Todos los capítulos de REVUELTAS DE SANGRE 1 - Miscegenación: Capítulo 41 - Capítulo 50
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CAPÍTULO XL
Una hora después se había corrido el rumor de que la agente Volk de Sheva, que estaba de visita, andaba caminando por los techos de la sala de investigación asignada para ellos.Los agentes, vampiros, humanos y mestizos; se paseaban por el pasillo lanzando fugaces vistazos en su dirección, porque era poco más que inusual ver a Fira de cabeza con su adusta mirada, observando a todos como si se los fuera a comer.Parte de su diversión era hacerlos sentir incómodos.Aston la invitó a bajar para que revisaran la información que tenían, pero ella se negó, alegando que solo bajaría de allí cuando salieran a investigar la escena del crimen y que desde su posición podía ver perfectamente bien cualquier proyección.―La gravedad solo afecta a los débiles ―expresó con desdén.Fira podía llegar a ser pedante en extremo, lo
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CAPITULO XLI
Llegaron a la escena del crimen alrededor de las cuatro de la tarde. Durante todo el camino estuvieron barajando opciones y teorías sobre el caso; Aston quería preguntarle a su compañera cómo se sentía al respecto de todo eso, sabía que el tema de los crímenes contra mestizos era un tópico sensible para ella.Había solicitado a Sia que le enviara el archivo de Fira Volk para leerlo, algo que debió hacer años atrás pero que por alguna razón había postergado, en ese momento se arrepentía de haberlo postergado.Conocía la versión reducida y condensada que ella daba, pero aparentemente, Fira Volk, la agente mestiza, o conversa ―aunque en el fondo nunca se había sentido así―, era una de las mejores, más efectivas y, también, más problemática, agentes de La Fuerza.No le duraban los compañeros má
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CAPÍTULO XLII
Fira ingresó por la entrada de emergencia, pasó su reloj por el identificador de la puerta y se dirigió directamente al piso cinco. Supuso que la doctora Zabala era esa clase de persona obsesionada con su trabajo, que vivía más en la clínica que en su propia casa y a la cual era probable que la obligaban a tomar vacaciones porque por su propia cuenta nunca lo hacía.La providencia quiso que en el momento en que se abrieron las puertas del ascensor en el piso correspondiente, la mujer apareciera por el pasillo con su tableta de trabajo en la mano.―Usted no se ve nada bien ―le dijo a modo de saludo.―Y yo que pensaba que tal vez me encontraba algo atractiva ―respondió Fira con sarcasmo.―Necesita asistencia médica ―ignoró su comentario, analizando el estado de cuerpo.―Por eso vine a verla ―gruñó la vampira―, es médico ¿no?―Soy psicóloga
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CAPÍTULO XLIII
La Madriguera del Conejo era una enorme sala de color gris claro y altos techos del mismo tono pero oscuro. En el fondo de la habitación había una máquina enorme, que parecía un árbol, más específicamente un sauce llorón, hecho de cables, mangueras y tuberías de metal, con filamentos luminiscentes de diversos colores. Todos los componentes surgían desde el suelo y se iban enrollando como si fuesen el tronco de un grueso y nudoso árbol que subía por lo menos dos metros hasta el techo y luego se separaban en todas direcciones. De algunas de las “ramas” colgaban una serie de mangueras que le recordaban las lianas y enredaderas; cayendo justo sobre los sillones reclinables de un tono de gris más claro que la habitación.Todo era de color gris y hacía resaltar la fluorescencia del tétrico árbol.Al entrar a la Madriguera se podía ver que
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CAPÍTULO XLIV
―Corre.Su hermano salió corriendo hacia la oscuridad. Pero no era Vladimir, con su cabellera platinada y sus ojos lilas; este era un pequeño joven de cabello oscuro y cuerpo larguirucho.―¡Sergei, espera, si te alejas de mí no podré protegerte! ―le gritó, siguiéndolo con rapidez.La primigenia oscuridad nebulosa se transformó rápidamente en un bosque nevado, bañado por la tenue luz de la luna creciente. Trató de divisar el cabello oscuro de su hermano o la gabardina de color esmeralda que llevaba, demasiado delgada para el frío reseco que los envolvía; estaba helando, en aquella época del año las temperaturas eran extremas, si se perdía en la oscuridad podría morir congelado y su madre no se lo perdonaría, jamás lo haría. A diferencia de ella, su mamá lo tenía a él, era el único hijo que la acompa
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CAPÍTULO XLV
