Capítulo 4
Durante este mes de recuperación en el hospital, no me quedé de brazos cruzados. Hice que investigaran todo sobre la relación entre David, Luna y yo.

Descubrí que David y yo nos habíamos casado por amor. Siempre pensé que había encontrado el amor verdadero.

Por este hombre, no sólo entregué todo lo que tenía para ayudarlo con su negocio, sino que también abandoné mis estudios para ser una ama de casa y cuidar de su salud.

Pero, ¿quién iba a pensar que todo lo que me dijo eran falsas promesas de amor?

La persona que realmente amaba era mi hermana adoptiva, Luna.

Desde que Luna regresó, todo cambió.

En nuestro aniversario de bodas, él se fue con ella al Ártico a ver la aurora boreal.

En mi cumpleaños, él la acompañó a la ciudad de Tokio a disfrutar de la romántica lluvia de flores de cerezo.

En San Valentín, le regaló a Luna una casa llena de rosas rojas y un anillo de diamantes enorme, mientras que a mí sólo me dio un regalo que venía como extra con los obsequios que compró para ella.

Y además, tuvo el descaro de decirme que no hiciera dramas.

A pesar de todo esto, yo, cegada por el amor, no sólo no consideré el divorcio, sino que, después de sentirme herida, continué cuidando de él. Le preparaba el café, le servía la comida, lo cuidaba en todo, como si nada hubiera pasado, todo para intentar salvar nuestro matrimonio.

Aun el secuestro que sufrí fue porque sus competidores querían matarlo. Yo fui secuestrada en su lugar para protegerlo.

Pero después de todo lo que hice por él, al final no me quedó nada.

Yo estaba dispuesta a sacrificar mi vida por él, mientras que él, por Luna, no dudó en dejar que yo muriera. Y después de que sobreviví milagrosamente, él no sólo no me cuidó, sino que sólo le importaba que me disculpara con su “amorcito”.

¡Este tipo no tiene ni pizca de humanidad ni tampoco de hombría!

Aunque me resulta inaceptable que antes yo fuera tan estúpida por un hombre, al punto de no valorar ni mi vida ni mi dignidad, lamentarme ahora ya no sirve de nada.

Lo que importa es deshacerme de esta basura de hombre.

Ellos dos, David y Luna, son realmente la pareja perfecta: uno, despreciable y la otra, hipócrita.

Les deseo sinceramente que se amen el uno al otro para siempre.

David se irritó.

—Esmeralda, ¿otra vez estás haciendo un drama? ¿Te he dado tres meses para reflexionar y sigues sin darte cuenta de tus errores?

¡Y encima me decía eso!

Al escuchar esas palabras, no pude evitar reírme. Reírme de lo patética que fui antes.

Le dediqué todo a un hombre, incluso estuve al borde de la muerte, y lo único que obtuve a cambio fue:

—¿Todavía no has reflexionado sobre ti misma?

—Ya he reflexionado. De hecho, vine especialmente para apoyarlos a ustedes dos.

La cara del tipo, normalmente guapa, de repente mostraba sus verdaderos colores, como si toda la suavidad de antes hubiera desaparecido.

Amor y odio, perfectamente definidos.

No sé por qué, aunque no recuerdo cuánto lo amé antes, ahora estoy decidida a deshacerme de él.

Pero al mirar sus ojos despiadados, mi corazón aún no pudo evitar doler por un momento.

—Hermanita, no te confundas. Entre David y yo no hay nada. Lo que pasó fue que perdimos jugando verdad o reto. Sólo estábamos jugando…

Luna, que parecía frágil y débil, corrió hacia mí, ansiosa y fingiendo inocencia.

Ese nerviosismo suyo hacía que pareciera como si realmente estuviera asustada de que yo malinterpretara algo.

Cuando estaba a punto de caer encima de mí para abrazarme, me hice a un lado para evitarla, por reflejos.

Nadie se debería dejar engañar por mi apariencia; aunque por fuera parezca estar bien, todo mi cuerpo depende de placas y tornillos de acero.

Cuando salí del hospital, los médicos me advirtieron mucho que, hasta que no me recuperara completamente, debía ser extremadamente cuidadosa y evitar cualquier daño adicional. De lo contrario, las consecuencias podrían ser irreversibles.

Yo, que en este momento soy más frágil que una muñeca de porcelana, no puedo permitirme el lujo de soportar a alguien encima mío.

Durante mi hospitalización, mis padres, mi hermano e incluso mi esposo no se molestaron en venir a verme. Pero mi querida hermanita adoptiva Luna venía regularmente, por lo que estaba bien al tanto de mi estado actual.

—¿Hermanita, tanto me odias? —Luna, después de haber caído al suelo, comenzó a llorar de inmediato. Su cara de dolida la hacía ver aún más como una víctima.

Mi esposo, David, al ver esto, parecía aún más molesto. Su expresión se volvió aún más aterradora.

—Esmeralda, si no viniste hoy a disculparte con Luna, entonces vete ahora mismo. ¡Y no vuelvas a aparecerte frente a mí nunca más!

