Capítulo 3
Enterarme, de la nada, de que tenía un esposo me dejó dando vueltas en la cama, sin poder pegar los ojos del sueño. Así que decidí llamar a mi mejor amiga, Mila Picard.

Aunque no había querido contactar con ella para que no se preocupara al saber que estaba gravemente herida, también me sentía aliviada de que ella no hubiera intentado contactarme en todo este tiempo. De lo contrario, seguramente habría descubierto lo de mi accidente.

Sin embargo, en el momento en el que me contestó la llamada, no pude evitar sentirme un poco dolida y reprocharle:

—¿Yo no te llamo y tú tampoco me llamas después de tanto tiempo?

Han pasado más de dos meses. No sólo no me llamó ni una vez, ni siquiera me mandó un mensaje.

¡Pero qué desconsiderada!

Pensé que se sentiría apenada y me iba a explicar que había estado en algún lugar remoto haciendo investigaciones científicas, sin señal ni comunicación.

Pero para mi sorpresa, después de un largo silencio, me respondió:

—Esmeralda, ¿te olvidaste de que ya no somos amigas? Cortamos todo contacto.

Abrí los ojos de par en par, más incluso que cuando descubrí que tenía un esposo. No podía aceptar lo que acababa de escuchar.

Mila, ella es mi mejor amiga. Pase lo que pase, yo jamás la abandonaría ni terminaría nuestra amistad.

¡No había forma de que nos hubiéramos distanciado!

No podía creerlo, pero Mila insistió en que efectivamente habíamos roto nuestra amistad.

Dijo que fue por culpa de David.

Me explicó que mi matrimonio con David no era un simple contrato comercial sin sentimientos, sino todo lo contrario. Yo estaba locamente enamorada de él, tanto que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa, no tenía límites ni dignidad.

Ser una lamebotas o una enamorada tóxica no podía ni siquiera empezar a describir lo bajo que había llegado.

Incluso los personajes más ridículos de la televisión parecerían razonables comparados conmigo.

A pesar de haber descubierto que David estaba enamorado de su hermana adoptiva, Luna, y que sólo se había casado conmigo para consolidar su poder, yo seguía amándolo.

Incluso después de que él, por ese amor imposible con Luna, me lastimó y humilló una y otra vez, yo seguía amándolo desesperadamente, negándome a dejarlo.

Inventé en ese entonces toda clase de trucos y maromas para autoconvencerme, incluso llegué al punto de autolesionarme para así provocarle lástima e intentar recuperarlo, era algo toxica sí, pero yo lo amaba.

Pero en mi intento por mantenerlo a mi lado, me convertí en un chiste para todos. Entre la gente que nos conocía, incluso se hacían apuestas diarias sobre qué sería capaz de hacer esa "loca" para seguir con David.

Mila había intentado convencerme de dejarlo, pero yo, por aferrarme a un hombre como él, decidí romper nuestra amistad.

Después de escuchar su versión, me quedé atónita durante mucho tiempo. La yo de la que hablaba no se parecía en nada a mí.

Yo nunca podría amar a alguien de una manera tan humillante y sin dignidad.

Tampoco sería capaz de abandonar a mi mejor amiga por un hombre.

Sin embargo...

Mila me dijo que no volviera a llamarla.

Dijo que no quería escuchar mi voz ni saber nada más de mi vida con David.

Fuera lo que fuera, lo que estaba pasando conmigo ahora, dijo que me lo merecía, y me pidió que no la molestara más.

Mila y yo teníamos un vínculo tan fuerte que en los momentos importantes nos acompañamos. Si no fuera porque la decepcioné hasta el extremo, ella jamás me habría hablado así.

Por mucho que no quisiera creer que yo sería capaz de humillarme por un hombre, no tuve más remedio que aceptar su versión.

Aunque sus palabras fueron duras, antes de colgar, Mila no pudo evitar preguntarme si estaba bien y si necesitaba ayuda. Me dijo que, por los viejos tiempos, podía ayudarme una última vez.

Ella siempre ha sido esa persona de corazón blando que trata de aparentar ser dura.

Después de colgar, me quedé acostada en la cama, sin poder dormir.

……

Pasé otro mes recuperándome en el hospital antes de que me permitieran salir.

El día de mi alta, mi hermano, Theo Bois, vino a recogerme.

—No culpes a tu hermano ni a tus papás por no haber venido a verte. Tú sabes, Luna siempre ha estado delicada de salud. Después de lo que pasó, se asustó mucho, tuvo un resfriado fuerte y pesadillas. Mamá y papá no podían dejarla sola.

