Los golpes en su puerta sonaban insistentemente, pero realmente no le apetecía levantarse. La noche anterior había vuelto a casa demasiado tarde, algo ebrio y acompañado. ¿Por qué, entonces, debería atender al llamado de alguien que no era tan importante, ni tan hermoso, ni tan buena compañía como la chica desnuda entre sus brazos?
Pero los llamados a su puerta no dejaban de sonar y, atreviéndose a pensar que ella se iría al despertar, pensó en retenerla un rato más en su cama, aunque fuese dormida. Ella le encantaba al grado de serle agradable el solo mirarla.
Suspiró de nuevo y dejó atrás las sábanas que también le envolvían a ella. Se puso el bóxer y una playera, entonces caminó hasta la entrada de su casa encontrando a un chico de cabello rubio y ojos miel, que le miraba molesto por haber tenido que esperar tanto por que se le abriera esa puerta que ahora él obstruía.
—¿Qué quieres, Nathaniel? —preguntó Castiel con cansancio y, empujándolo de la puerta, Nathaniel se adentró en el departamento, llegando hasta la sala de una casa que no era suya, pero que conocía bastante bien.
—Ayer te desapareciste sin decir nada, pensé que tal vez te habías sentido mal y vine a verte —explicó el rubio dejándose caer en uno de los sofás de la sala.
—¿Y no se te ocurrió que tal vez me encontré con una linda chica que aceptó venir conmigo? —reprochó el pelinegro, sentándose en el sillón frente a su amigo.
—No, la verdad no —dijo Nathaniel con mucha seriedad, y una relajante y melódica risa hizo que ambos miraran a la entrada de la habitación de Castiel, donde una despeinada y hermosa chica de piel morena clara, cabello profundamente oscuro y rizado, ojos café claro y divina sonrisa se encontraba vestida con solo la camisa del pelinegro de ojos grises.
—Parece que tu amigo no cree mucho en tus habilidades de conquista —señaló la chica burlona mientras caminaba hacia ellos y, sentándose en el brazo del sillón donde estaba Castiel, se dejó aprisionar por esos brazos que le habían cobijado toda la madrugada y parte de la mañana en que habían dormido juntos.
—Wow —espetó Nathaniel haciendo reír a la chica y volver al mundo a su amigo.
—Sí, wow. Pero ella es mía, Glez. Así que no te impresiones demasiado —dijo Castiel, provocando que el refrescante sonido que era la risa de esa chica volviera a sonar.
—Soy Maryere —se presentó la chica dejando el sillón y presionando sutilmente la mano que Nathaniel había atinado a atrapar cuando ella le extendió su mano en señal de saludo—, y fue un gusto conocerte.
—¿Te vas tan pronto? —preguntó Castiel que, levantándose, la siguió hasta su habitación.
—Debo trabajar, así que me voy —informó la chica con una enorme sonrisa, girando a él, colgándose a su cuello—. De hecho debí irme hace un par de horas, pero era difícil dejar la cama. Gracias por sacarlo de allí —dijo llevando la mirada al rubio y, rosando los labios del ojigris, se separó de él, volviendo a la habitación donde había pasado la noche.
—Eres un molesto inoportuno —suspiró Castiel.
—Si hubiera sabido que estabas tan ocupado no habría venido —replicó Nathaniel—. En serio que no lo imaginé —soltó riendo con sorna al que lo miraba con enfado fingido—. Te prepararé el desayuno para compensarte, amigo —prometió, encaminándose a la cocina.
Algunos minutos después Maryere salía de la habitación con ese despampanante y provocador vestido que la noche anterior le había llenado el ojo a Castiel.
—Tienes que ponerte el abrigo —dijo el pelirrojo que babeaba con solo verla, ella sonrió.
—¿Con este calor?, yo no lo creo —dijo rosando sus labios con el que hacía un puchero al no haber obtenido lo que quería, que nadie viera ese cuerpo que ahora era suyo—. Nos veremos después.
La chica se despidió, ambos chicos la miraron irse y, al portazo, Nathaniel devolvió la mirada a la cacerola y Castiel puso su rostro en la mesa del comedor frente a él suspirando en serio feliz
—Estoy enamorado —anunció Castiel y su mejor amigo Nathaniel sonrió.
Él sabía que, para su amigo, amor no era otra cosa que fascinación por una chica, de esos sentimientos temporales que se van sin dejar atrás remordimientos y absolutamente ningún recuerdo.
—De verdad no creí que ustedes duraran —confesó Nathaniel mientras veía cocinar a Maryere en el departamento de su amigo, que, sin dejarle ver su sonrisa, siguió preparando comida para tres, que eran los que habitualmente comían allí.—Pero duramos y duraremos—aseguró bastante satisfecho, y muy feliz, Castiel, que entraba en la cocina y se abrazaba a la espalda de la chica—. Esto es para siempre, a nosotros solo la muerte nos puede separar, y puede que me las ingenie para volver a estar con ella después de eso. Renacería para volver a verla, para volver a amarla, para volver a tenerla una vida entera conmigo.—Eres todo un poeta —dijo la morena apagando la estufa—, así de bueno deberías ser para cocinar.—No hay necesidad —indicó Castiel, sacando platos de la alacena para llevarlos a la mesa—, antes tenía a
—Te lo dije —la respuesta de Nathaniel cuando Castiel le mostró las fotos que los altos mandos de esa maldita organización, a la que ahora más que nunca pertenecía, le habían enviado—. ¿Qué es lo que quieren? —peguntó el rubio y el pelinegro empuñó la nota que venía junto al montón de imágenes donde aparecía la mujer de su vida.—Un asesinato —informó Castiel después de llenar sus pulmones con aire, y ambos hombres fruncieron el entrecejo.—¿Quién? —preguntó Nathaniel y Castiel se estremeció, solo pensar en su objetivo le hacía doler el estómago. —Lyzandro —anunció, haciendo que el ojimiel perdiera la poca compostura que le quedaba.—No puedes —espetó bastante descolocado el rubio—, ese sujeto es intocable.
