CAPÍTULO 31. LA ENVIDIA EL PEOR VENENO
Se quedaron abrazados, ella desnuda y él a medio vestir acostados en la hierba, le quitó la coleta que le sujetaba el cabello y empezó a acariciárselo con mucha ternura, tomó un mechón en sus manos y acarició con este delicadamente su rostro, produciéndole un cosquilleo, luego acercó su rostro a ella y comenzó nuevamente a besarla con suavidad, pero Karina se sentía demasiado impetuosa para ir con calma, se subió encima de su amado diciéndole. —Ahora me toca a mi señor Russo—empezó a recorrer su rostro con las manos, perfilando cada facción del mismo, embebiéndose de ella, fue haciéndose camino por su barbilla hasta llegar a su manzana de Adán, iba probándolo con la punta de su lengua, mientras él la sostenía por la espalda, recorriéndosela con delicadas caricias, intentando bes
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