—Nicole —habló la mujer tirada en la cama donde la pequeña pelinegra coloreaba—. ¿Nos vamos de viaje?
—¿Con papá? —preguntó la chiquilla emocionada.
—No, solas.
—¿Otra vez? —se quejó la niña—. Dijiste que no volveríamos a estar solas. Yo quiero que estemos con papá.
—¿Quieres ir a ver a tu papá? —preguntó la rubia y la chiquilla comenzó a brincotear en la cama diciendo una y otra vez que sí.
* *
—¡Papito! —gritó Nicole corriendo hasta los abiertos brazos de Nathaniel, que la esperaba en cuclillas y con una enorme sonrisa.
Maryere vio de lejos la escena, y lloró en silencio mientras intentaba contenerse. Odiaba como nada la felicidad de ese hombre, y todo lo que él representaba para su hija. No
—¿Estás loca? —preguntó Lysandro furioso—. ¿Cómo mierda puedes volver con él?—¿Y qué querías que hiciera? Ustedes no me estaban ayudando, yo estaba a punto de perderlo todo.—¡Dijiste que no nos necesitabas!—Sí, pero eso no significaba que no necesitara ayuda, solo que la ustedes no me servía. Yo en la cárcel por sabe cuánto tiempo mientras mi hija estaba en un orfanato o con Nathaniel.—Igual está con Nathaniel.—Sí, pero yo no estoy en la cárcel.—Mary, esto es una idiotez. No puedes estar con el tipo que te ha hecho tanto daño. Creía que lo intentarías con Castiel.—Porque Castiel no me hizo daño —ironizó la mujer.—Pero al menos a él lo amas.—Sí, pero él no puede pro
—Esto se está tardando mucho —se quejó Castiel mientras repasaba con Keith la evidencia obtenida contra Nathaniel, aún no era suficiente.—Nos está bloqueando todos los caminos —indicó el abogado, frustrado de no poder avanzar.—No me imagino como está Mary… a mí, saberla con él me pudre el hígado —declaró Castiel molesto.Habían estado trabajando incansablemente para sacar a Maryere de la situación en que se encontraba y no lograban mucho, pues debían ser cautelosos para no ser descubiertos por ese al que intentaban acabar.Maryere, por su parte, soportaba cada día más la cercanía de ese hombre que en serio odió, pero que al parecer era el único que le aceptaba tal como ella era.—Ere, ¿crees que podrías llegar a quererme? —cuestionó el rubio abraza
“Amar es hacer cualquier cosa por la felicidad de la persona amada”lo había leído o escuchado en alguna parte y no podía sacarlo de su cabeza por más que lo intentaba. Y es que él pudo comprobarlo, Maryere había regresado a su casa y vida por la felicidad de Nicole.Él amaba a su hija, haría lo que fuera por ella, incluso mataría de nuevo a Castiel si eso le permitía tenerla para siempre consigo. También amaba a Maryere, pero se amaba mucho más a sí mismo como para darle lo que la haría feliz. Libertad.O al menos fue así antes de tener que verla día con día esforzándose en fingir que lo soportaba.Era doloroso tener que ver esa sonrisa apagada, odiaba como nada la manera temerosa en que le aceptaba cerca, y verla respirar profundamente aliviada cuando él se alejaba era lo peor del mundo.—&i
—Llegó la incomible —soltó Lysandro viendo entrar a su hermana en el despacho de Keith.—¿Incomible? —preguntó la morena y Lysandro sonrió de medio lado.—Solo estuviste un mes con el idiota de Glez y el imbécil terminó suicidándose. No hay quien te soporte, querida.—No estés diciendo idioteces —pidió Maryere—, y no te rías, eso no es divertido.—Para mí no solo es divertido, es muy complaciente —informó Lysandro sonriente.—Como sea… ¿Qué diablos estás haciendo aquí? —preguntó ella fastidiada.—Como no respondes mis mensajes o llamadas, no he podido lograr hacer que vengas a mí, así que vine a donde sabría que vendrías —informó el mayor de los Ainsworth.—Si no te respondo es por
—Gracias por venir —dijo Adelaida desde el suelo, donde en cuclillas abrazaba a una chiquilla de cabello oscuro.—Hice un trato con él —dijo Maryere—, los traería de vez en cuando a él.Adelaida dejó correr a Nicole hasta Francis, que unos metros más lejos los miraba.Él no aceptaba a Maryere. Para él, ella tenía la culpa de que su hijo terminara como lo hizo, pero amaba como nada a sus nietos.—¿Puedo? —preguntó la rubia extendiendo los brazos al frente. Maryere asintió y le pasó al pequeño rubio de ojos miel—. Es igual a mi Nath.Adelaida comenzó a llorar mientras mecía al pequeño de un par de meses. Era el primer aniversario de muerte de Nathaniel, y Maryere se había encontrado con la familia de su exesposo en la tumba de este.La abuela de sus nietos miró a la morena
Castiel se enamora de una chica pelinegra que no debería amar, pues en los líos en que está envuelto lo más seguro es no tener a nadie consigo. Si no tienes nada, nada puedes perder.Pero no hay forma de ganarle al amor, por eso, el pelinegro deberá hacer cualquier cosa por proteger a esa chica que adora, ya que sus enemigos son muchos, incluso algunos que cree están de su lado. Como su mejor amigo, Nathaniel.Castiel deberá alejar a Mary de él, pero no está dispuesto a hacerlo. Él prefiere ser esclavo de sus contratistas que alejarse de la mujer que ama; convirtiendo esa peligrosa condición en una misión suicida de la que saldrá vivo de puro milagro.Y es que, tal como la suerte no jugó a su favor, el tiempo tampoco estuvo de su lado. Cuando el pelinegro puede volver a buscar su vida se da cuenta que ahora nada es como lo recuerda; entendiendo que todo lo que am&oa
Los golpes en su puerta sonaban insistentemente, pero realmente no le apetecía levantarse. La noche anterior había vuelto a casa demasiado tarde, algo ebrio y acompañado. ¿Por qué, entonces, debería atender al llamado de alguien que no era tan importante, ni tan hermoso, ni tan buena compañía como la chica desnuda entre sus brazos?Pero los llamados a su puerta no dejaban de sonar y, atreviéndose a pensar que ella se iría al despertar, pensó en retenerla un rato más en su cama, aunque fuese dormida. Ella le encantaba al grado de serle agradable el solo mirarla.Suspiró de nuevo y dejó atrás las sábanas que también le envolvían a ella. Se puso el bóxer y una playera, entonces caminó hasta la entrada de su casa encontrando a un chico de cabello rubio y ojos miel, que le miraba molesto por haber tenido que esperar tanto por que se le
—De verdad no creí que ustedes duraran —confesó Nathaniel mientras veía cocinar a Maryere en el departamento de su amigo, que, sin dejarle ver su sonrisa, siguió preparando comida para tres, que eran los que habitualmente comían allí.—Pero duramos y duraremos—aseguró bastante satisfecho, y muy feliz, Castiel, que entraba en la cocina y se abrazaba a la espalda de la chica—. Esto es para siempre, a nosotros solo la muerte nos puede separar, y puede que me las ingenie para volver a estar con ella después de eso. Renacería para volver a verla, para volver a amarla, para volver a tenerla una vida entera conmigo.—Eres todo un poeta —dijo la morena apagando la estufa—, así de bueno deberías ser para cocinar.—No hay necesidad —indicó Castiel, sacando platos de la alacena para llevarlos a la mesa—, antes tenía a