CAPITULO 2

—¿Estás Lista?  — preguntó tan rápido como la miro subirse a la moto de color negro, su característico traje de látex pegado a su cuerpo  como una segunda piel, negó ante las imagines, maldijo por su falta de control.

—Nací lista Ferrara. Indícame el camino —encendió el  motor, mientras él entraba   en el asiento trasero del auto. Pensando en lo arriesgado que debió ser llegar a Donato, con un sólo hombre como seguridad.

¿Era tonto o realmente deseaba que sus días como líder terminaran pronto? Negando se colocó el casco, tenía un camino largo que recorrer, una última misión que cumplir, si moría estaría bien, puede que lo mereciera, pero si lograba salir victoriosa, quería una nueva vida, tan lejos de la mafia como se podría estar.

Ángel no puedo evitar los recuerdos mientras conducía tras el Mercedes Benz. Su familia, su niñez truncada por culpa de su padre y su falta de honor, la mafia cayó sobre él y sobre toda su familia sin piedad alguna. ¿Cómo sobrevivió? Lo ignoraba, el único recuerdo nítido en su memoria, eran los cuerpos de cada miembro de su familia tirados en la pequeña sala de casa. Fueron quemados después de eso, el mensaje era claro. Quien traicionaba a la Cosa Nostra tendría el mismo fin, serían borrados de la faz de la tierra.

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—No entiendo. Donato nunca había renunciado a su mejor hombre —Demetrio observo al conductor de la moto a través de retrovisor

—Supongo que el precio lo vale —para ser sincero se había hecho la misma pregunta sobre todo considerando el hecho de que esa mujer con rostro de ángel, era su amante

—Perdóname.  No confió en él, no tiene lealtad más que para sí mismo.

 —Sólo tiene que hacer su trabajo y luego se marchará, no podría irse mientras Máximo, continúe vivo.

—¿Crees que el viejo caerá en la trampa?

—Estoy seguro.

El silenció se hizo entre ellos. Podían entenderse perfectamente con una sola mirada, Demetrio llevaba años al servicio de la familia Ferrara. Leonardo confiaba en él ciegamente hasta el punto de ser el único con acceso a sus cuentas bancarias.

Leonardo cerró los ojos, la imagen de Ángel y Donato llegó a su mente, se mordió el labio ¿Qué demonios le ocurría? Tenía una esposa hermosa, estaba completamente enamorado de ella. Tanto que estaba incluso dispuesto a dejar el mundo de la mafia si no fuera terriblemente peligroso en estos momentos, era consciente que retirarse significaría su muerte y la de Renata.

Trato de sustituir la visión de Ángela por la de su esposa, sus ojos azules, su piel sedosa, el amor que sentían el uno por el otro.

—¡Maldición!

—¿Qué sucede? —Demetrio peguntó. Algo sucedía, estaba seguro que Leonardo no era el mismo que hace unas semanas, ver a Donato, quizá no había sido una buena idea.

—No es nada. Conduce —él asintió. Sin olvidarse de prestar más atención a Leonardo.

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Suspiró cuando él Mercedes se detuvo frente a una puerta doble de metal, espero un momento antes de que estas se abrieran y les cediera el paso, el sendero de árboles por el largo camino le hizo sentir bien, la sensación de paz era terriblemente engañadora. Conocía muy bien esa sensación, muchas veces atrás espero que durara para siempre. Ya no más, no había paz en su mundo.

Después de diez minutos, estaciono la moto, bajó, mostrando sus largas y agraciadas piernas. Se desprendió del casco, pudo sentir la mirada de Leonardo sobre su cuerpo, sonrió, ante el recuerdo. Ferrara la había observado mientras tenía relaciones con Donato en la piscina la noche anterior. Cualquier otra personas habría sentido vergüenza, cualquiera menos ella, Leonardo le atraía y ella siempre conseguía lo que deseaba.

—Te enseñare el lugar que ocuparás mientras permanezcas aquí —enarcó una ceja preguntándose ¿Cuál era su lugar?

—¿Viviré en el Chalet? —preguntó apenas la pequeña casa quedo frente a ella, no esperaba esto, su misión mantenerlo con vida.

—No confió en ti, después de anoche —sonrió ante las palabras de Leonardo

—¿Qué paso anoche? — caminó ignorando la pregunta de la mujer, no estaba seguro sobre que preguntaba o sobre que respondería

—Demetrio es mi hombre de confianza el único que puede dormir cerca de todos mis hombres tendrás que entenderte con él

—¿Bromeas?

—¿Mi rostro te parece una broma?

