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Todos los capítulos de Volviendo loco al jefe : Capítulo 51 - Capítulo 60
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Celos
Alonso se lo había preguntado infinidad de veces si lo estaba haciendo bien y la respuesta era no. No hacía muchas cosas bien, pero no lo hicieron con él. Su papá se había esforzado en decepcionar incontablemente su matrimonio. Verónica era el amor de su vida, sin embargo, su papá había tenido un número incontable de amoríos, desplantes y formas crueles para intentar decepcionar a Bianca, la cual, no se daba por vencida, lo seguía intentando, intentaba ser la esposa que Alessandro quería o deseaba, pero no lo conseguía. Cuando se divorciaron, Alonso se sentía aliviado, estaban por detenerse las peleas, los gritos, conspiraciones y celos. La locura pararía, sin embargo, era consiente de que él estaba perdiendo a su papá y sobre todo, fue consiente del dolor en el que se había sumergido Bianca.   —¿Có
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Patinaje
Los chicos estaban demasiado sorprendidos cuando su papá se detuvo frente a la pista de patinaje sobre hielo. Todos bajaron encantados a excepción de Lucrecia la cual llevaba años sin ir a una pista de patinaje. Tomó la mano de Alonso y siguió a los chicos. Priscila estaba demasiado emocionada. Samuel le ayudó a ponerse los patines. Sus hermanos pequeños fueron a comer nachos y bebidas. Alonso miró a su novia. —Es nuestra primera cita—anunció Alonso. —¿Sí? —preguntó. —La otra la invalidé. —¿Y para eso cerraste la pista?—preguntó Lucrecia. —Sí, invité en la noche a mis amigos, para tener un torneo masculino de Hockey, Sergio es buenísimo así que lo dejaré en mi equipo. Pablo
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Colegio
Lucrecia estaba preparando el desayuno cuando su novio salió en traje y corbata. Se veía guapísimo. Iba todo de negro y se estaba acomodando el reloj, se le cayó y Lucrecia lo recogió primero.  Alonso y Lauren, para la eternidad.  Leyó y los dos compartieron una mirada breve.  —Papá, el fin de semana es el cumpleaños de Pri, pero es el aniversario de mamá.  —Oye Alonso, creo que me da miedo acampar, podemos hacer algo más sencillo. Sé que estás muy emocionado, pero quizá otro día en el que ya hayamos practicado.  —Sí, cariño. —Dijo y acarició la espalda de Pri. —Podemos planear algo para el domingo, hijo.  —Gracias, papá —Lucrecia, guapa mujer, rubia, divina, espiritual, podrías por favor venir hoy a la oficina.  —¿Qué pasó con Sara? —La odio y la despedí.  —Mi amor, hoy no puedo. Quedé co
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Mamastras
Lucrecia corrió hacia los niños y Alonso les vio a lo lejos, estaba tan molesto como agradecido de que estuvieran vivos. Los papás de los otros niños ya habían llegado, una mujer veía de mala manera a Alonso. —¿Su hijo tiene algún morete?—Lucrecia no sabes lo que pasó...—susurró Alonso —No me importa.—Declaró Lucrecia. — ¡¡Quite esa mirada!! —Y si no qué, rubia oxigenada tetas operadas. —Son naturales —gritaron Lucrecia y los niños al unísono. Alonso se acercó al grupo y puso una mano en la espalda de su novia. —¿Lucrecia, porque no les pones hielo en la cara? —sugirió Alonso. Lucrecia  estaba en  modo mamá molesta. Para los Pieth eso era una n
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¿A quién amas?
