04: Los preparativos

Con todo eso arreglado, Daniel y Barak les pidieron a los jóvenes que salieran de la casa para que ellos pudieran afinar los últimos detalles en privado y para que Salomé tuviera tiempo de respirar y procesar lo que acababa de ocurrir.

Una vez que estuvieron en la calle, Salomé se detuvo, se cruzó de brazos y mirando a Carolos preguntó:

—¿Y bien?

El joven lobo se detuvo en seco, bajó las orejas y se giró despacio para ver a la loba. Era casi adorable y gracioso verlo pasar de aquel lobo valiente a ese cachorro asustado, pero Salomé tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no sonreír y mantener su cara de enojo.

Carolos evadió la mirada de su amiga por un corto periodo de tiempo, luego la miró y recuperando algo del aplomo que había demostrado dentro de la casa, dijo:

—Mantengo lo que dije ahí dentro: era necesario que se supiera lo de tu fuerza para que lo usemos a nuestro favor y terminemos con esta hambruna que estamos pasando.

Al escuchar de nuevo ese argumento, Salomé suspiró, dejó caer los brazos, relajó los hombros y replicó:

—Entonces yo también mantendré lo que dije ahí dentro: no me molesta usar esto para ayudar a la manada. Me preocupa no saber qué me está pasando, por qué tengo esta fuerza y si será el principio de otra cosa… como convertirme en “algo más”.

Nicole miró preocupada a su hermana, mientras que Carolos se volvió a armar de valor.

—¡No te debes preocupar por eso! —dijo él llamando la atención de la loba—. ¡Salomé siempre será Salomé! Y si algún día llegas a cambiar, ¡yo me encargaré de hacerte volver!

Salomé miró a Carolos con incredulidad para luego soltarle un pequeño golpe en el hombro a su amigo.

—¡Au! —exclamó el lobo mientras se sobaba ahí donde le habían dado.

—No puedes ni soportar un golpe leve, ¿cómo vas a detener a alguien como yo? —preguntó Salomé, desafiante.

Carolos pasó saliva, nervioso, pero se le podía ver decidido.

—A-aunque no sea fuerte, ¡te-te prometo que encontraría otra forma!

Salomé miró a Carolos, perdió su porte serio y rió.

—Está bien, te creó —dijo al fin con una sonrisa mientras le daba unas palmadas en el hombro.

Carolos y Nicole sonrieron por verla al fin más relajada, al punto de que la pequeña loba se animó a hacer las preguntas que tenía desde que estaban en la reunión en su casa.

—¡Oye Salomé! ¡Y si tú eres tan fuerte! ¡¿Crees que yo también pueda volverme así de fuerte?! ¡Quiero ser igual de fuerte que tú! ¡Así podría ir yo misma por las cosas que necesito para cocinar mejores platillos!

Salomé y Carolos sólo pudieron verse entre ellos, sonriendo por la forma tan inocente en que la pequeña Nicole se tomaba el asunto.

***

El anuncio de que Salomé sería la campeona de los lobos negros fue hecho por Daniel y Barak esa misma noche mientras los cazadores entregaban sus presas del día y se hacía la repartición.

Aunque nadie lo vio mal, Salomé sí notó que con diferencia los únicos que celebraban su nombramiento eran Aegeus, Carolos, Nicole y los gemelos. La mayoría de la manada se veía confundida, denotando que si bien no dudaban de las habilidades de Salomé, creían que había mejores candidatos para enfrentar al monstruo que era Claus… aunque al recordar que era precisamente Claus a quien debían enfrentar durante el rito del territorio, se alegraron al saber que no eran ellos los elegidos.

Por su parte, a Salomé lo único que le preocupó era que de seguro comenzarían a preguntarse la razón de haber sido elegida y que no tardaría en correrse el rumor de que había sido porque tenía súper fuerza y había luchado mano a mano contra Claus durante una de sus cacerías.

«Lo que me faltaba, más atención», pensó un poco desanimada, pero ya no había vuelta atrás.

