—De verdad no creí que ustedes duraran —confesó Nathaniel mientras veía cocinar a Maryere en el departamento de su amigo, que, sin dejarle ver su sonrisa, siguió preparando comida para tres, que eran los que habitualmente comían allí.—Pero duramos y duraremos—aseguró bastante satisfecho, y muy feliz, Castiel, que entraba en la cocina y se abrazaba a la espalda de la chica—. Esto es para siempre, a nosotros solo la muerte nos puede separar, y puede que me las ingenie para volver a estar con ella después de eso. Renacería para volver a verla, para volver a amarla, para volver a tenerla una vida entera conmigo.—Eres todo un poeta —dijo la morena apagando la estufa—, así de bueno deberías ser para cocinar.—No hay necesidad —indicó Castiel, sacando platos de la alacena para llevarlos a la mesa—, antes tenía a
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