Unas puertas dobles se abrieron y antes de entrar, Edna lo hizo inclinarse para que ella pudiera susurrarle algo al oído:—Quédese quieto aquí, mi jefa vendrá a usted. Haga todo lo que ella le diga, y si no sabe usar los tenedores, por favor, sólo mire a los demás, no es tan difícil.Extrañado ante esas recomendaciones, la miró ceñudo otra vez, pero Edna desapareció tras las puertas dobles. Se hizo consciente entonces de la música de cámara, de la cháchara de los presentes y que todos, exactamente todos, iban vestidos con ropas que en alguna ocasión debieron lucir modelos en alguna pasarela de Milán.El salón estaba ricamente panelado de arriba abajo, y en
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