Eduardo López disfrutaba las explosiones de todo tipo: granadas, bombas nucleares, y dinamita, eso era lo que le emocionaba. Sentía un gran placer al escuchar en la radio los desastres provocados por las guerras en otros continentes, hasta que decretaron servicio militar en su país, y le tocó ir a la montaña. Pensó que sería la oportunidad para escuchar las bombas a corta y larga distancia. Prefería que fueran a larga distancia, y en efecto, caían bombas aéreas, granadas de mano, y proyectiles de bazuca desmembrando a los soldados. Era una rata maniática que disfrutaba disparar al enemigo, y se reía de manera frenética cada vez que daba en el blanco. Sus compañeros pensaron que era el comportamiento patriótico que lo motivaba a batallar de esa manera. López se sentía inmortal, las balas nunca le alcanzaban, aunque fuera de frente al ataque, siempre resultaba vencedo
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