El tal Máximo conducía a gran velocidad, pero me sorprendía bastante la habilidad con la que lo hacía. Luego de unos diez minutos, nos detuvimos frente a una casa de dos pisos. Sus paredes eran blancas, su techo de color rojo oscuro, y a ambos lados de la puerta habían dos columnas. Sin duda era una casa preciosa. A su alrededor había otras que eran de estructuras similares, pero con distintos colores. Máximo se bajó de su auto y se cruzó de brazos a esperarme. ¿Por qué si parecía tan irritado de estar conmigo, me ayudaba? Joder, qué tipo raro. Tomé mi bolso y a Ponce, y bajé del vehículo. Él me observó, luego a mi gatito, y finalmente de nuevo a mi.
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