lejos de la cafetería, había cumplido con el plan de Arturo. Ella no pensó tener el valor para jugar de aquella manera con Sofía Montecarlo. La mujer era claramente una manipuladora.La mujer rio como si estuviera loca, se sentó en una de las banquetas y leyó el papel donde Sofía había escrito el nombre del hombre que creía era el padre de su hijo.—Guillermo Herrera —musitó echando la cabeza atrás.Carolina sintió un profundo alivio, Sofía Montecarlo estaba muy lejos de conocer la verdad. Guillermo era un piloto de la aerolínea, un hombre felizmente casado con una azafata y un hijo de diez años.Por supuesto que ella había temblado ante la posibilidad de que su secreto fuera conocido, ahora podía dormir completamente tranquila. Nadie tendría por qué descubrir su secreto, además habían pasado seis años desde que estuvo con el padre de Lucas y estaba completamente segura que él no era capaz de reconocerla.—¿Carolina? —el cuerpo entero de la
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Capítulo treinta y tres. Como agua y como aceite
Como agua y como aceiteIsabel miró al hombre que amó con toda su alma en el pasado y quién juró amarla por encima de todas las cosas. El mismo hombre que le causó un terrible dolor al traicionarla de la manera más vil al acostarse con su cuñada.—Tengo que irme —dijo de manera abrupta. Isabel solo quería escapar de Julián, tal como él lo hizo de ella.—Por favor, Isabel, hablemos.—¿Hablemos? —ella se rio—. ¿Te parece que cuatro años ha sido tiempo suficiente para coger el valor y pedir que hablemos? —cuestionó.Isabel apretó las manos sobre la bolsa que tenía, sentía que estaba a punto de desmayarse. La mujer respiró profundamente para intentar no caer en la oscuridad.—Lo siento, Isabel, te juro que traté de contactarte, pero tu madre y Arturo me impidieron llegar a ti —pronunció Julián.El hombre no podía creer que el destino le diera esta oportunidad que le fue negada hace más de cuatro años atrás.—No te creo.—Tengo derecho a ser escuchado, Isabel, por favor, las cosas no fuero
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Capítulo treinta y cuatro. ¿Accidente o venganza?
¿Accidente o venganza? Diego dejó caer la copa que tenía en las manos, rompiéndose en ciento de fragmentos al estrellarse en el piso.—¿Diego? —Arturo miró a su hermana.—¿Qué? —dijo sintiéndose incómodo.—¿Estás bien?—Sí, lo estoy, no sé qué pasó, ahora mismo me ocuparé de limpiar este desastre —dijo poniéndose de pie.—Está bien, lo haré yo —dijo la mujer, no querían molestar a la servidumbre con pequeñeces, cuando tenían temas importantes y preocupantes.Diego se sentó en el sillón y se mesó el cabello con frustración.¿Casarse?Era la idea más loca y absurda que jamás hubiese escuchado, él jamás pensó que su padre le daría un ultimátum para contraer nupcias. Había estado saliendo con Magdalena como amigos, jamás se le había pasado por la cabeza que ella contara a sus padres su interés sentimental, hasta el punto de lograr que sus padres estuvieran de acuerdo que una boda entre ellos sería muy beneficioso para la empresa.Diego no había estado interesado en dirigir la empresa de
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Capítulo treinta y cinco. Problemas
Problemas—¿Qué se esconde tras la muerte de Pía Zambrano? —leyó de nuevo.¡Era absurdo, aquel titular estaba fuera de lugar! Pía había muerto en un accidente aéreo con su amante de turno.Un hombre que ni siquiera había sido Julián de la Mora, como para catalogarlo como un posible acto de venganza por parte de la familia Montecarlo, como señalaba aquel artículo.Diego cogió su móvil y lo abrió, solamente para darse cuenta de que la noticia estaba circulando en varias revistas digitales, incluso en redes sociales.El abogado tomó su whisky de un solo trago, el fuego del alcohol quemó su garganta, pero no fue eso lo que le estremeció. Si no los posibles problemas que esto traería para Arturo, Alejandro y Paula. Pero, sobre todo, para la aerolínea.—¡Maldición! —gritó golpeando la mesa en el mismo momento que Carolina entró a la oficina con otro vaso de whisky y el rostro desencajado.—No te he pedido nada más —dijo con tono molesto.—Lo sé, esto no es para usted, señor Álvarez —respond
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Capítulo treinta y seis. Una impostora
