El tan conocido sabor a hierro, producto de la sangre, colmaba sus papilas gustativas, aún así, todavía no había logrado cazar nada. Corriendo de forma veloz, entre los robustos pinos de amplias copas verdes, el enorme lobo de pelaje gris se desplazaba sin problemas, guiado por el aroma a sangre fresca. La noche estaba cerrada, y la luna emergió de su velo durante cortos lapsos de tiempo para iluminar su camino, sin embargo, a ella no le importaba, después de todo, su vista era más que perfecta.Al igual que su olfato u oído. Este último, le permitió escuchar su llegada antes de ver emerger de entre los árboles con un salto formidable, al enorme lobo de
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