IMPERIO.Trabajé durante unas horas, necesitaba distraer mis pensamientos, aunque era muy difícil y pese a que Tristán se había comportado como un verdadero caballero. Yo no podía dejar de pensar en su mirada puesta sobre mí. Deje de pensar en lo ocurrido ahí en el estudio, al escuchar el auto de Valerio estacionarse. Salí de la habitación para dirigirme a la cocina. Tenía que preparar el almuerzo, esperaba que, como todos los sábados, almorzáramos y él subiera a la habitación y se encerrara a dormir, yo necesitaba ocuparme en el trabajo y no quería discutir con él y hacerle sospechar lo que me traía entre manos. Mi sorpresa fue grande al ver que no se trataba de Valerio, sino de Luciano, quien hablaba en la sala con Tristán y Ofelia. —Señora Acosta —salu
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