—No soy  tu empleada Ferrara, estoy aquí con una sola misión, apenas  termine me largaré, las cosas se harán a mi manera, no trabajo con nadie, no confió siquiera en mi sombra —dijo molesta, Donato tuvo que haberle especificado su manera de trabajar, ella no trabajaba bajo presión, las cosas no funcionaban así

—Estoy pagando una maldita fortuna por tus servicios. Puedo  decir que el precio me convertiría en tu dueño —la carcajada rompió el corto silenció

—Perfecto, tendrás tu maldito dinero en media ahora — caminó de regreso a donde había estacionado su moto

—¿A dónde vas? —Nunca imaginó que esa mujer tuviera las agallas de dejarlo plantado tratando de romper un trato cerrado y pagado

—¿No lo ves? ¡Me estoy largando!, cuida tu cabeza, Máximo Jaramillo estará encantado de saber que tus negocios con Donato se han ido al infierno

 Estaba fascinado nunca nadie le había hablado a la cara con tal arrebato y sin miedo, ¿estaba loco? Debería pegarle un par de tiros por su osadía y enfrentar la furia de Donato. En su lugar su cuerpo experimento una excitación abrumadora, su miembro se apretó contra su zipper. ¡Malditamente incomodo! Pensó para sí.

—Tu ganas, encárgate de Jaramillo y tendrás en tu cuenta bancaria medio millón más — no espero respuesta, caminó hacía la casa principal, no estaría lejos de cualquier manera la tendría vigilada de una u otra manera.

Sonrió. Su arsenal fue retirado del baúl del Mercedes, la maleta negra fue puesta en la gramilla, camino de regreso, bajo la atenta mirada de Demetrio, toma las cintas de la maleta tratando de ignorar al hombre

—No quieras pasarte de lista, Leonardo es un hombre casado, enamorado de su mujer —las palabras fueron rudas y fuertes

—No te preocupes, no estoy enamorándome de nadie —abrió la puerta de  su nueva casa, una estancia temporal como todas, excepto la casa de Donato, creció allí, se formó a su lado. Donato Quintero, se llevó todas sus primeras veces en la vida.

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—Te estoy extrañando más de lo que es recomendable — la risa al otro lado de la línea le hizo sentir bien, pero no era suficiente

—Es mejor que no Renata, por el momento, déjame arreglar los asuntos primero y luego podrás volver —sonrió. Renata era muy razonable, su vida con ella era tan pacifica, temía que un día se aburriera de él, no habían cenas románticas, citas fuera de casa, viajes pospuestos por negocios, no tenían privacidad alguna, sus guardaespaldas siempre estaban a pocos metros de distancia.

—También te amo, lo sabes —se despidió después de escuchar a su esposa colgar, suspiro. Su mirada fue hacía el chalet, desde la biblioteca tenía una vista perfecta sobre el lugar.

Observo la sombra que caminaba de un lado a otro, imagino por un momento estar ahí con ella, recibiéndolo entre sus largas piernas

—Maldición —soltó alterado, bebió de un trago su escoces, dejó el vaso con un sonoro golpe. ¿Cómo era posible que estuviera pensando en esa mujer? Estaba loco su esposa recién había  colgado la llamada y él estaba fantaseando con una mujer ajena, una mujer totalmente prohibida para él.

—Necesitamos hablar —abrió los ojos con sorpresa, ¿Cómo diablos había llegado tan rápido a la biblioteca?

—¿Cómo…?

—Soy el mejor hombre de Donato, asesina experimentada, desde luego nunca te diría mis secretos Ferrara —sonrió ante la cara de sorpresa de su nuevo jefe…

—¿Qué es lo que quieres? —sonó molesto, cuando en realidad estaba ¿sorprendido? ¿Asustado? Era tan silenciosa que parecía moverse con la capacidad de un fantasma.

—Jaramillo, asistirá al baile anual en la embajada Colombiana, ¿Tienes invitación? —ni siquiera se molestó en sentarse, su postura era defensiva, pudo notar que venía armada

—No, normalmente es otra persona quien asiste a esos eventos, como comprenderás estoy llegando —la pelinegro enarco una ceja

—Conseguiré las invitaciones, hazte cargo del resto —giró para salir de la biblioteca

—¿De qué hablas?