Su voz era tan amenazante que me atravesó como una puñalada.

Su autoridad me metía una presión que era tan fuerte que por un momento me dejó sin aliento.

Pero…

¿Había escuchado bien?

¿Que no tenía que disculparme y que tampoco tenía que volver a verlo nunca más?

Levanté la cabeza, le sonreí y respondí:

—Qué coincidencia, justo no vine a disculparme. Ya mismo me voy.

Dicho esto, me di la vuelta y caminé a la salida, ignorando por completo cómo el silencio en la sala se volvía tan abrumador como en una morgue.

Lamentablemente, apenas di un paso cuando alguien me agarró el brazo con fuerza.

Un dolor escalofriante me recorrió el cuerpo.

—Esmeralda, ¿sabes lo que estás diciendo?

—¡Deja de hacer escándalos! Todo tiene un límite. —Pensando en los tres meses que, según él, yo había estado haciendo dramas, su tono mostraba un rastro de irritación.

Miré a David. No podía creer que incluso después de decir todo esto, él aún pensara que sólo estaba "haciendo drama". Por un momento, no sabía si estaba loco o solo era estúpido.

—Si piensas que estoy haciendo un escándalo, ¿por qué no lo probamos?

—¿Probar qué? —David tenía un mal presentimiento, como si lo que iba a decir no fuera algo que él quisiera escuchar.

Con una mirada seria, le respondí:

—Vayamos a la oficina de registros civiles a firmar el divorcio. A ver si estoy bromeando.

Mis palabras fueron como una bomba.

Todos se quedaron boquiabiertos, mirándome como si hubieran visto a un demonio.

Después de todo, si esto hubiera pasado antes, yo jamás habría mencionado la palabra divorcio con David, sin importar las circunstancias.

El silencio duró unos segundos antes de que se escucharan risas llenas de burla.

—Esmeralda, si vuelves a decir algo así, David de verdad te va a dejar.

—Cuando lleguen al registro civil, no vayas a llorar y rogarle que no lo haga.

—David, no la consientas. ¡Divórciate!

—¡Sí, divórciate! A ver si ella tiene los huevos. Luego, podrías encontrar fácilmente a una mujer cien veces mejor que ella. Mientras que esta basura de mujer, ni siquiera vendiéndose, encontraría a alguien interesado en ella.

—De verdad se cree importante, amenazándolo con el divorcio.

—Pasaste tres meses en el hospital y David ni siquiera fue a verte. ¿Aún no te queda claro?

—Leonard, no te rías. ¡Esa mujer está loca! ¿Qué sabe ella sobre tener dignidad?

Los amigos de David, al igual que él, no tenían ningún respeto por mí. En sus ojos, yo no era más que un perro fiel que no dejaba ir a David.

David, al escuchar a todos animándolo para que me dejara, se veía cada vez más molesto.

—Esmeralda, no te metas en más problemas.

Todos, al igual que David, pensaban que yo sólo estaba usando el divorcio como una manera de hacerle un drama, porque todos sabían cuánto lo amaba. Si David no regresaba a casa una noche, yo me llenaba de pánico y terminaba llorando hasta quedarme sin aire. ¿Cómo iba a ser capaz de pedirle el divorcio?

Sólo mi hermano, Theo, fue capaz de notar que iba bastante en serio.

Como gemelos, él siempre me ha entendido mejor que nadie.

—Esmeralda, ¿qué te pasa? ¡Es David, el hombre que más amas en este mundo! —Al darse cuenta de que yo hablaba en serio, su incredulidad se intensificó. No podía comprender cómo había llegado al punto de querer divorciarme de David, el hombre que yo amaba como si mi vida dependiera de ello.

No le respondí a mi hermano. Simplemente miré a David, indicándole que me soltara.

No sé si fue mi insistencia lo que hizo que David se enfureciera tanto que terminó riéndose por el enojo, o si estaba tan feliz de finalmente poder deshacerse de este peso muerto que yo representaba. Con una sonrisa cargada de sarcasmo, dijo:

—¡Excelente! ¡Muy bien! Esmeralda, de verdad cada día te superas.

—¿Quieres el divorcio? ¡Pues perfecto! ¡Nos divorciamos!

Justo cuando obtuve la respuesta que quería y estaba lista para irme, Luna volvió a correr hacia mí llorando.

—¡Hermanita! David, no, por favor, no hagan esto. ¡No se separen por mi culpa!

—¡Entre David y yo no hay nada! Lo que pasó fue en serio nada. ¡Era entre amigos, una chanza! No te divorcies de David por esto. Si no me crees… si no me crees, ¡puedo demostrar mi inocencia con mi vida!

Mientras hablaba, Luna agarró un cuchillo que estaba sobre la mesa y lo puso contra su cuello.

En ese momento, todos comenzaron a tratar de calmarla, llenos de preocupación. Le pedían que no fuera impulsiva, que no prestara atención a una "loca" como yo.

Yo fui la única que le respondió con otra actitud:

—¡Perfecto! Matate entonces si es que tanto lo deseas. Si te mueres, entonces te creeré.

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