Tomó una bocanada de aire, se despegó de aquella pared y cobró impulso para atravesar el pasillo. Ante la puerta, con la mano todavía sujetando la manilla, escuchó quejidos de placer. Se detuvo.Aguzó el oído, pero el piano de Richard Clayderman lo hacía difícil. ¿De qué se trataba todo esto? Por segundos estuvo indecisa, franquear la puerta, regresar, despertar de un mal sueño. Empujó levemente la puerta, dejando una rendija sutil por donde espiar. En efecto, los quejidos provenían de aquella habitación, de aquella cama. Una cama muy grande, ribeteada en bordes dorados, igual a la descrita por Talía. Ahí, sobre las sábanas blancas, estaban dos cuerpos rendidos de placer. Era Adréis, el sexy Adréis, encima de una mujer que no logró identificar de inmediato, porque la espalda ancha de su amado lo impedía. Su corazón pasó de latir a la velocidad del deseo, a la velocidad de la ira. Como pudo, miró al piso, en el suelo un pijama rojo, igual alque ella había usado la noche anterior y que T
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