Capítulo 8
—Esmeralda, te lo he dicho mil veces: ¡entre Luna y yo no hay nada! No somos lo que piensas. ¡Y aunque uses el divorcio para amenazarme, no voy a mandarla al a vivir por fuera del país solo porque a ti se te da la gana!

Pensé que por fin había entendido que quería divorciarme de verdad, pero no. Cambió de tema, como siempre, echándome la culpa de todo, diciendo que estaba haciendo un berrinche y usando el divorcio para chantajearlo.

Esa sensación de estar hablando con una pared me frustraba demasiado.

Volví a mirarlo, esta vez con más seriedad que nunca.

—David, no estoy haciendo berrinches. No estoy usando el divorcio para chantajearte. Mucho menos quiero que mandes a Luna al extranjero.

—De hecho, y de todo corazón, les deseo lo mejor a los dos.

—Si pudiera sacarme el corazón y mostrártelo, lo haría, para que veas lo mucho que deseo que ustedes sean felices juntos.

David apretó los puños con tanta fuerza que las venas en el dorso de sus manos sobresalieron.

Alguna vez, ella le había
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