Sin emitir una sola palabra, tanto Margarita como Dorian, se deslizaron dentro del Chevrolet Impala y comenzaron su silencioso viaje de regreso. Dorian se arrepentía en su totalidad, de haber dado su dirección, después de todo podrían enviar a cualquier persona a su casa. El no confiaba con plenitud en aquella extraña agencia, pero si en Margarita, y quizás ella era el verdadero motivo por el cual no paraba las calles a toda velocidad conduciendo como un maniático, loco por llegar a su casa para encontrarla desvalijada. El auto devoró las calles demasiado rápido, antes de darse cuenta, Dorian se encontraba fuera de la humilde casa donde vivía Margarita. Un pequeño dolor punzante se instaló en
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