—Deposita en mi cuenta el dinero, necesito comprar las invitaciones, no creerás que saldrán gratis —sonrió de medio lado, mostrando una sonrisa blanca y perfecta, tan perfecta como peligrosa, su  mente le recordó

—Lo tendrás mañana mismo… y Ángel no necesitas estar armada dentro de casa —Leonardo se puso de pie, tentado a acercarse a ella, tocar su piel, apretó el puño y permaneció quieto en su sitió

—Nunca debes bajar la guardia Ferrara, ni siquiera en casa puedes confiar, eres la cabeza de una organización que no te ve como líder, cualquiera puede ser tu verdugo…

—¿Eso te incluye a ti? —ella sonrió de nuevo

—Eso me incluye, trabajo para quien pueda pagar el precio —salió dejando a Leonardo con la duda instalada en su corazón, no quería este negocio, no quería saber nada de la organización, se lo había dicho a su padre  quien ignoro deliberadamente su petición dejando su vida en peligro, no sabía siquiera en quien podía confiar verdaderamente excepto en ella. Por alguna razón ilógica, sabía que Ángel no iba a traicionarlo o ¿Era lo que necesitaba creer?

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Sus manos se aferraron a las sabanas, su cuerpo se movía con prisa, su frente perlada de sudor, su sueño estaban llenas de pesadillas, muerte y tristeza a su paso.

—¡No! —gritó. Su respiración acelerada hablaba del miedo que recorría su cuerpo, se sentó tan rápido como pudo, sus lágrimas corrieron por sus mejillas, el recuerdo la perseguía sin importar cuanto corriera para escapar, los cuerpos inmóviles en el piso, muertos para luego ser calcinados, su familia, la única felicidad que había conocido, el único amor había sido dado por sus hermanos, quienes habían muerto por culpa de su padre y su falta de honor.

Incapaz de seguir en la cama, se levantó de un salto. Ella no parecía ser muy femenina su cuerpo estaba muy bien trabajado, tonificado hasta el punto que sus pequeños pechos eran inexistentes y cuando requería hacerlos desaparecer también era posible a base de vendajes, alejó los recuerdos, se vistió con una camiseta ajustada, un short corto  y tenis deportivos, necesitaba olvidar, necesitaba sentir la adrenalina en sus venas, matar sus fantasmas a base de ejercicio.

Su cuerpo liberó la tensión después de  la quinta vuelta al terreno, sabía que el recuerdo la acompañaría durante todo el día como solía ser después de soñar con el pasado. La mueca de una sonrisa apareció en sus labios pagaría toda su vida el precio de una traición que no cometió.

El timbre de su teléfono interrumpió los amargos recuerdos, respondió rápido al ver el número en la pantalla.

—¿Lo tienes?

—Perfecto, te haré la transferencia apenas compruebe que la información sea verídica —colgó la llamada no podía extenderse sería arriesgarse, no confiaba en el ambiente  ni en la gente.

Emprendió la carrera de nuevo, eran cerca de las seis de la mañana y debía reportarse con su nuevo jefe provisional, peo el movimiento en los arbustos llamo su atención desviando su camino, su instinto le gritó peligro.

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—¿Qué has dicho? —el cristal se rompió al impactarse contra el piso, llamado la atención de Demetrio quién entro a la habitación sin tocar. Basto una señal de Leonardo para darse cuenta de que no había peligro alguno, mientras terminaba la llamada.

—¿Qué ha sucedido? —Demetrio no se movió de su sitió

—La policía ha incautado el cargamento en las orillas del Puerto San José —aparto las sabanas, se puso de pie con cuidado de no pararse sobre los vidrios rotos

—¿Cómo es eso posible? —se habían asegurado de que fuera imposible de rastrear

—Según nuestro contacto en Antinarcóticos, recibieron una llamada que los alerto, fueron directo por el cargamento —Demetrio maldijo,  mientras Leonardo se vestía con prisas, debía mover piezas para que no relacionaron los sacos de café con la exportadora o todo ser iría al diablo.

La puerta se abrió con un golpe seco, antes de siquiera de que pudieran salir, Ángel lanzó al hombre a sus pies, su bello rostro tenía un golpe y su labio estaba roto, sin embargo el hombre tirado sobre la alfombra estaba en peores condiciones.

—¿Qué significa esto?

—Esta rata. Estaba abandonando tu barco —Leonardo la miro fijamente por unos momentos antes de fijarse en el hombre a sus pies. El hombre temblaba de terror, si bien Leonardo era conocido por su amabilidad, justo el motivo por los que muchos lo consideraban no apto para su puesto, el seguía siendo un Ferrara, hijo único del jefe de la Cosa Nostra y heredero absoluto, aunque no lo quisiera.

—¿Ángel? —cuestiono

—Huía hacía la zona boscosa, me pareció sospechoso así que no tuve otra opción que traerlo de vuelta, es todo tuyo —giró sobre sus talones para salir de la casa, no era su asunto, ella debía planificar la muerte de Jaramillo, esa era su verdadera misión en la historia de Leonardo Ferrara…

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