Salomé y Barak continuaron con su práctica por gran parte de la mañana. Por ese día ya no combatieron, pues el beta pensó que lo mejor sería que la loba practicara algunas posiciones de pelea antes de comenzar a practicar con ellas y después seguir viendo formas de controlar su fuerza.
Al llegar el medio día Nicole se dio cuenta de que pronto sería hora de comer, por lo que regresó a casa para preparar comida tanto para su hermana como para Barak y para cuando regresó a la arena, justo el beta había autorizado un descanso, por lo que la niña aprovechó para acercarse a ellos con la cesta donde había guardado la comida que había preparado y dijo:
—Espero que tengan hambre.
Salomé vio a su hermana y sonrió. La verdad es que aunque Nicole le había hecho desayunar pesado, luego de todo el día de entrenamiento tenía bastante apetito.
—Huele delicioso —elogió Barak mientras se sentaban alrededor de la cesta y veían cómo Nicole sacaba la comida—. ¿Qué es?
—Estofado de jabalí —presentó Nicole mientras comenzaba a servir en un plato la carne cortada en trozos, acompañada de pedazos de papa, manzana y zanahoria. Salomé también pudo olfatear algunas hierbas aromáticas en el platillo, lo que aumentó su prisa por ya hincar el diente.
Barak tomó el plato que le daban y mientras comenzaba a comer dijo:
—Por eso me gusta cuando Daniel me invita a comer. Los lobos por lo general nos contentamos con sólo asar la carne y tal vez añadirle alguna legumbre, pero tú lo vuelves todo un arte.
Nicole sonrió alagada y mientras le servía su porción a su hermana, dijo:
—Bueno, la comida normal me parecía aburrida, así que empecé a hacer experimentos para mejorar el sabor. También me gustaría pronto poder volverme cazadora, para buscar por mí misma mejores ingredientes.
Barak rió por el comentario de la niña y dijo:
—Entonces supongo que te convendrá venir a ver cómo entreno a tu hermana para que te vayas haciendo una idea de lo que te espera.
Nicole le pasó su plato a Salomé y luego volvió a mirar a Barak para decir emocionada:
—¡Señor Barak! ¡Debo decir que usted es impresionante! Antes pensaba que usted era sólo un viejo aburrido por encargarse de estar dando órdenes todo el día, pero ahora que lo vi entrenar… ¡fue genial! ¡¿Dónde aprendió a moverse así?!
Salomé casi se atragantó al escuchar cómo su hermana no había tenido tacto al llamar tan directamente a Barak como un viejo aburrido, pero al parecer el beta no se lo tomó a mal porque sólo rió y respondió:
—Viajé mucho cuando era joven y así aprendí cosas.
—¡¿Usted viajó fuera de Arcadia?! —preguntó Salomé alzando las cejas, no sabiendo esa parte de la historia del padre de Carolos.
—Sí, cuando era joven fui como tus padres… como la mamá de Nicole —respondió Barak mientras se llevaba otro bocado del estofado a la boca—. Me harté de estar en esta isla, armé un pequeño bote y me hice a la mar… la pasé muy mal porque no tenía experiencia ni como marino ni como constructor de barcos así que naufragué. Por suerte un navío de humanos me salvó.
Esa información sorprendió todavía más a Salomé.
—¿Humanos? —preguntó—. Pensé que se habían extinto.
—¿Extinto? —preguntó Barak mirando a Salomé. La loba se sintió un poco avergonzada y se explicó:
—Bueno, recuerdo que cuando era niña una vez escuché a mi papá decir que los humanos se habían extinto cuando el país de Babilonia fue destruido.
Barak rió y explicó:
—Bueno, la verdad es que la destrucción de Babilonia sí diezmó mucho sus números. Pero se refugiaron en la zona norte del continente, desde donde empezaron a reconstruir su civilización, por eso no son muy comunes de ver, bueno, en realidad en los últimos años ya comenzaron a salir de su zona y ya son más comunes los encuentros con ellos, o al menos así lo era cuando me fui de viaje.
—¡¿Y qué otras razas conoció durante su viaje?! —preguntó Nicole con la emoción reflejada en su cola que se movía de un lado a otro.
Barak rió por la emoción que mostraba la niña y comenzó a enumerar:
—Veamos… aparte de humanos conocí a los elfos y a los trentis en los bosques del oeste, vampiros en las frías tierras del norte donde casi no hay luz, hombres de las nieves y hombres araña en las tierras de oriente… ¡Ah! Y demonios en los países del sur.
