—¿Usted es familiar de la señora? —preguntó la enfermera a la que solicitaba informes Castiel.
El negó con la cabeza, a tales alturas ellos solo eran un par de desconocidos. Al menos para ella y todo el mundo.
—Soy quien la trajo aquí —informó.
—Si no es familiar no me está permitido dar informes —se disculpó la enfermera—, pero puedo decirle que ella está bien y que está en el cuarto 227 en recuperación —susurró guiñándole un ojo y se fue.
Sin saber en realidad qué le motivaba a ir, se encaminó a la habitación mencionada y encontró a Maryere dormida en una cama.
La miró con más dolor que pena, le vio esos marcados golpes en su rostro, el brazo enyesado y la cabeza vendada. El impacto había sido fuerte, era sorprendente que ella estuviera viva.
—Esa vez no iba a un viaje de negocios —informó Nathaniel—, iba a casarse con su prometida y ambos murieron cuando el avión que los llevaba de luna de miel se desplomó.—¿Qué? —preguntó Maryere mientras sus ojos dejaban escapar su dolor en forma de lágrimas y un hombre, ahora pelirrojo, renegaba en el baño—. No —susurró ella.—Sí, Ere —insistió Nathaniel—. Lamento no habértelo dicho, pero él era mi mejor amigo y no creía que lo quisieras tanto. Además, cuando él murió, pensé que era mejor que no lo supieras, pensé que era mejor que mantuvieras la imagen de ese Castiel amoroso y divertido que te encantaba. Solo no podía decirte que él murió mientras estaba con otra.—No —repitió Maryere—. Todos estos años he pensado que &
Maryere fue atendida y sedada, Nathaniel se fue y Castiel salió a ver el rostro adolorido, e hinchado por tanto llorar, de la mujer que más amaba. Ella no tenía culpa de nada y había sido quien más sufrió. Aunque todo fuera culpa de su disque mejor amigo, en realidad.Sintiéndose tan culpable del dolor de esa mujer que adoraba, se fue sin atreverse a tocar ese rostro que tonto había extrañado. Aun después de haber aceptado que ella era mala, y de decidir vengarse de ella y Nathaniel, Castiel jamás había dejado de amar a Maryere.—Ella no era parte de esto —informó a Lysandro, que ahora era como un amigo para él, pero que no lograría nunca serlo.Después de la traición de Nathaniel, que había sido como su hermano, Castiel no se atrevería a entablar una amistad con nadie más.—¿Cómo puede
—¿Y quién es el nuevo socio? —preguntó Maryere que, desde algunos años atrás, trabajaba en la empresa que Nathaniel había creado con la intención de sentar cabeza para esa familia que realmente amaba.A diferencia de Castiel, él podía dejar la mierda de vida que era la mafia, por ser el jefe. O al menos era lo que él pensaba, pues no se imaginaba que las consecuencias de las acciones realizadas, por mucho que intentara dejarlas atrás, le seguirían hasta cobrarle todas y cada una de las que había hecho. Pero estaba por descubrirlo.—En realidad no lo conozco, solo hemos tratado por mail, y creo que hablé en un par de ocasiones por teléfono con él, pero nunca nos hemos visto personalmente, aunque no tardará en llegar —anunció el rubio a una mujer que aún le tenía molesto, pero que necesitaba a su lado justo en
—¿Alguna vez has hecho el balance? —preguntó Louis, que trabajaba con Maryere sobre las cosas contables de la empresa. Ella negó con la cabeza.—Solo las reviso —dijo—. Tú sabes cuan delicado es todo esto, me encargo de checar que no haya errores y, sorprendentemente, nunca los hay. Eso es bueno —terminó sonriendo para el que continuaba revisando meses de contabilidad.—Eso es extraño —susurró él obteniendo la total atención de la morena, que le miró extrañada—. Que no haya errores, es extraño —repitió. —Somos varios contadores —explicó ella—, antes de mí todo fue revisado dos veces por al menos dos personas.—A mí sigue sin cuadrarme mucho —renegó el pelirrojo, pero la mujer no le dio importancia, después de todo, ella confiaba en su t
Los negocios de Nathaniel no eran del todo claros, había mucho fango debajo del agua clara que ese hombre presumía; y nadie lo imaginó ni lo imaginaría.Pero Louis tenía razón y Maryere lo descubrió. Después de los intrigantes comentarios del nuevo socio, y su casi amigo, ella comenzó a indagar profundo en tantos papeles como nunca revisó.El lavado de dinero era el menor de los problemas. Mucho del dinero que entraba a la empresa era por medio de estafas. Dinero de sin fin de empresas que ella sabía les habían jugado sucio, y ahora sabía quién fue. Su esposo.—¿Qué es lo que harás? —preguntó Maryere a Louis después de confirmar que él lo sabía también.—Es obvio, denunciarlo —dijo el pelirrojo—. No puedo verme implicado en algo tan turbio. Además, ¿qué
—Señora Maryere Stone, queda usted detenida por fraude, estafa y lavado de dinero —escuchó del hombre que le ataba las manos en la espalda con unas esposas.Sus ojos se llenaron de lágrimas, y una punzada atravesó su vientre, haciéndole perder el conocimiento, y también a su bebé.Cuando abrió los ojos se descubrió en un hospital, esposada a los barrotes de la cama y custodiada por dos guardias de seguridad. Y se sintió criminal. Aunque no había hecho nada de lo que la culpaban, todas las declaraciones fiscales de la empresa estaban respaldadas por ella.—¿Qué pasó? —preguntó a Melody, teniendo una idea más o menos clara, pero deseando corroborar lo que se atrevía a pensar.—Es lo que quiero saber —dijo la médico en un tono de voz áspero y casi grosero.Maryere no lo entendió
—¿Qué diablos pretendes? —preguntó Nathaniel al pelirrojo frente a él.—No es lo que pretendo Nath, es lo que quiero —explicó el de ojos grises.—¿Y qué quieres, Castiel? —cuestionó el rubio, incapaz de sonreír.—Venganza —informó Castiel en medio de una sonrisa maliciosa.—¿Venganza?—Es todo lo que quiero —aseguró el pelirrojo—, venganza… Aunque, puede que sea justicia lo que busco, porque lo único que quiero es hacerte justo lo que me hiciste, dejarte sin nada, arrebatarte a la mujer que amas, dejarte sin la vida que tanto adoras y recuperar todo lo que es mío y te quedaste cuando intentaste matarme.El ceño de Nathaniel se frunció.—Explícate —pidió fingiendo confusión—, fuiste tú quien solo desapa
—Claro que no —dijo—, prefiero morir antes de tener que aceptar nada de ti.—Eres tan idiota —bufó Lysandro. —Los dos iguales —aseguró Maryere.—No lo hiciste ¿o sí? —preguntó el albino, rompiendo el silencio.—Vete al infierno, imbécil —soltó la morena, fulminándole con la mirada, o al menos haciendo el intento; y se recostó de lado, dándole la espalda al albino que se llamaba idiota por tan solo haber preguntado. Sabía bien que ella no lo haría, la conocía.—Si no lo hiciste no tienes nada de qué preocuparte —dijo en un tono un poco bajo.—Tampoco tienes que preocuparte de nada, nuestra relación se terminó hace muchos años —recordó ella, logrando que el rostro del chico se acongojara.—Me voy —anunci&o