Capítulo 5

POV Anastasia

Una vez que llegamos a la casa, Máximo y yo comenzamos a guardar las cosas en la cocina. En el viaje de vuelta me había dejado bien en claro que no quería charlar conmigo, así que todo el rato me mantuve callada. A veces me parecía que me observaba de reojo, pero cuando lo miraba ya me estaba dando la espalda. 

Quedaba poco trabajo cuando su teléfono comenzó a sonar y a paso tranquilo se alejó para contestar. 

Tomé los elementos personales que me había comprado y subí a mi habitación. Al abrir la puerta me encontré con Ponce, quien estaba sobre la cama plácidamente dormido. Los gatos eran tan independientes que a veces ni siquiera notaban nuestra ausencia. 

Acomodé las cosas dentro de un pequeño ropero que había en una esquina y recordé que debía salir a comprarme algo de ropa, ya que tan sólo tenía un jean, tres remeras y el jogging que traía puesto. Por fortuna, había traído un poco más de ropa interior, pero aún así debía conseguir algunas prendas.

Suspiré siendo consciente de mi cuerpo cansado y decidí tomar una ducha para relajarme. Tomé mi ropa y me dirigí a una de las puertas que estaban en el pasillo. No había un baño sólo de hombres o de mujeres, sino que había dos y se compartían. De modo que golpeé la puerta y ante la negativa de respuesta me adentré.

Una vez allí recordé que en la conversación que había tenido con Jared me había explicado que cada uno tomaba su propia toalla y la apartaba, pero las que estaban limpias y sin usar se colocaban sobre la repisa del baño. Tomé una de color beige y pensé que por fin me daría un baño sin necesidad de que alguien me lo prepare. Sí, así de raro era todo en la mansión. 

Me acerqué a la bañera y abrí la llave dejando que el agua lloviera rápidamente. Me desvestí y con un suspiro de alivio ingresé para darme el merecido momento de descanso. 

Durante unos veinte minutos limpié mi cuerpo y mi cabello, y procuré dejar que el agua resbalara por mi rostro dejándome una sensación de tranquilidad. 

Cuando terminé de ducharme, me envolví en la toalla y me quedé de pie frente al espejo. Deslicé mi mano sobre el cristal quitando lo empañado para poder observarme. 

Mi cabello castaño estaba algo ondulado y mis ojos marrones brillosos. Mi rostro denotaba cansancio pero también alegría, y supe que lo que estaba haciendo estaba bien. 

De pronto, la puerta del baño se abrió de modo brusco interrumpiendo mis pensamientos. Volteé asustada y mi respiración se detuvo cuando vi quién era la persona que había entrado. 

Máximo estaba de pie, luciendo bastante aturdido. Lo primero que noté era que no llevaba camiseta, y pude confirmar que mis sospechas eran correctas: todo su torso musculoso era de las cosas más sexys que había visto alguna vez. Desde su hombro derecho hasta el codo tenía un tatuaje negro que lo abarcaba completamente, haciéndolo ver aún más guapo. 

Sus labios estaban entreabiertos y sus ojos en un primer momento también, pero luego recorrieron rápidamente mi cuerpo. 

Y entonces recordé que estaba frente a él prácticamente desnuda y salí de mi trance, sosteniendo con fuerza la toalla para asegurarla en su lugar.

-Joder, lo siento- dijo éste dando un paso hacia atrás rápidamente y cerrando la puerta. 

Llevé mi mano al pecho sintiendo debajo de ésta los latidos acelerados de mi pobre corazón. No estaba acostumbrada a estar cerca de hombres como él y mucho menos que me vieran así. Desde que lo había conocido me sentía extraña bajo su mirada… Era penetrante y a la vez distante. Ni yo misma podía entenderlo. 

Era cierto que Máximo era sumamente apuesto, y que tenía ese aura de frialdad que paradójicamenteme acercaba, y que además había sido el primero en ayudarme aquí. Pero más allá de eso, debía recordar que era un extraño. 

Me vestí de prisa sin querer seguir dando vueltas al asunto y salí al pasillo a paso atropellado. Sin embargo, un fuerte cuerpo me detuvo. Máximo estaba de pie junto a la puerta.

-Oye Anastasia, discúlpame. No me di cuenta que el baño estaba ocupado…-

Alcé la vista ya que era mucho más alto que yo, y me encontré con sus ojos sinceros.

El corredor estaba bastante oscuro porque el atardecer estaba terminando pero aún así era testigo de su mirada intensa y de su respiración agitada

-No hay problema- murmuré desviando un poco la mirada,. Todavía podía recordar su torso desnudo y sus labios entrabiertos…

-De acuerdo…-balbuceó y yo continué con mi camino.

Una vez dentro de mi cuarto cerré la puerta y descansé mi cuerpo sobre ella. Mi respiración estaba tan acelerada que parecía que había corrido una carrera. 

