Cuando le volvió a ver, todo revivió en ella; ahora, analizadas las cosas fríamente, se daba cuenta de que Pablo era para ella como otro amigo cualquiera, como Mark, como Joe, como tantos otros amigos de su marido que les visitaban con frecuencia. Y se alegraba de aquella conclusión. ¿Moría en ella el deseo o la posibilidad de amar a un hombre determinado, o se reducía aquella muerte solamente a Pablo? Ella era joven, tenía un corazón como cualquier mujer, su marido en este aspecto era un cero a la izquierda, un hombre que la había comprado y que tenía sobre ella todos los derechos y que quizá por haberse interpuesto en su vida de aquella manera brusca y forzada nunca lo admitiría de buen grado. Además, sus puntos de vista rara vez coincidían. Eran opuestos, completamente. Lo que a Greg le gustaba a ella le desagradaba enormemente, pero se había habituado a él. Era como aquel que se acostumbra a tomar una tableta para dormir y aunque sabe que perjudica a su salud, no puede conciliar
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