***

Nada más salir el sol, Salomé abrió los ojos. Se estiró sobre su cama y se sacudió el cabello. Su día iniciaba como cualquier otro, pero había una diferencia: no iría a cazar. A raíz de que iba a ser la campeona de la manada para el rito del territorio, se le excusó de sus responsabilidades como cazadora ya que tendría que someterse a un entrenamiento con Barak, quien había pedido empezaran lo más temprano posible para aprovechar el tiempo que quedaba antes del evento.

La loba se vistió y bajó a la planta baja de la casa, donde Nicole ya estaba preparando el desayuno.

—¡Buenos días! —le saludó su hermanita—. ¡Espero que tengas hambre!

Y dicho eso le colocó la comida en el plato, pero Salomé miró lo que había enfrente con una expresión de sorpresa en el rostro: entre la carne asada, las tortillas, los bollos, las frutas picadas y el agua de fresa, esa era fácil la comida de una semana.

—¿No crees que exageraste un poco? —preguntó. Nicole sonrió y dijo:

—Para nada. ¡Necesitas toda la energía que puedas reunir para estar lista para el combate!

Salomé volvió a ver el plato y dijo:

—Está bien, eso lo comprendo pero… ¿en serio tenías que gastarte todas nuestras provisiones?

—Ah, eso —respondió Nicole sin darle importancia—. La mayoría de esa comida no es nuestra. Otros lobos vinieron a darnos de sus provisiones, dijeron que vas a necesitar toda la energía que puedas reunir si vas a vencer a Claus.

Salomé miró de nuevo el plato, recordando que las esperanzas de todos estaban sobre ella. Así que sin decir nada más, empezó a comer.

Una vez que terminó con su desayuno salió de la casa con el objetivo de dirigirse a donde se vería con Barak. Mientras caminaba por las calles se llevó la mano a la barriga.

«Comí demasiado…», pensó algo adolorida, pero al saber de dónde había salido esa comida, no se sintió con el corazón para dejar algo en el plato. En perspectiva había sido una mala idea.

Para tratar de distraer su mente del bulto que llevaba por barriga, Salomé prefirió distraerse con lo que iba a su lado: Nicole.

—¿Tú no deberías ir a las clases con la señora Asterí? —le preguntó.

Nicole le miró y con una adorable sonrisa respondió:

—Bueno, creo que lo que podría aprender viéndote entrenar con el señor Barak sería más interesante, en especial si cuando sea mayor también voy a ser tan fuerte como tú.

Salomé sólo pudo expresar una sonrisa nerviosa por la inocencia de la cachorra.

Al fin llegaron al lugar de la cita: la arena de la villa, una construcción circular delimitada por una serie de gradas de madera cuyo centro se usaba para varios propósitos, como entrenar a los cazadores, algunos eventos de la manada o el más importante, siendo ahí donde se llevaba el rito del territorio cuando a los lobos negros les tocaba ser los anfitriones del evento, como ocurriría ese año.

En la arena ya les esperaba Barak. Se encontraba sentado a mitad de la arena leyendo un libro, pero cuando vio a las hermanas llegar, sonrió, cerró su lectura y se puso de pie.

—Bienvenidas, las esperaba —saludó el beta.

—Buenos días —saludó Salomé. Nicole mientras tanto miraba en todas direcciones, Barak notó eso y preguntó:

—¿Pasa algo pequeña?

La cachorra miró al beta y respondió:

—Estaba buscando a Carolos, pensé que vendría a vernos.

—Se seguro se fue a cazar —inquirió Salomé viendo que eso era lo obvio.

—En realidad me está supliendo —se apuró responder Barak—. Si voy a estar aquí contigo, alguien tiene que encargarse de mis tareas y dado que él aspira a algún día sucederme como el beta de la manada, supongo que es una buena oportunidad para que comience.

Ante esa explicación las hermanas se miraron entre sí y rieron un poco; se podían imaginar sin problemas a Carolos vuelto loco por todas las actividades administrativas que tendría que hacer.