―Hola, Fira ―dijo una niña de largos cabellos dorados. Iba ataviada con un vestido de gasa de color blanco y azul cielo, con largas medias de un tono blanco níveo y zapatos de charol negro muy brillante―. Me alegra saber que estás bien, tus signos vitales son estables, tus primeros ciclos de sueño terminaron.En apariencia no tendría más que unos nueve años, sin embargo hablaba con la propiedad de un adulto. La observaba desde arriba, así que Fira se enderezó y miró en derredor.―¿Dónde estoy, Alicia? ―preguntó.A su alrededor veía un jardín algo familiar, como si hubiese estado en ese lugar previamente. Era de noche, pero había rosales por todos lados; arbustos y setos circundaban los caminos, creando pequeños laberintos. Estaba sentada en medio del pasto, y justo detrás de Alicia, había una puerta que se sostenía en el air
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CAPÍTULO XLVI
―¿Le duele algo, agente? ―preguntó la doctora Zabala.―No ―contestó secamente.Todas las alarmas de SARA saltaron cuando Fira salió del M.O.R directo a la vigilia. Unas bandas de metal surgieron de inmediato, inmovilizando su cabeza y el resto de su cuerpo. Los doctores y técnicos corrieron por la rampa y uno, a todas luces un vampiro, saltó desde una distancia de casi ciento cincuenta metros y comenzó a gritarle que no se moviera. Algo que no estaba haciendo y se lo remarcó con un tono de voz tranquilo.El técnico, aturdido por completo, se detuvo a examinarla y comprobó que era verdad; en efecto, Fira no se movía, aunque continuaba con los puños tan severamente apretados que comenzaba a hacerse media lunas de sangre en las palmas.―Está llorando, agente ―insistió la doctora―. La estamos lastimando, pero según los sensores, no hay ningún &aacut
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CAPÍTULO XLVII
Las exequias se realizaron a las seis de la tarde en punto, tal y como la Comandante Bhat informó. Desde todas las azoteas de los edificios que componían la base de Las Fuerzas Especiales de Jamesh, colgaban estandartes de color vinotinto que representaban el luto para los vampiros. Los agentes estaban de pie, firmes, con sus uniformes de gala, portando una banda del mismo color en el antebrazo izquierdo, rindiéndole honores al elegante féretro de metal donde descansaba el cuerpo del agente J.L Pope. Aden se hallaba de pie junto a la cabecera, al lado de Amelia, recibiendo condolencias por el compañero caído.Todos sabían lo cerca que habían estado de perder a más miembros; ahora el miedo y la incertidumbre fustigaba los corazones y mentes de todas las fuerzas de la ley de la ciudad. Los demás oficiales caídos formaban parte de las policías locales que, junto con Las Fuerzas Especiales, se enc
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CAPÍTULO XLVIII
Dimitri se restregó las manos con fuerza sobre el pecho. Menos mal que la agente que lo persiguió por varias calles estaba herida, si no habría sido su fin. Seguro la vampira no se dio cuenta de que lo había herido en el lado derecho del pecho, y de no haber sido porque ya iban a buscarlo, habría caído en manos de La Fuerza, habría caído en manos de ella.Quería sentirse molesto por eso, pero no podía negarse a sí mismo que estaba fascinado por la estúpida y testaruda agente. Creyó seriamente que había sido asesinada por Aka antes de caer detenido. Sus fuentes de la base le aseguraron que su hombre estaba en condiciones graves, pero no se supo nada de la agente que lo había puesto en esa situación, y según su fuente, eso se hacía cuando el agente en cuestión había fallecido, porque era mal visto que los agentes, súper huma
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CAPÍTULO XLIX
Aston y Aden estaban en el baño, el primero enjuagándose el rostro con agua fría antes de salir del bar; había comenzado a beber como si no hubiese un mañana y decidió que el mundo le daba igual.Aden procuró mantenerse a su lado durante la noche, sin preguntarle en ningún momento dónde se encontraba Fira, y cuando se hizo el momento de volver a la base, le dio un simple codazo y lo guio hacia el baño.El agente Dagger pensó que ese tipo era un buen compañero.El camino de regreso fue bastante confuso, Aston no recordaba cuánto había bebido; en sí no recordaba nada desde el quinto o sexto vaso de whisky, su bebida de despecho por excelencia; o por lo menos nada que fuese remotamente importante, a menos que tomaran en cuenta la lista mental que enumeró de los desplantes y desamores que había sufrido en su vida, que a conciencia no eran tantos com
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