Castiel abrió los ojos con pesadez, y miró ese techo blanquecino que le cubría. Mientras su modorra comenzaba a dispersarse, pudo percatarse de algunos sonidos que le causaban confusión. Pareciese que estuviese en un hospital. El olor a desinfectante y medicamentos aumentaban las probabilidades de que fuera así.
Quiso moverse, pero le resultó complicado. Su cuerpo parecía estar hecho de plomo, o tener bastantes kilos de ello. Intentó hablar, pero su garganta tampoco quiso cooperar con él, solo un ronco y desgarrarte sonido arañó su garganta para abandonar su boca.
—Bienvenido al mundo, bella durmiente… aunque más pareces una bestia desahuciada —pronunció una voz que no reconocía, no sabía si era porque nunca antes la había escuchado o porque hacía bastante que no la oía.
—¿Qu… qué…? —balbuceó el pelinegro, sintiendo como si mil garras le rasgaban la garganta.
—No te esfuerces —pidió el que se acercaba a él—, esto deben ser las secuelas de un trágico accidente y casi tres años en coma; pero seguro se arreglará con el tiempo.
«Las secuelas de un trágico accidente…» eso le recordó como casi había muerto después de que las cosas salieran peor que mal en su fallido intento de matar a Lysandro.
Fue allí donde reconoció el rostro del hombre burlón a su lado. Era justo su objetivo.
La cabeza de Castiel se llenó de confusión. ¿Cómo era posible que el hombre que él había intentado matar no le hubiese matado, sino que estuviese a su lado cuando despertada de un coma de tres años?
«¡Casi tres años en coma!» La sola idea de que eso fuera real le daba ganas de llorar. Pero quizá todo solo era una cruel broma del que le miraba sonriente.
—No es una broma —aseguró el peliplata, como si pudiese leer la mente del hombre atado a la cama—, si no estás muerto es porque me interesa saber la razón de que Nathaniel enviara a su mejor amigo a una misión suicida cuando antes lo cuidó tanto de todo el mundo.
Castiel no entendía lo que el hombre decía, la razón de que mencionara a Nathaniel no la tenía. Pero parecía que se enteraría pronto. Lysandro le contaría absolutamente todo, o eso era lo que al pelinegro le parecía.
» Aunque tengo una teoría —anunció el de ojos bicolor—… Sacarte del camino para poder quedarse con tu hermosa novia —completó fijando la mirada en los apagados ojos del recién despierto.
—No —garraspó Castiel y Lysandro rio sonoramente.
—Pues, si no era la idea original, fue lo que terminó haciendo —informó el peliblanco
Castiel repitió ese sonido gutural y tosco mientras intentaba levantarse.
—Mientes —dijo, hiriendo su casi muerta garganta, provocando una nueva risa del albino.
—No lo hago —aseguró Lysandro—. Pero no tienes que creerme, lucha por salir de esta para que puedas comprobarlo por ti mismo. Yo ya hice mi parte, me sentaré a disfrutar del espectáculo —explicó palmeando el hombro del que había rescatado años atrás a pesar de que este había intentado matarlo, y caminó a la salida, pero se detuvo justo en la entrada de la habitación—. A menos que quieras ayuda, entonces búscame, aún vivo donde mismo.
Castiel se quedó perplejo ante las palabras de un hombre en quien no debía confiar, pero que parecía no mentirle. Definitivamente saldría de esa y sabría la verdad.
Le tomó tiempo, pero la rehabilitación fue bien. En algunos meses su cuerpo parecía responderle mucho mejor y, comprobando que había pasado el tiempo que Lysandro había dicho, fue a buscar a su amigo. Necesitaba preguntar ¿qué era esa insinuación que el albino había hecho? Necesitaba saberlo y descartarlo.
Castiel llegó a una ciudad que, a pesar de no haber pisado por cuatro años, parecía haber dejado apenas unas semanas atrás. Llegó y se encontró a su mejor amigo caminando de la mano de una pequeña pelinegra de cabello rizado, ojos divinamente oscuros y, quizá, dos o tres años, que brincoteaba alrededor de uno que llamaba papá; y llegó a atestiguar un cálido y amoroso beso para Nathaniel, de parte de la mujer que la niña llamaba mamá.
El cuerpo de Castiel se estremeció, y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras que el dolor embriagaba su alma. La mujer a la que la niña llamó mamá, la mujer que besó tan felizmente a su amigo Nathaniel, la mujer que le estaba rompiendo el alma, era Maryere.
—Quiero saber lo que pasó —exigió Castiel mientras irrumpía en la casa de Lysandro, que ya le estaba esperando.El albino delineó sus labios con una sonrisa y le ofreció asiento al hombre de pie en la entrada de su sala.Castiel se encaminó al sofá frente al imponente hombre a quien, al parecer, le debía la vida, y tomó asiento. Entonces, balanceando en suaves movimientos circulares su copa de vino tinto, el peliblanco comenzó a narrar lo que había pasado años atrás.—Cuando casi te mataran mis amigos, me sorprendí demasiado al conocer tu identidad. No creí que ese chico, que tanto había protegido Nathaniel, y a quien siempre cargaba consigo, fuese el encomendado de matarme. Sobre todo, porque no podrías hacerlo, nunca te preparó para ello y yo soy intocable —hizo una mueca de burla que no molestó a Castiel,
—¿Usted es familiar de la señora? —preguntó la enfermera a la que solicitaba informes Castiel.El negó con la cabeza, a tales alturas ellos solo eran un par de desconocidos. Al menos para ella y todo el mundo.—Soy quien la trajo aquí —informó.—Si no es familiar no me está permitido dar informes —se disculpó la enfermera—, pero puedo decirle que ella está bien y que está en el cuarto 227 en recuperación —susurró guiñándole un ojo y se fue.Sin saber en realidad qué le motivaba a ir, se encaminó a la habitación mencionada y encontró a Maryere dormida en una cama.La miró con más dolor que pena, le vio esos marcados golpes en su rostro, el brazo enyesado y la cabeza vendada. El impacto había sido fuerte, era sorprendente que ella estuviera viva.
