Salomé empezó a recuperar la consciencia. Primero se sintió acostada sobre unas sábanas, pero en un piso duro que definitivamente no era el de su habitación. Sintió también algunas vendas en su cuerpo y además, por alguna razón, una presión fría en sus muñecas.Abrió los ojos y tal como lo esperaba, no estaba en su recamara, pero tampoco en la casa del curandero de la manada. Giró la cabeza a su izquierda y en la única ventana que pudo ver, bastante pequeña esta, vio barrotes.«¿La prisión de la villa?», pensó Salomé dando al fin con el lugar en el que estaba. La villa de los lobos negros tenía una prisión, construida hacía muchos años, para encerrar ahí a lobos grises o a lobos negros que fueran un peligro para la misma manada, pero hasta donde Salomé sabía, tenía
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