--Buenas tardes, señor Leroux... --Buenas tardes, señor Leroux... --Buenas tardes, señor Leroux... --el hombre de hermoso rostro y cuerpo atlético no había salido la más mínima sílaba, solo caminaba con su rostro completamente frío a su ascensor privado. Porque odiaba tener siquiera que compartir el mismo aire de cualquier persona que se atravesara en su camino.Las reglas eran básicas. Se habla con el señor Leroux, pero nunca, nunca te metas en su camino, nunca hables de más y sobre todo nunca esperas nada que venga de él. Era un ser que odiaba a todos a su alrededor, por lo menos era lo que consideraban todos sus empleados. Señor Leroux no mostraba la más mínima muestra de agradecimiento, jamás te observaba y jamás te mostraba ningún tipo de interés.Era una lástima para muchas de sus admiradoras, algunas por su belleza u otras por su inteligencia, sin contar su magnífica estirpe y el dinero que llegaba a obtener de aquel hombre frío. Pero de qué servía
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