—Esa vez no iba a un viaje de negocios —informó Nathaniel—, iba a casarse con su prometida y ambos murieron cuando el avión que los llevaba de luna de miel se desplomó.—¿Qué? —preguntó Maryere mientras sus ojos dejaban escapar su dolor en forma de lágrimas y un hombre, ahora pelirrojo, renegaba en el baño—. No —susurró ella.—Sí, Ere —insistió Nathaniel—. Lamento no habértelo dicho, pero él era mi mejor amigo y no creía que lo quisieras tanto. Además, cuando él murió, pensé que era mejor que no lo supieras, pensé que era mejor que mantuvieras la imagen de ese Castiel amoroso y divertido que te encantaba. Solo no podía decirte que él murió mientras estaba con otra.—No —repitió Maryere—. Todos estos años he pensado que &
Maryere fue atendida y sedada, Nathaniel se fue y Castiel salió a ver el rostro adolorido, e hinchado por tanto llorar, de la mujer que más amaba. Ella no tenía culpa de nada y había sido quien más sufrió. Aunque todo fuera culpa de su disque mejor amigo, en realidad.Sintiéndose tan culpable del dolor de esa mujer que adoraba, se fue sin atreverse a tocar ese rostro que tonto había extrañado. Aun después de haber aceptado que ella era mala, y de decidir vengarse de ella y Nathaniel, Castiel jamás había dejado de amar a Maryere.—Ella no era parte de esto —informó a Lysandro, que ahora era como un amigo para él, pero que no lograría nunca serlo.Después de la traición de Nathaniel, que había sido como su hermano, Castiel no se atrevería a entablar una amistad con nadie más.—¿Cómo puede
—¿Y quién es el nuevo socio? —preguntó Maryere que, desde algunos años atrás, trabajaba en la empresa que Nathaniel había creado con la intención de sentar cabeza para esa familia que realmente amaba.A diferencia de Castiel, él podía dejar la mierda de vida que era la mafia, por ser el jefe. O al menos era lo que él pensaba, pues no se imaginaba que las consecuencias de las acciones realizadas, por mucho que intentara dejarlas atrás, le seguirían hasta cobrarle todas y cada una de las que había hecho. Pero estaba por descubrirlo.—En realidad no lo conozco, solo hemos tratado por mail, y creo que hablé en un par de ocasiones por teléfono con él, pero nunca nos hemos visto personalmente, aunque no tardará en llegar —anunció el rubio a una mujer que aún le tenía molesto, pero que necesitaba a su lado justo en
—¿Alguna vez has hecho el balance? —preguntó Louis, que trabajaba con Maryere sobre las cosas contables de la empresa. Ella negó con la cabeza.—Solo las reviso —dijo—. Tú sabes cuan delicado es todo esto, me encargo de checar que no haya errores y, sorprendentemente, nunca los hay. Eso es bueno —terminó sonriendo para el que continuaba revisando meses de contabilidad.—Eso es extraño —susurró él obteniendo la total atención de la morena, que le miró extrañada—. Que no haya errores, es extraño —repitió. —Somos varios contadores —explicó ella—, antes de mí todo fue revisado dos veces por al menos dos personas.—A mí sigue sin cuadrarme mucho —renegó el pelirrojo, pero la mujer no le dio importancia, después de todo, ella confiaba en su t
Los negocios de Nathaniel no eran del todo claros, había mucho fango debajo del agua clara que ese hombre presumía; y nadie lo imaginó ni lo imaginaría.Pero Louis tenía razón y Maryere lo descubrió. Después de los intrigantes comentarios del nuevo socio, y su casi amigo, ella comenzó a indagar profundo en tantos papeles como nunca revisó.El lavado de dinero era el menor de los problemas. Mucho del dinero que entraba a la empresa era por medio de estafas. Dinero de sin fin de empresas que ella sabía les habían jugado sucio, y ahora sabía quién fue. Su esposo.—¿Qué es lo que harás? —preguntó Maryere a Louis después de confirmar que él lo sabía también.—Es obvio, denunciarlo —dijo el pelirrojo—. No puedo verme implicado en algo tan turbio. Además, ¿qué
—Señora Maryere Stone, queda usted detenida por fraude, estafa y lavado de dinero —escuchó del hombre que le ataba las manos en la espalda con unas esposas.Sus ojos se llenaron de lágrimas, y una punzada atravesó su vientre, haciéndole perder el conocimiento, y también a su bebé.Cuando abrió los ojos se descubrió en un hospital, esposada a los barrotes de la cama y custodiada por dos guardias de seguridad. Y se sintió criminal. Aunque no había hecho nada de lo que la culpaban, todas las declaraciones fiscales de la empresa estaban respaldadas por ella.—¿Qué pasó? —preguntó a Melody, teniendo una idea más o menos clara, pero deseando corroborar lo que se atrevía a pensar.—Es lo que quiero saber —dijo la médico en un tono de voz áspero y casi grosero.Maryere no lo entendió