Una impostora Paula entró a la casa, Alejandro venía aferrado a su mano y en completo silencio.—Cariño.—Lo siento, no quise pelear, no quise que te enojaras, mamá, pero ellos empezaron a hablar de ti y…—Está bien, cariño, no te pongas así. Sé que lo has hecho para defenderme, pero a veces es mejor ignorar, te diré un dicho que la abuela siempre me decía: Cuando la ignorancia habla, la inteligencia calla, no es cobardía, mi niño, es sabiduría.Alejandro se lanzó a los brazos de Paula y lloró como el niño que era, el pequeño hipo varias veces, pero la joven madre no lo alejó de él en ningún momento.—Vamos, te daré un baño, voy a limpiarte la herida para que papá no se asuste cuando te veas y luego me ayudas a prepararle algo rico para llevarle a la oficina, ¿te parece? —preguntó con una sonrisa en los labios, fingiendo una felicidad que no sentía.Paula no había visto a Arturo desde el día que se quedó en el aeropuerto, la había llamado desde la oficina tratando de tranquilizarla,
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Capítulo treinta y siete. Complicaciones
Complicaciones —Esa mujer no es tu madre, te ha embaucado y tú como un tonto, necesitado de amor, te dejaste envolver por ella, solamente eres un niño, Alejandro, y ella se aprovechó de ti y tu necesidad de amor, para meterse en nuestra familia y arruinar la vida que llevábamos. Jazmín habría sido una buena madre para ti…Sofía vio con regocijo como el pequeño apretaba los puños, tenía la cabeza gacha y estaba segura de que lloraba. Lamentaba tener que llegar a los extremos, pero Arturo no le había dejado ninguna otra maldita opción. Sin embargo…Los hombros de Alejandro se movieron casi sin control, Sofía arrugó el ceño, no sabía si lloraba o reía.—No sabes nada —musitó Alejandro levantando el rostro para enfrentarse a su abuela.—¿Qué?—No fue Paula quien se me metió por los ojos, ni se aprovechó de mi necesidad de amor —dijo con algunas lágrimas corriendo por sus mejillas.—¿Qué quieres decir?—Siempre supe que no era mi madre, pero me aferré a ella e hice que papá la persiguiera
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Capítulo treinta y ocho. Dile la verdad
Dile la verdad—¡Un crimen pasional! —explotó Arturo con enojo—. ¡No saben nada, no tienes por qué sacar a la luz fotos que pueden dañar a mi hijo! —añadió el hombre incrementando su enojo.—Los ingenieros están trabajando en ello, Arturo por favor cálmate, no es bueno que Alejandro te vea así, tú y yo sabemos que lo de Pía fue un desafortunado accidente y se dio antes de que pudieran firmar el divorcio —Diego trató de calmarlo.El hombre había llegado tan pronto como vio la noticia.—Mantendré a Alejandro lejos de esta habitación, le diré a la abuela que le invite a cocinar todo el día si es necesario, mientras ustedes encuentran una solución para todo esto —Paula hizo una pausa—. Aunque si me lo preguntan, para mí todo esto tiene la firma de Sofía Montecarlo —añadió antes de salir, dejando a los dos hombres sorprendidos.—¿Tu madre?—Estuvo aquí, le gritó a Alejandro que Paula no era su madre y tantas cosas más. Eso solo aumentó las sospechas de Paula sobre ella, pero dudo mucho que
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Capítulo treinta y nueve. Un rayo de felicidad
Un rayo de felicidad«Dile la verdad»«Dile la verdad»«Dile la verdad»Carolina respiró profundamente, sentía que el corazón iba a salirse de su pecho, sus ojos negros se encontraron con los ojos verdes intensos de Diego. Esto era lo más difícil que haría en su vida.¿Qué iba a decirle luego de seis años? ¿Cómo iba a explicarle que tenían un hijo? Y lo más importante ¡El cómo fue concebido! Si él no era capaz de recordarla…—Yo… —Carolina apartó la mirada de Diego, miró a su hijo y luego a los demás—. No…Lo que Carolina iba a decir murió en sus labios en el momento que Paula se paró bruscamente, la mujer estaba más pálida que Carolina.—¡El baño! ¿Dónde está el baño? —preguntó Paula con urgencia, por las arcadas que casi la ahogaron.Arturo se puso de pie y siguió los pasos de su esposa, quien iba corriendo detrás de María, dejando a Carolina, Diego y los niños en la mesa.Para ese momento Carolina había perdido la valentía de contarle la verdad, quizá él merecía saberlo, pero no as
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