—Bueno Salomé, ¿te parece si iniciamos? —preguntó Barak.

—¡Sí! —asintió la loba.

Mientras Salomé y Barak hacían un poco de calentamiento y estiramiento, Nicole se apuró a ir a las gradas para no estorbar y cuando alumna y maestro estuvieron listos, Barak habló:

—Lo más seguro es que los lobos grises decidan volver a enviar a Claus y también es probable que dado que él ya sabe que tú eres fuerte, se irá con mucho cuidado, por lo tanto habrá que entrenarte en técnicas de lucha. Eres fuerte Salomé, eso yo ya lo vi, pero en una pelea la fuerza no lo es todo y tampoco es lo mismo que una cacería donde persigues a tu presa, la atrapas y la desgarras. Necesitarás técnica para complementar tu fuerza y habilidad.

Tras esa explicación, Salomé se limitó a mirar inexpresiva a Barak. Ella pensó que el entrenamiento consistiría en tratar de ayudarla tanto a aumentar su fuerza como a controlarla, no esperaba que le fueran a dar clases de cómo tirar golpes y patadas.

Barak pareció ver lo que pasaba por la mente de Salomé, por lo que sonrió y dijo:

—Parece que mis palabras no te convencieron. ¿Por qué mejor no dejo que sean mis acciones las que hablen por mí?

Salomé levantó las cejas por la sorpresa que le provocaron esas palabras.

—¿Qué quieres decir? —preguntó aunque ella ya intuía la respuesta.

Barak dio un paso hacia atrás, dobló las rodillas y levantó los brazos.

—Atácame e intenta darme un golpe.

Aunque era lo que ella intuía, Salomé y también Nicole no pudieron evitar sorprenderse por la petición.

—¿E-estás seguro? Sabes bien que soy fuerte.

La sonrisa de Barak no menguó y respondió:

—Estoy seguro.

Salomé pasó saliva. Miró sus puños y se concentró en tratar de controlar sus fuerzas, se acercó a Barak y con su mano derecha tiró un golpe hacia el estómago de este… pero el golpe nunca llegó, ya que con un rápido movimiento de su mano el beta había desviado el golpe de Salomé.

—Muy lenta —se burló el beta.

Salomé se lo tomó a mal y se apuró a tirar otro golpe, esta vez con su mano izquierda, pero el resultado fue el mismo: Barak lo desvió con un suave pase de su mano.

Esos dos golpes bastaron para hacer que la loba perdiera la paciencia, así que se dedicó a empezar a tirar más y más golpes, poco a poco dejando de intentar controlar sus fuerzas y atacando con todo, con el único objetivo de conectarle al menos uno al beta, incluso llegando a tirar patadas, pero todo lo que lanzaba, Barak lo detenía o lo esquivaba.

Finalmente el beta empezó a cansarse, cosa que no era lo mismo con Salomé, por lo que decidió terminar con su demostración: Salomé lanzó un puñetazo más, pero esta vez en lugar de detener o esquivar el golpe, la tomó del antebrazo y la jaló hacia él, pero no fue lo único que hizo, pues también se hizo para un lado y le puso el pie, provocando que la loba cayera de bruces contra el suelo, dando por finalizado ese combate.

Mientras Salomé se levantaba escupiendo algo de la tierra que le había entrado en la boca por la caída, Barak se acercó a ella y dijo:

—¿Viste Salomé? Eres más fuerte que cualquiera de nosotros y aún así te derribé usando pura técnica. Quiero que aprendas esto: la fuerza sin una estrategia no es nada más que una amenaza vacía.

Mientras tanto, hincada en el suelo Salomé se limpiaba la comisura de los labios. Ahora lo veía, pelear no era lo mismo que cazar y si quería eliminar todas las posibilidades de que Claus le venciera en el rito del territorio, tendría que aprender a pelear.

—Bien, ya entendí. Ahora enséñame por favor —pidió la loba.

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