—Y yo… bueno, acabo de tomar las riendas de la empresa. Sabes que muchos accionistas no están contentos, y estoy ocupado todos los días... De verdad quería sacar algo de tiempo para verte, pero…

Agaché la cabeza y con una sonrisa tranquila le respondí:

—Sí, lo entiendo, ha sido difícil para ti.

Aunque estaba de acuerdo con él y no le reproché nada, por alguna razón, mi hermano pareció irritarse de repente.

—Si estás molesta, dilo de una vez. ¡No hables en ese tono pasivo-agresivo!

Yo no entendí qué estaba pasando.

—Es cierto que no fuimos a verte. Pero, ¿acaso tú no tienes parte de culpa? ¿Alguna vez te pones a reflexionar sobre tus propios errores? ¡Una herida pequeña y te quedaste en el hospital tres meses! Eres la mujer más dramática del mundo.

—No es de extrañar que mamá y papá prefieran a Luna en lugar de a ti, su hija biológica. Con ese genio tuyo, no es raro que nadie te quiera.

Frente a las críticas furiosas de mi hermano, no pude hacer otra cosa que sonreír, sin saber qué decir.

Mi querido hermano parecía haber olvidado que, desde pequeña, siempre he odiado ir al hospital.

Cuando me enfermaba de niña, él tenía que esforzarse mucho para convencerme de ir al médico.

Si hubiera podido irme del hospital, lo habría hecho sin pensarlo dos veces. No hay forma de que me haya quedado tanto tiempo por gusto.

—Mientras tú estabas escondida en el hospital, ¿sabes lo ocupado que estaba yo? La empresa, mamá y papá…

Mi hermano seguía hablando, cada vez más irritado, hasta que, agotado, terminó con un suspiro:

—En fin, soy tu hermano mayor. Por mucho que me desespere tu carácter, no puedo abandonarte.

—Piensa en cómo te cuidaba cuando éramos pequeños. En este mundo, sólo yo te trato tan bien.

Miré a mi hermano y recordé nuestra infancia. Un dolor me atravesó el corazón.

Él de verdad me había tratado muy bien cuando éramos niños.

Pero todo cambió cuando mis padres adoptaron a Luna, una niña que había perdido a sus padres.

Recién salida del hospital, aún estaba muy débil.

Me quedé dormida en el auto poco después de subir.

Cuando mi hermano me despertó, miré el paisaje por la ventana, aún un poco aturdida. No fue hasta que me apuró que reaccioné.

—Hermano, esta no es… —mi casa.

Antes de que pudiera terminar, mi hermano me sacó del auto.

—Dale, has estado escondida en el hospital durante más de tres meses. Ya es hora de que te disculpes con Luna.

No supe cómo responder.

No es de extrañar que, a pesar de estar tan ocupado, se tomara el tiempo de venir a recogerme.

De verdad se esforzó en aparentar que venía por mí, cuando en realidad era por Luna.

Antes de que pudiera decir algo, mi hermano continuó:

—La metiste en problemas cuando fueron secuestradas juntas. Por tu culpa, se puso mal más de una semana y hasta le dio un resfriado. Debes disculparte con ella.

No quería ir.

Aunque había olvidado algunas cosas, todavía recordaba claramente cómo Luna hablaba con los secuestradores. Muchas cosas aún necesitaban ser investigadas.

Sin embargo, mi cuerpo aún estaba débil, y un ligero tirón ya me causaba dolor. Resistirme era un riesgo, así que no tuve más remedio que seguirlo.

Cuando llegamos a un bar, el ambiente estaba muy animado.

Un grupo de personas rodeaba a un hombre y a una mujer en el centro, animándolos:

—¡Beso! ¡Beso! ¡Beso!

El ambiente y la emoción eran tan contagiosos que incluso yo, sin querer, me uní a la multitud, aplaudiendo y animándolos para que se besaran.

Tal vez mi voz fue un poco alta, porque la habitación, antes llena de ruido, se quedó en silencio

Por un momento, todos voltearon a verme.

Me sentí un poco avergonzada bajo tantas miradas.

—¡No me miren así! Sigan con lo suyo. Yo, como ustedes, sólo pienso que hacen una pareja perfecta —dije, mirando al hombre rodeado en el centro, mi esposo.

—No se preocupen por mí, ¡ustedes sigan!

—Yo sólo vine a apoyarlos.

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