La carretera se veía desolada, al parecer ya estaba olvidada desde hace tiempo por la mayoría de personas en Italia, y ese era un tema del que nadie hablaba en los pueblos vecinos. Según comentarios fugaces sin fundamento de personas esporádicas, hace mucho tiempo que había quedado en ese estado. En aquella vieja ruta, una camioneta convertible con dos pasajeros en su interior se hacía paso entre ese sendero de concreto. —Sí, sí mamá, que estamos bien. —La chica se detuvo a escuchar—. Sí, Velkan va al volante, ya comimos y el viaje va bien. Solo paramos por algo de gasolina, nada que reportar. Los amo, luego me comunico con ustedes. Adiós. La llamada finalizó, ella se acomodó un mechón de su lacio cabello detrás de su oreja, mientras una sonrisa iluminaba su rostro y volteó a ver a su compañero, quien ya estaba sonriendo al verla contenta. Ella se sonrojó al darse cuenta de que, Velkan la observaba en esa acción tan cotidiana. —Ya sabes —rió nerviosa—, mi mamá no puede dejar de ll
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