Castiel abrió los ojos con pesadez, y miró ese techo blanquecino que le cubría. Mientras su modorra comenzaba a dispersarse, pudo percatarse de algunos sonidos que le causaban confusión. Pareciese que estuviese en un hospital. El olor a desinfectante y medicamentos aumentaban las probabilidades de que fuera así.Quiso moverse, pero le resultó complicado. Su cuerpo parecía estar hecho de plomo, o tener bastantes kilos de ello. Intentó hablar, pero su garganta tampoco quiso cooperar con él, solo un ronco y desgarrarte sonido arañó su garganta para abandonar su boca.—Bienvenido al mundo, bella durmiente… aunque más pareces una bestia desahuciada —pronunció una voz que no reconocía, no sabía si era porque nunca antes la había escuchado o porque hacía bastante que no la oía.—¿Qu… qué…? &md
—Quiero saber lo que pasó —exigió Castiel mientras irrumpía en la casa de Lysandro, que ya le estaba esperando.El albino delineó sus labios con una sonrisa y le ofreció asiento al hombre de pie en la entrada de su sala.Castiel se encaminó al sofá frente al imponente hombre a quien, al parecer, le debía la vida, y tomó asiento. Entonces, balanceando en suaves movimientos circulares su copa de vino tinto, el peliblanco comenzó a narrar lo que había pasado años atrás.—Cuando casi te mataran mis amigos, me sorprendí demasiado al conocer tu identidad. No creí que ese chico, que tanto había protegido Nathaniel, y a quien siempre cargaba consigo, fuese el encomendado de matarme. Sobre todo, porque no podrías hacerlo, nunca te preparó para ello y yo soy intocable —hizo una mueca de burla que no molestó a Castiel,
—¿Usted es familiar de la señora? —preguntó la enfermera a la que solicitaba informes Castiel.El negó con la cabeza, a tales alturas ellos solo eran un par de desconocidos. Al menos para ella y todo el mundo.—Soy quien la trajo aquí —informó.—Si no es familiar no me está permitido dar informes —se disculpó la enfermera—, pero puedo decirle que ella está bien y que está en el cuarto 227 en recuperación —susurró guiñándole un ojo y se fue.Sin saber en realidad qué le motivaba a ir, se encaminó a la habitación mencionada y encontró a Maryere dormida en una cama.La miró con más dolor que pena, le vio esos marcados golpes en su rostro, el brazo enyesado y la cabeza vendada. El impacto había sido fuerte, era sorprendente que ella estuviera viva.
—Esa vez no iba a un viaje de negocios —informó Nathaniel—, iba a casarse con su prometida y ambos murieron cuando el avión que los llevaba de luna de miel se desplomó.—¿Qué? —preguntó Maryere mientras sus ojos dejaban escapar su dolor en forma de lágrimas y un hombre, ahora pelirrojo, renegaba en el baño—. No —susurró ella.—Sí, Ere —insistió Nathaniel—. Lamento no habértelo dicho, pero él era mi mejor amigo y no creía que lo quisieras tanto. Además, cuando él murió, pensé que era mejor que no lo supieras, pensé que era mejor que mantuvieras la imagen de ese Castiel amoroso y divertido que te encantaba. Solo no podía decirte que él murió mientras estaba con otra.—No —repitió Maryere—. Todos estos años he pensado que &
Maryere fue atendida y sedada, Nathaniel se fue y Castiel salió a ver el rostro adolorido, e hinchado por tanto llorar, de la mujer que más amaba. Ella no tenía culpa de nada y había sido quien más sufrió. Aunque todo fuera culpa de su disque mejor amigo, en realidad.Sintiéndose tan culpable del dolor de esa mujer que adoraba, se fue sin atreverse a tocar ese rostro que tonto había extrañado. Aun después de haber aceptado que ella era mala, y de decidir vengarse de ella y Nathaniel, Castiel jamás había dejado de amar a Maryere.—Ella no era parte de esto —informó a Lysandro, que ahora era como un amigo para él, pero que no lograría nunca serlo.Después de la traición de Nathaniel, que había sido como su hermano, Castiel no se atrevería a entablar una amistad con nadie más.—¿Cómo puede
—¿Y quién es el nuevo socio? —preguntó Maryere que, desde algunos años atrás, trabajaba en la empresa que Nathaniel había creado con la intención de sentar cabeza para esa familia que realmente amaba.A diferencia de Castiel, él podía dejar la mierda de vida que era la mafia, por ser el jefe. O al menos era lo que él pensaba, pues no se imaginaba que las consecuencias de las acciones realizadas, por mucho que intentara dejarlas atrás, le seguirían hasta cobrarle todas y cada una de las que había hecho. Pero estaba por descubrirlo.—En realidad no lo conozco, solo hemos tratado por mail, y creo que hablé en un par de ocasiones por teléfono con él, pero nunca nos hemos visto personalmente, aunque no tardará en llegar —anunció el rubio a una mujer que aún le tenía molesto, pero que necesitaba a su lado justo en