«¡¿Demonios?!», pensó Salomé, recordando su encuentro con Claus y Kimaris.
—¡¿Demonios?! —exclamó Nicole mientras tanto—. Seguro fue una mala experiencia.
Una vez más, Barak rió antes de responder:
—No voy a negar que son una raza algo… peculiar. El tono rojo de su piel y los cuernos que tienen en sus cabezas dan algo de miedo y aunque no te voy a negar que encontré algunos que me dieron problemas, pues es como con todas las personas: puedes encontrar tanto cosas buenas como cosas malas.
—¡Wow! —exclamó Nicole emocionada—. ¡Como me gustaría ver un demonio algún día!
Barak se limitó a sonreír, pero luego miró a Salomé y la vio pensativa.
—¿Pasa algo? —le preguntó.
Salomé miró a Barak, pasó saliva y respondió:
—Creo que hay algo que olvidamos mencionar de nuestro encuentro con Claus el otro día. Vimos a una demonio.
—¡¿Qué?! —exclamaron Nicole y Barak al mismo tiempo, aunque por diferentes motivos.
La loba bajó la mirada y comenzó a narrar:
—Sí, Claus y yo peleamos y sí, yo tenía la clara ventaja, pero antes de poder seguir con la pelea apareció esta demonio llamada Kimaris y detuvo la pelea.
El beta miró impresionado a la hija adoptiva de su alfa por su relato y preguntó:
—¿Y Claus la obedeció así como así?
—Así es —asintió Salomé—. Se resistió un poco pero al final terminó obedeciendo a la demonio.
Barak se llevó la mano al mentón y tras pensar un poco, dijo:
—Eso sólo podría significar que esa tal Kimaris tiene ahora una jerarquía alta dentro de la manada de los lobos grises. ¿Pero qué hace una demonio en Arcadia? Y más importante, ¿por qué los lobos grises la aceptaron en su grupo?
Salomé pasó saliva, nerviosa, y preguntó:
—¿Crees…? ¿Crees que es algo de lo que deberíamos preocuparnos?
Barak la miró y tras meditarlo un poco, respondió:
—No lo creo. Si esa tal Kimaris planeara algo que nos afectara, ya lo habríamos notado desde hace tiempo. Creo que por ahora lo mejor que podemos pensar es que debe de estar en una situación similar a la tuya y de Nikte cuando naufragaron aquí, que de alguna forma se las arregló para que los lobos grises la recibieran como uno de los suyos.
Barak se pasó la mano por la barbilla y se preguntó:
«¿Tyrone la habrá tomado como esposa? Es lo único que se me ocurre»
—Como sea… —concluyó entonces Barak— De cualquier forma le informaré a Daniel para que esté al tanto, mientras tanto terminemos de comer para que regresemos a nuestro entrenamiento, ¿te parece?
Salomé asintió y continuó comiendo.
***
El primer día de entrenamiento llegó a su fin y Salomé fue libre para irse a descansar. Ya en casa Nicole le preparó agua caliente para que se bañara así como algo para cenar y después de eso se fue a la cama, pero aunque ya había anochecido no pudo caer dormida de inmediato porque pronto algo le sacó de su relajación: un silbido.
Sonrió, salió de la cama y se asomó por la ventana para ver a Carolos llamándola desde la calle, así que salió y se reunió con su amigo.
—¿Y cómo te fue? —preguntó Carolos una vez que su amiga llegó con él.
—No tan mal —respondió Salomé recargándose en el muro antes de dejarse caer para sentarse—. Pensé que iba a aprender a controlar mi fuerza o por el contrario me iban a poner ejercicios para aumentarla, pero resultó que tu papá va a estar enseñándome cómo pelear.
Carolos se sentó al lado de Salomé y cuando escuchó eso, levantó las cejas impresionado y preguntó:
—¿Mi papá te está enseñando a pelear?
—¡Sí! ¡Y es muy bueno! —respondió Salomé emocionada—. Intenté golpearlo y no logré darle ni una vez. Supongo que eso me ayudará más contra Claus. Pero si es tan bueno, ¿por qué él no ha participado en el rito del territorio?
—Bueno, eso es porque el alfa y el beta tienen prohibido participar ya que si algo les pasara durante el rito, debilitaría fuertemente a una de las manadas y se desataría un conflicto que el mismo rito trata de evitar —respondió Carolos en un tono que daba a entender que eso era obvio.