Priscila se acercó al grupo divertida por las caras de ansiedad por el chisme que tenían que contarse,  y los chicos se hicieron en un círculo en cuanto se unió.  Fabio vio incómodo a Lucrecia. —Creo que mi papá está usando drogas—Declaró Fabio y todos rieron incluidos sus tíos. —No, definitivamente no —Respondió Sebastian. —Papá ha estado rarísimo, como es eso que no te castigó. —No... y básicamente me hizo pensar que soy una persona desastrosa. —Lo eres—Respondieron la mayoría de sus hermanos. —En fin, voy a seguir pensando. —Nuestras reuniones son más interesantes—Dijo Charlie. Alonso salió de la oficina y es vio reunidos, llamó a Carrick y Seba
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GPS
Alonso salió de casa y se encontró con que faltaba el auto de Arturo. Los dos se vieron y su primo le dio una palmadita en el hombro. —Dejé las llaves pegadas. —comentó Arturo. —Pensaba qu este era un lugar seguro. —Mi hijo tiene catorce y no sabe conducir bien. No esperes que pague tu coche y recuerda que si no tienes seguro estás en demasiados problemas. Arturo vio a su primo y le dio un golpe en la espalda. Alonso regresó a la casa y preguntó:  —¿Dónde puede estar?—¿El panteón?—propuso Priscila. —Pablo le huye al panteón.—Les recordó Charlie. — Y ahí no hay nada—Algunos lo encontramos reconfortante —replicó Lauren. —Es mejor que hablarle al viendo. &mdas
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Señorita Cheng
 El timbre de casa sonó y todos subieron que no era pablo ni nadie de la familia porque era muy bien conocido que siempre tenían la puerta abierta. Franco soltó la mano de Elise y fue a abrir. Vio a un hombre vestido de traje, impresionantemente alto e impecablemente vestido.—Buenas tardes, mi papá no se encuentra y no hace negocios desde casa. —Buenas tardes, estoy buscando a Lucrecia Cheng. —Lucrecia, ¿cuál es tu otro apellido? —gritó desde la puerta Franco. —Salomón. —Mamá se refería al de soltera—aclaró Priscila molesta. —Cheng.—Dijo con una sonrisa. — Lucrecia Salomón Cheng. —Alguien te busca aquí. Carrick y Sebastian se pararon detrás de Franco. Lucrecia les toc&oa
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Te amo
Lucrecia estaba junto a Verónica y Julianne cuando se dio cuenta de que estaba su padre en espera de los niños. Le vio y sonrió. Ella se acercó y le presentó a Verónica, la mujer sonrió y le estrechó la mano ambos comenzaron una fluida conversación con respecto a ser abuelos de gente más irresponsable que sus propios hijos. Alonso salió de la habitación y se encontró con Julianne y una amplia sonrisa. —Señora Burwish. —No hasta que me case por la iglesia.—Sí, te gusta complicarte. —Dijo Alonso y le abrazó. —Eres hija de tu mamá Los dos rieron y Julianne le dio una bolsa con una empanada horneada de tocino y pollo. Le dio una sonrisa y señaló a su madrastra y al curioso papá de su novia. Alonso le dio la empanada y se acercó
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Dos palabras
Alonso se levantó de inmediato e intentó explicarse. Lucrecia le aseguró que necesitaba de todo menos explicaciones. Estaba cansada. De ir, venir, sufrir, callar, esperar. —Estoy cansada —Dijo y Alonso le tomó de la mano. —Estoy cansada, molesta y dolida. Así que no voy a hablar  más porque voy a decir tantas cosas que no debo y en un tono que no puedo controlar y despertaré a los niños y no quiero... solo déjame. Alonso murmuró algo de dormir en su oficina. La joven asintió y se fue al sofá. Se quedó sentada durante horas viendo por la ventana. Cuando los primeros rayos de sol salieron tomó una ducha y comenzó a empacar sus cosas. La mujer salió y metió todo en su auto. Luego se puso a preparar el desayuno junto con las encargadas de cocina. Cuando los niños se acer
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Escarcha
La joven había organizado una fiesta libre de hombres, una fiesta en la cual solo estaban invitadas sus amigas en sus mejores pijamas y con copas de cóctel enormes. Las chicas tenían unos vasos de bombillos. —¿Qué están haciendo ese club de bandidas?—Saltando en el trampolín, pero creen que están volando—respondió Lucrecia. —Está preciosa la casa, Lucrecia. —La felicitó Marcela. Niza se acercó junto a Olivia. —Tengo un regalo de casa —Dijo Olivia y se los entregó. —Es una tontería, pero Alonso nos regaló lo mismo, espero no haberle copiado el regalo, ahora que lo pienso. —Gracias—replicó y abrió el empaque. Eran llaveros con las iniciales de Priscila y Lucrecia, además de sus cosas
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