– Mamá, mamá, mamá.– Mm – contesté entre sueños. Santiago brincaba en la cama y me movía para despertarme. – Mamá, ¿Vamos a la playa? – Seguía brincando. – Es temprano aún – me negaba a abrir mis ojos, por fin había podido tener una noche medianamente tranquila, llevábamos dos días completos en la playa, jugando todo el día en la arena y las olas bajas en la orilla del mar. Abrí mis ojos y le hice un mohín de tristeza por despertarme.– Quiero dormir.– ¡Anda! Mamá. – Así me haces tú cuando no quieres ir a la escuela – me dio una sonrisa inocente y juguetona, ya estaba muy despierto y con mucha… mucha energía. – Ve a vestirte, voy a preparar el desayuno.– ¡Sí! –salió corriendo de la habitación. Miré mi teléfono celular, sin mensajes. Sin llamadas. Sin correos electrónicos. Di un fuerte suspiro, no sé ni que espero, dijo que si no aceptaba saldría de mi vida. Cerré mis ojos para ver los su
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