La puerta de roble se abrió, emitiendo un chirrido. La primera en entrar a la habitación fue una mujer de cabellera rubia, atada en una coleta alta, que le daba a sus rasgos un toque de altivez y arrogancia. Llevaba puesto un vestido de látex, color rojo, que le llegaba unos pocos centímetros arriba de la rodilla, el cual se adhería a su cuerpo como una segunda piel, resaltando sus exuberantes atributos. Un cierre de dientes plásticos se extendía desde la parte baja del vientre hasta su cuello. El diseño era sin mangas, con una abertura en el pecho en forma de trapecio, que dejaba ver un par de senos bien proporcionados. Además, las botas de corte alto, del mismo material y color que el vestido, le añadían unos veinte centímetros más de altura gracias a la plataforma y al tacón de aguja. Fácilmente, Isis sobrepasó al chico descalzo y encadenado frente a ella por medio pie de altura. Detrás de ella emergió la sutil y elegante figura de una segunda mujer, también rubia, quien llevaba e
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