—Ah, cierto —dijo Salomé sintiéndose tonta por haber olvidado ese detalle, luego decidió retomar el tema de conversación anterior—. Pero bueno, tu papá también nos habló de sus viajes de cuando era joven.
—¿Sus viajes? —preguntó Carolos levantando las cejas.
—Sí —respondió Salomé—. ¿No sabías?
—Nunca lo había mencionado antes —respondió Carolos frunciendo los labios.
—Bueno —dijo Salomé sin darle más importancia—, nos habló de sus viajes y las otras razas de Aeés que ha conocido, como humanos, elfos, trentis, hombres de las nieves y…
Salomé se detuvo. Carolos la miró y preguntó:
—¿Pasa algo?
—Demonios —dijo Salomé bajando la mirada—. Es sólo que recordar a los demonios me hizo pensar en Kimaris.
—¿Sigues preocupada por ella? —preguntó Carolos.
—Algo —respondió Salomé abrazando sus piernas—. Pero se lo conté a tu papá y dijo que no debería preocuparme, después de todo si tramara algo contra nosotros ya lo habríamos sabido.
—Estoy de acuerdo —respondió Carolos mirando al cielo.
—Pero bueno, ¿a ti cómo te fue? —preguntó Salomé para ya salir del tema de la demonio.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Carolos y este respondió:
—¡Bastante bien! Pensé que iba a ser un trabajo más pesado o que tendría problemas haciendo que los otros cazadores me hicieran caso, hasta Aegeus y los gemelos me obedecieron sin problemas.
Salomé rió y preguntó:
—¿Ya se te subió el poder a la cabeza?
Carolos negó con la cabeza y un gesto de la mano antes de responder:
—Para nada. Es sólo que siento que es más eficiente si me organizo yo y les digo a las personas qué hacer y ellos lo hacen al pie de la letra sin rechistar. ¡Me encanta!
Salomé sonrió al ver que su amigo estaba comenzando a vivir el sueño de su vida: ser el beta de la manada.
El resto de la reunión se le fue en escuchar a Carolos decir todo lo que había hecho en el día y sus planes para mejorar la eficiencia de la manada en los días que le seguirían.
Los días pasaron con esa nueva rutina, con Salomé no sólo entrenando posturas de combate, sino también haciendo ejercicios físicos para aumentar su fuerza (si es que eso era posible) y otros más con el objetivo de ayudarla a controlarla. Ella no diría que ya era combatiente experta, pero al menos podía decir que ya tenía una mejor técnica que esa con la que había iniciado a entrenar. Ahora sólo le quedaba dar lo mejor de sí misma para reclamar los mejores territorios de caza de vuelta a los lobos negros.Llegó un día en que terminó su entrenamiento y se retiró a su casa a bañarse. Pero en lugar de cenar y subir a su habitación para descansar, subió pero a cambiarse con lo que consideraba eran sus mejores ropas para luego bajar y ver también a Daniel y Nicole arreglados lo mejor que podían. Había llegado el día
Salomé abrió los ojos de golpe. Entornó la mirada y vio que la luz de la mañana ya se estaba colando por la ventana de su habitación. Apoyó su antebrazo sobre su frente y suspiró. Había dormido poco; durante toda la noche estuvo dando vueltas sobre su cama por todos los pensamientos que le aquejaban, desde la pelea que tendría con Claus hasta lo que fuera que estuviera tramando Kimaris. No fue hasta que se convenció de que todo se arreglaría cuando ganara, cosa que era en extremo probable, que al fin pudo cerrar los ojos, pero a considerar por la cantidad de sueño que todavía tenía, eso no debería de haber sido hacía mucho.Entornó la mirada por la habitación y se vio sola dentro de ella. Por el aroma a carne asada dedujo que su hermana ya había bajado a preparar el desayuno, por lo que se apuró a lavarse la cara para despertarse un poco,
Salomé empezó a recuperar la consciencia. Primero se sintió acostada sobre unas sábanas, pero en un piso duro que definitivamente no era el de su habitación. Sintió también algunas vendas en su cuerpo y además, por alguna razón, una presión fría en sus muñecas.Abrió los ojos y tal como lo esperaba, no estaba en su recamara, pero tampoco en la casa del curandero de la manada. Giró la cabeza a su izquierda y en la única ventana que pudo ver, bastante pequeña esta, vio barrotes.«¿La prisión de la villa?», pensó Salomé dando al fin con el lugar en el que estaba. La villa de los lobos negros tenía una prisión, construida hacía muchos años, para encerrar ahí a lobos grises o a lobos negros que fueran un peligro para la misma manada, pero hasta donde Salomé sabía, tenía