Joder, Anastasia ya cálmate.

Tomé aire y decidí buscar una distracción mientras me cambiaba. Tenía que dejar de sentirme de ese modo frente a él, o sino la convivencia sería insoportable para mí.

Luego de unos minutos me acosté en la cama. El colchón estaba un poco duro, pero por lo cansada que estaba poco importaba. 

Ponce se acercó a mi lado estirándose y ronroneó. Entre sonrisas acaricié debajo de su oreja, que era su lugar preferido. Y en respuesta, él vibró. Joder cuánto lo amaba; estaba muy feliz de haberlo traído conmigo.

Poco a poco mi respiración se fue haciendo cada vez más lenta y profunda. Mi gato se acostó y mi mano poco a poco detuvo sus movimientos, hasta que me quedé profundamente dormida. 

Dos golpes en la puerta hicieron que mis ojos se abrieran. 

-¿Quién es?- pregunté sentándome en la cama adormecida.

-Anastasia, vamos a cenar…-

La gruesa voz de Máximo hizo que mi corazón diera un vuelco en mi pecho. Cerré mis ojos comenzando a sentirme molesta por la sensación que me invadía cuando él estaba cerca. Tenía que mantenerme alejada de él.

-Voy- respondí simplemente, e inhalando profundo me puse de pie para bajar al comedor.

Cuando me acerqué al salón principal divisé una mesa de madera que al llegar había ignorado completamente. En ella, había cuatro personas sentadas y sólo conocía a dos: Jared y Máximo. A su lado había otro muchacho y una muchacha.

-¡Aquí está Anastasia!- La voz alegre de Jared captó la atención de todos. Los otros tres voltearon a verme y rápidamente me sentí incómoda. No me gustaba ser el centro de atención, aunque por mi familia se suponía que debía estar acostumbrada. 

-Hola a todos- murmuré con una sonrisa mientras me sentaba entre el pelirrojo y la otra chica. 

-Hola, soy Jenny- se presentó la muchacha que estaba a mi lado. Su tez era morena y llevaba su cabello recogido en una cola alta estaba repleto de pequeñas trenzas.  Era una chica muy guapa. - Es bueno que por fin haya otra mujer en la casa- 

Reí al escucharla. 

-Poco a poco vamos ganando terreno- bromeé y ambas reímos. 

-Soy Scott- habló el otro muchacho. Sus rasgos eran orientales y su cabello estaba teñido de un color gris brillante. 

-Mucho gusto, Scott. ¿Qué estudian?- pregunté mientras me servía un poco de arroz en el plato. 

-Música- respondió el chico.

-Fisica- respondió ella.

-Oh ¡Qué bien!- dije y di un mordisco a la carne. 

-¿Tú?-

-Voy a empezar arte…- 

-Está en el mismo edificio que yo, podemos ir juntos si te parece- respondió Scott. 

Era una buena noticia no tener que ir sola, así podía ayudarme a inscribirme. 

-Oh claro, eso estaría muy bien- sonreí. 

-¿Me pasas la sal?- Máximo habló de repente, con un tono bastante seco, interrumpiendo la conversación que llevábamos. Al parecer estaba de mal humor… Para variar. 

Jared le extendió el salero y Scott volvió a hablar: 

- Si quieres podemos salir a las ocho de la mañana, vamos caminando. Está a unas pocas cuadras…-

-¿Me pasas el aceite?- volvió a hablar Máximo.

Lo miré irritada mientras éste hacía como si nada. 

-De acuerdo- le respondí a Scott, y la conversación finalizó allí. Casi podía ver con claridad la sonrisa triunfante de Máximo.

Aquí todos parecían ser simpáticos, excepto él claro está.

-¿De donde vienes?- preguntó Jenny. 

Joder, aquí vamos.

En ese momento, Máximo alzó la mirada de sus plato y me observó con atención. Al parecer estaba intrigado acerca de mi origen.

-De Lancost- respondí con seguridad.

Una de sus comisuras pareció elevarse pero fue casi imperceptible, de modo que no supe si había sido real.

¿Qué le parecía divertido? Quise preguntarle, pero sonaría demasiado borde.

-Oh es un largo viaje, ¿Y por qué elegiste este lugar?-

Carajo…

Observé nuevamente a Máximo, que estaba sentado frente a mí, y este alzó sus cejas esperando mi respuesta. 

-Siempre me ha gustado este pueblo- mentí y bebí un poco de agua.

Pareció ser respuesta suficiente ya que todos asintieron y comenzaron a contar sus anécdotas de cuando llegaron aquí.

En ocasiones durante la cena la mirada de Máximo y la mía se cruzaban, pero eran momentos fugaces. Cada vez me parecía una persona más extraña. 

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