—Señora Maryere Stone, queda usted detenida por fraude, estafa y lavado de dinero —escuchó del hombre que le ataba las manos en la espalda con unas esposas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y una punzada atravesó su vientre, haciéndole perder el conocimiento, y también a su bebé.
Cuando abrió los ojos se descubrió en un hospital, esposada a los barrotes de la cama y custodiada por dos guardias de seguridad. Y se sintió criminal. Aunque no había hecho nada de lo que la culpaban, todas las declaraciones fiscales de la empresa estaban respaldadas por ella.
—¿Qué pasó? —preguntó a Melody, teniendo una idea más o menos clara, pero deseando corroborar lo que se atrevía a pensar.
—Es lo que quiero saber —dijo la médico en un tono de voz áspero y casi grosero.
Maryere no lo entendió
—¿Qué diablos pretendes? —preguntó Nathaniel al pelirrojo frente a él.—No es lo que pretendo Nath, es lo que quiero —explicó el de ojos grises.—¿Y qué quieres, Castiel? —cuestionó el rubio, incapaz de sonreír.—Venganza —informó Castiel en medio de una sonrisa maliciosa.—¿Venganza?—Es todo lo que quiero —aseguró el pelirrojo—, venganza… Aunque, puede que sea justicia lo que busco, porque lo único que quiero es hacerte justo lo que me hiciste, dejarte sin nada, arrebatarte a la mujer que amas, dejarte sin la vida que tanto adoras y recuperar todo lo que es mío y te quedaste cuando intentaste matarme.El ceño de Nathaniel se frunció.—Explícate —pidió fingiendo confusión—, fuiste tú quien solo desapa
—Claro que no —dijo—, prefiero morir antes de tener que aceptar nada de ti.—Eres tan idiota —bufó Lysandro. —Los dos iguales —aseguró Maryere.—No lo hiciste ¿o sí? —preguntó el albino, rompiendo el silencio.—Vete al infierno, imbécil —soltó la morena, fulminándole con la mirada, o al menos haciendo el intento; y se recostó de lado, dándole la espalda al albino que se llamaba idiota por tan solo haber preguntado. Sabía bien que ella no lo haría, la conocía.—Si no lo hiciste no tienes nada de qué preocuparte —dijo en un tono un poco bajo.—Tampoco tienes que preocuparte de nada, nuestra relación se terminó hace muchos años —recordó ella, logrando que el rostro del chico se acongojara.—Me voy —anunci&o
—Mátame si quieres —dijo Keith—, pero después de eso no te quedará más que acabar con todos y cada uno de los abogados del mundo. No hay manera de sacarla de esto —reiteró, ganándose un nuevo puñetazo de Lysandro, que temblaba más de impotencia que de rabia.» Lo lamento —dijo el abogado desde el piso.Él sabía que no era más que otro arrebato de Lysandro, por eso no se molestó con él. La situación que Keith estaba planteando le estaba doliendo hasta el alma a Lysandro, las lágrimas de su amigo lo decían.» Por lo menos ganaste tiempo con lo que hizo la médico —señaló el abogado.Pero eso no dejaba tranquilo al albino, eso no la eximía de nada, con eso solo había logrado mantenerla encerada en el hospital en lugar de la cárcel.Por su parte, Louis pe
—Inocente —dijo Maryere cuando el juez preguntó cómo se declaraba por los cargos en su contra.Pero nadie le creyó. Todas las pruebas apuntaban a que ella era la culpable de tantas estafas y robos.Habían pasado cuatro meses de que todo inició y al fin se presentaba ante un jurado dispuesto a acabar con ella. Lamentablemente, nada de lo que hizo Nathaniel o Lysandro le ayudarían a salir bien librada de esa.Nathaniel presionó sus puños en sus piernas y sintió que el corazón se le partía al ver el demacrado rostro de esa chica que amaba empaparse en lágrimas.Tenía una idea rondando en su cabeza, pero no era algo que quisiera hacer. Al menos no era lo que quería antes de ver como su hija lloraba clamando por una mamá que no podría tener cerca por mucho tiempo.Apenas un par de horas atrás había hablado con Lysandr
“Louis Myers es Castiel Myers”las palabras que seguían haciendo ecos en la cabeza de Maryere mientras su mirada se mantenía fija en los ojos grises de Louis, que tampoco parecía ser capaz de apartar la mirada.—¿Por qué me hacen esto?, ¿yo qué les hice? —preguntó Maryere llorando.Pero ninguno respondió, Nathaniel sonreía burlonamente y el impostor solo le miraba temeroso, ni siquiera se dignaba a desmentir lo que el otro decía. Lo que le confirmaba que era él.Aunque no era como que no lo hubiera imaginado. Pero sonaba tan idiota que jamás se atrevió a concluirlo. Louis era lo que amaba de Castiel, siempre lo pensó y lo atribuyó a su necesidad de saber un poco de ese que jamás recuperaría.Y, por otro lado, estaba Nathaniel haciéndola pasar por tanto. Ella no quería aceptar que
—Esto tiene que ser una puta mentira —gruñó Nathaniel mientras su cuerpo temblaba de rabia y su mano empuñaba una hoja donde la policía entregaba el reporte de haber encontrado el auto de Maryere en un barranco y el cuerpo de una mujer que respondía a las señas de la morena.Al parecer, mientras huía la noche anterior, debido probablemente a la fuerte lluvia, el auto donde la niña y ella viajaban se desbarrancó y explotó dejando a la mujer destrozada y el auto en muy malas condiciones. Sin embargo, de Nicole no se sabía absolutamente nada.Nathaniel no podía creerse que eso estuviese pasando. Todo se le antojaba una venganza. Pensó que Maryere se había puesto de acuerdo con Lysandro para ponerle los nervios de punta, así que fue a buscar a este último.—¿Dónde está mi mujer y mi hija? —preguntó tir&aa
—Debiste ser actor —dijo una chica rubia que recién recordaba las caras de Nathaniel y Castiel al saber a Maryere muerta y a Nicole perdida.Sentada en el sofá donde dormía su pequeña hija, Maryere lucía totalmente diferente a lo que había sido: su cabello largo y rizado ahora era completamente liso y muy corto, además de un rubio casi blanco, sus ojos chocolate se veían casi color miel y su piel lucía demasiado pálida; incluso había perdido unos cuantos kilos y sus ropas casuales no la vestían más, más parecía un monumento a la elegancia.Maryere había muerto, y ahora se presentaba como Tara West, una dama de sociedad con un terrible trasfondo, la mafia.—Yo quería ser cantante —soltó con cierto tono burlón el albino en el sofá frente al que se encontraba su hermana y su sobrina—. Pero pap&aacu
—La señora Tara West quiere verlo —anunció la secretaria por el intercomunicador.—Déjala pasar —permitió el hombre detrás del escritorio dentro de esa oficina que le servía más de refugio, para no pensar en su pequeña hija perdida, y posiblemente muerta, que de lugar de trabajo.—Adelante —sonrió la secretaria poniéndose de pie, señalando con su mano la puerta a unos pasos de donde Tara West permanecía de pie.La falsa rubia respiró profundo y, con las piernas temblando, dio pasos medio firmes hasta la puerta antes señalada.Delante del portal se quedó inmóvil. Un hueco enorme en su estómago le estaba haciendo sentir tan incómoda que bien podría regresar el desayuno a medio digerir. Se mordió el labio pensando que quizá era mejor retirarse.» Adelante &mda