Cuando se produjo el corto de electricidad, el pequeño Adrián estaba en su habitación viendo una de sus series preferidas: Invencible. A sus once años, esta caricatura repleta de violencia, mensajes amorales y connotaciones sexuales debería estar más que prohibida para él, pero claro, ¿quién iba a impedir que la viera? Sus padres no estaban. Nunca estaban a esa hora, así que Adrián podía abrir los streaming y ver lo que le diese la gana. Se reproducía una orgásmica escena de sangre cuando todo se quedó a oscuras y él, al borde de su cama, hipnotizado por la pantalla, tardó unos segundos en entender lo que estaba pasando. Lanzó uno de esos improperios que ningún niño se atrevería a decir en presencia de sus progenitores y sali&oac
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