IMPERIO. Había esperado alrededor de un cuarto de hora para ser atendida por los representantes de Fátima. Y tres horas más, mientras los dueños revisaban el trabajo meticulosamente. Estaba nerviosa, quería ponerme de pie y caminar de un lado a otro, pero me obligué a permanecer sentada, a la espera del resultado final. Apenas la señora Camila atravesó las puertas de la oficina, supe que eran buenas noticias. —Felicidades, señora Imperio, sus diseños son maravillosos, únicamente necesito que corrija dos modelos, las necesito en talla grande, por lo demás estoy realmente encantada con su trabajo. —Muchas gracias a usted por la oportunidad, señora Camila, no sabe lo que esto significa para mí —dije con total sinceridad. Mi padre y Tristán tenían razón, yo podía valerme por mí misma y aunque mi deseo era brincar y gritar de emoción. Sonreí únicamente en agradecimiento, me despedí y me dirigí a casa completamente fel
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