Lola y Emma habían recogido sus cosas del apartamento de Alex, y se mudaron al de ellas. Con el dinero que Rose le prestó compró algunos víveres, en especial los que requería la niña, pues la dieta de ella, era especial. Miraban una película en la televisión de la habitación, cuando el sonido del timbre las sobresaltó a ambas. Lola lucía un conjunto de dormir de dos piezas, short y blusa de tiras de satín, se colocó la bata encima y fue hasta la puerta. Observó por la mirilla, y el corazón le dio un vuelco, ahí estaba Alex, con sus rizos rubios alborotados, su impresionante altura y presencia, todo él estremecía de pies a cabeza a Lola, entonces su mano temblorosa se posó sobre la perilla de la puerta, y la abrió. —Hola, Lola —dijo Alex—. Te traje algunos víveres, imagino que la alacena está vacía. —Frunció el ceño, al percibir el aroma a café que provenía de la cocina
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