Llegamos a mi casa a eso de las siete de la mañana del día siguiente. Brody ni siquiera estaba, cosa que me parece extraña porque normalmente aprovecha los fines de semana para ocuparse de su hogar. Al menos, cuando vuelva, no me matará porque ahora sí recuerdo avisarle a dónde estoy o al menos con quien. Al llegar a la cocina, Irina se sienta en la encimera y mueve sus piernas mientras yo termino de calentar un poco de caldo de pollo que encontré en la nevera. Podría haber cocinado algo, pero me pareció mejor agilizar la cuestión. —Eso huele fantástico —dice, espiando desde donde está—. No me vas a envenenar, ¿verdad? —No creo que el veneno sea suficiente para matarte. —Colombo, un ex socio del tío, se ha declarado enemigo de los Sídorov y Romano le dio su apoyo —cuenta, frunciendo el ceño—. Eso significa batallas por territorio, negocios y mujeres. ¡Por la m****a! ¡¿Por qué demonios los viejos tienen que ser tan ineptos?! Cont
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