Jared caminaba por la calle en dirección a ninguna parte. Acababa de entregar la última alfombra a Sonia y por el momento no tenía nada más que hacer. Se estaba planteando si acercarse o no a la mercería para saludar a Dolores y, para que engañarse, ver a Nuria, conversar y reírse con ella, sentirla cerca. Lo cierto era que esa mañana, en contra de lo que venía siendo habitual durante las últimas semanas, no habían coincidido y, sinceramente, la echaba de menos. Mucho.—Oye, perdona —escuchó decir a alguien.Jared se dio la vuelta, más por curiosidad que porque pensara que se referían a él.—¿Eres Jared? —preguntó un hombre desde la puerta de la zapatería.—Sí —afirmó observando al varón. Tendría más o menos su misma edad, unos veintisiete o veintiocho años. Era un tipo enorme, con un delantal azul que le cubría parte del torso y acababa un poco por encima de sus rodillas.—Soy Darío, el zapatero remendón del barrio —se presentó bromeando—. Dolores me ha dicho que podrías estar intere
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