“Amar es hacer cualquier cosa por la felicidad de la persona amada” lo había leído o escuchado en alguna parte y no podía sacarlo de su cabeza por más que lo intentaba. Y es que él pudo comprobarlo, Maryere había regresado a su casa y vida por la felicidad de Nicole.
Él amaba a su hija, haría lo que fuera por ella, incluso mataría de nuevo a Castiel si eso le permitía tenerla para siempre consigo. También amaba a Maryere, pero se amaba mucho más a sí mismo como para darle lo que la haría feliz. Libertad.
O al menos fue así antes de tener que verla día con día esforzándose en fingir que lo soportaba.
Era doloroso tener que ver esa sonrisa apagada, odiaba como nada la manera temerosa en que le aceptaba cerca, y verla respirar profundamente aliviada cuando él se alejaba era lo peor del mundo.
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—Llegó la incomible —soltó Lysandro viendo entrar a su hermana en el despacho de Keith.—¿Incomible? —preguntó la morena y Lysandro sonrió de medio lado.—Solo estuviste un mes con el idiota de Glez y el imbécil terminó suicidándose. No hay quien te soporte, querida.—No estés diciendo idioteces —pidió Maryere—, y no te rías, eso no es divertido.—Para mí no solo es divertido, es muy complaciente —informó Lysandro sonriente.—Como sea… ¿Qué diablos estás haciendo aquí? —preguntó ella fastidiada.—Como no respondes mis mensajes o llamadas, no he podido lograr hacer que vengas a mí, así que vine a donde sabría que vendrías —informó el mayor de los Ainsworth.—Si no te respondo es por
—Gracias por venir —dijo Adelaida desde el suelo, donde en cuclillas abrazaba a una chiquilla de cabello oscuro.—Hice un trato con él —dijo Maryere—, los traería de vez en cuando a él.Adelaida dejó correr a Nicole hasta Francis, que unos metros más lejos los miraba.Él no aceptaba a Maryere. Para él, ella tenía la culpa de que su hijo terminara como lo hizo, pero amaba como nada a sus nietos.—¿Puedo? —preguntó la rubia extendiendo los brazos al frente. Maryere asintió y le pasó al pequeño rubio de ojos miel—. Es igual a mi Nath.Adelaida comenzó a llorar mientras mecía al pequeño de un par de meses. Era el primer aniversario de muerte de Nathaniel, y Maryere se había encontrado con la familia de su exesposo en la tumba de este.La abuela de sus nietos miró a la morena
Castiel se enamora de una chica pelinegra que no debería amar, pues en los líos en que está envuelto lo más seguro es no tener a nadie consigo. Si no tienes nada, nada puedes perder.Pero no hay forma de ganarle al amor, por eso, el pelinegro deberá hacer cualquier cosa por proteger a esa chica que adora, ya que sus enemigos son muchos, incluso algunos que cree están de su lado. Como su mejor amigo, Nathaniel.Castiel deberá alejar a Mary de él, pero no está dispuesto a hacerlo. Él prefiere ser esclavo de sus contratistas que alejarse de la mujer que ama; convirtiendo esa peligrosa condición en una misión suicida de la que saldrá vivo de puro milagro.Y es que, tal como la suerte no jugó a su favor, el tiempo tampoco estuvo de su lado. Cuando el pelinegro puede volver a buscar su vida se da cuenta que ahora nada es como lo recuerda; entendiendo que todo lo que am&oa
Los golpes en su puerta sonaban insistentemente, pero realmente no le apetecía levantarse. La noche anterior había vuelto a casa demasiado tarde, algo ebrio y acompañado. ¿Por qué, entonces, debería atender al llamado de alguien que no era tan importante, ni tan hermoso, ni tan buena compañía como la chica desnuda entre sus brazos?Pero los llamados a su puerta no dejaban de sonar y, atreviéndose a pensar que ella se iría al despertar, pensó en retenerla un rato más en su cama, aunque fuese dormida. Ella le encantaba al grado de serle agradable el solo mirarla.Suspiró de nuevo y dejó atrás las sábanas que también le envolvían a ella. Se puso el bóxer y una playera, entonces caminó hasta la entrada de su casa encontrando a un chico de cabello rubio y ojos miel, que le miraba molesto por haber tenido que esperar tanto por que se le
—De verdad no creí que ustedes duraran —confesó Nathaniel mientras veía cocinar a Maryere en el departamento de su amigo, que, sin dejarle ver su sonrisa, siguió preparando comida para tres, que eran los que habitualmente comían allí.—Pero duramos y duraremos—aseguró bastante satisfecho, y muy feliz, Castiel, que entraba en la cocina y se abrazaba a la espalda de la chica—. Esto es para siempre, a nosotros solo la muerte nos puede separar, y puede que me las ingenie para volver a estar con ella después de eso. Renacería para volver a verla, para volver a amarla, para volver a tenerla una vida entera conmigo.—Eres todo un poeta —dijo la morena apagando la estufa—, así de bueno deberías ser para cocinar.—No hay necesidad —indicó Castiel, sacando platos de la alacena para llevarlos a la mesa—, antes tenía a
—Te lo dije —la respuesta de Nathaniel cuando Castiel le mostró las fotos que los altos mandos de esa maldita organización, a la que ahora más que nunca pertenecía, le habían enviado—. ¿Qué es lo que quieren? —peguntó el rubio y el pelinegro empuñó la nota que venía junto al montón de imágenes donde aparecía la mujer de su vida.—Un asesinato —informó Castiel después de llenar sus pulmones con aire, y ambos hombres fruncieron el entrecejo.—¿Quién? —preguntó Nathaniel y Castiel se estremeció, solo pensar en su objetivo le hacía doler el estómago. —Lyzandro —anunció, haciendo que el ojimiel perdiera la poca compostura que le quedaba.—No puedes —espetó bastante descolocado el rubio—, ese sujeto es intocable.
Castiel abrió los ojos con pesadez, y miró ese techo blanquecino que le cubría. Mientras su modorra comenzaba a dispersarse, pudo percatarse de algunos sonidos que le causaban confusión. Pareciese que estuviese en un hospital. El olor a desinfectante y medicamentos aumentaban las probabilidades de que fuera así.Quiso moverse, pero le resultó complicado. Su cuerpo parecía estar hecho de plomo, o tener bastantes kilos de ello. Intentó hablar, pero su garganta tampoco quiso cooperar con él, solo un ronco y desgarrarte sonido arañó su garganta para abandonar su boca.—Bienvenido al mundo, bella durmiente… aunque más pareces una bestia desahuciada —pronunció una voz que no reconocía, no sabía si era porque nunca antes la había escuchado o porque hacía bastante que no la oía.—¿Qu… qué…? &md
—Quiero saber lo que pasó —exigió Castiel mientras irrumpía en la casa de Lysandro, que ya le estaba esperando.El albino delineó sus labios con una sonrisa y le ofreció asiento al hombre de pie en la entrada de su sala.Castiel se encaminó al sofá frente al imponente hombre a quien, al parecer, le debía la vida, y tomó asiento. Entonces, balanceando en suaves movimientos circulares su copa de vino tinto, el peliblanco comenzó a narrar lo que había pasado años atrás.—Cuando casi te mataran mis amigos, me sorprendí demasiado al conocer tu identidad. No creí que ese chico, que tanto había protegido Nathaniel, y a quien siempre cargaba consigo, fuese el encomendado de matarme. Sobre todo, porque no podrías hacerlo, nunca te preparó para ello y yo soy intocable —hizo una mueca de burla que no molestó a Castiel,