En la villa de los lobos negros, Barak caminaba por las calles de esta en dirección a la casa de su alfa. Entró sin siquiera anunciarse pues sabía que su único ocupante lo esperaba sólo a él. Se dio un momento para mirar la casa, sin las dos mujeres que la ocupaban junto con el líder de la manada, la verdad es que la casa se sentía fría, vacía… hasta muerta se podría decir.Miró al fondo de la casa y ahí sobre unas pieles encontró a Daniel echado, con un claro desgano en su rostro. Se acercó a él y el alfa al fin se dignó a mirarlo para preguntar:—¿Y bien?Barak se aclaró la garganta y respondió:—Los cazadores que enviamos a buscar a Salomé y Carolos ya regresaron y me entregaron su informe: no encontraron rastro de los chicos.Daniel suspiró, se sentó y mientras se pas
Aunque la situación ya no se veía tan amenazante, pues Carolos sentía que podía con una humana, no se animó a bajar la guardia.—¿Qué haces aquí? —preguntó Carolos todavía apuntando la navaja hacia la chica—. En esta isla sólo hay hombres lobo.—Lo sé, lo sé —dijo la pelirroja con una mano en la nuca—. Como habrás notado, no soy de aquí, sólo estoy de paso.—Estás en territorio de los lobos grises —le advirtió Carolos—. Si te ven por aquí te matarán.Aunque no sabía que tan válida era su amenaza considerando que sus enemigos habían aceptado a Kimaris entre sus filas.—Pero tú tienes pelaje negro, así que supongo que estamos en la misma situación —observó la pelirroja, pero sus palabras sólo
Salomé y Carolos se quedaron de pie mirando a la vampiro hasta que fue obvio que en efecto se había quedado dormida.Sin nada más por hacer, ambos lobos fueron y se sentaron en diversos lugares del campamento, vigilando a su nueva “compañera”, hasta que el cansancio les venció y se quedaron dormidos.Lo que despertó a Salomé más tarde fue un aroma que hizo que el estómago básicamente la golpeara: carne asada con hongos fritos. Abrió los ojos y aunque lo veía con la luz de la mañana, no creyó lo que tenía enfrente: Kaia estaba en la fogata cocinando y se oía que tarareaba una canción.Se giró hacia donde Carolos había ido a dormir la noche anterior y lo vio también despierto y mirando la escena, luego este se giró a ella y pudo ver en sus ojos que le preguntaba: “¿Estás viendo lo mismo q
En su construcción, la villa de los lobos grises no era muy diferente a la villa de los lobos negros, pues ambos poblados tenían sus casas hechas de adobe, reemplazando el verde del bosque por gris, pero sí tenía algunas diferencias clave, como una muralla con una sola entrada que delimitaba el terreno, lo que ayudaba a denotar que era bastante más grande que la de los lobos negros, y además de que hasta el fondo del poblado, a los pies de una montaña de la que manaba un río, se encontraba una enorme construcción que parecía quería ser un palacio.Alguna vez que Daniel regresó de un rito del territorio que se celebró en esa misma villa, Salomé le había escuchado decir a su padrastro que la familia alfa de los lobos grises parecía tener una manía por sentirse de la realeza y ahora que veía ese seudo palacio, comprendía porqué su alfa ten&i
Aunque todavía tenía sus dudas, a Salomé y su grupo no le quedó de otra más que seguir a aquel lobo gris al interior del palacio.Mientras caminaban por los pasillos de este, Salomé se dio el tiempo de ver el interior de la construcción: aunque era claro que eran paredes de adobe, se veía que se esmeraban mucho para lograr darle un aspecto de palacio, pues había grandes columnas, antorchas e incluso estandartes con el escudo de un lobo gris y una media luna dibujados en ellos.A medio camino localizaron a una loba gris, quizás una criada, a la que el lobo que les iba guiando le llamó y le dijo:—Por favor llama a la señora Xenia, dile que es urgente que me vea en el salón principal.—Claro que sí señor —respondió la criada haciendo una reverencia antes de salir corriendo a cumplir la tarea que se le había dado.