Sólo existía un motivo para estar aquí, seguramente Donato tenía un nuevo trabajo, estaciono su moto frente a las puertas de la mansión, cuarenta hectáreas de terreno, una construcción clásica, nadie sospecharía del tipo de reuniones que se llevaban dentro, cualquier persona pensaría que el lugar era habitado por “gente decente” como les gustaba catalogar a las personas, pocos sabían lo que realmente escondía aquella preciosa casa.
Bajo de la moto, el Mercedes Benz, estacionado llamo su atención, las placas no le eran conocidas, tampoco el hombre de uno noventa aproximadamente parado firme como un solado a un lado, debía ser la razón de que Donato exigiera su presencia, camino con paso firme, su cuerpo enfundado en un traje de látex negro, su figura se amoldaba perfectamente, el traje abrazaba la curva de sus nalgas y sus esbeltas piernas, medía uno setenta y cinco, sus botas de motero hasta la rodilla, con algunas hebillas que ocultaba lo que realmente había dentro de ellas, las puertas se abrieron, ni siquiera se molestó en quitarse el casco, si iba a conocer un nuevo cliente, decidiría si era bueno no o revelar su rostro.
—Donato —saludo, ignorando al visitante, pero no desconocido, esa palabra no existía en su vocabulario, en su trabajo era obligación conocer a todos y a todo lo que se moviera, máxime si tenían como objetivo, contratar los servicios de la banda. Era su responsabilidad tener los datos preciosos de cada posible cliente.
Leonardo Ferrara, no era la excepción, dueño de varios negocios legales, que le brindaban el respeto y la admiración de muchos en la sociedad, sobre todo por su labor social por su desapego a lo material, sonrió, por supuesto podía tener desapego cuando su mayor fuente de ingreso eran sus negocios ilegales: el contrabando de polvo blanco, armamento y blanqueo de dinero era una de sus cuantas ocupaciones que le permitían vivir una vida de lujo, darle a su esposa una vida de reina, Renata de Ferrara, vivía en el extranjero la mayor parte del tiempo, mimada y amada por su marido, se consideraba la embajadora del amor.
—Ángel —Donato, llamo su atención, el hombre continuaba sentado sin mover un solo musculo de su cuerpo, parecía tenso, si no lo supiera mejor creería que estaba actuando, pero ser el heredero de Cosa Nostra tenía un precio y por muy lejos que estuviera de Italia, no podía escapar.
—Donato —el sonido de su voz, llamo la atención de Leonardo, había creído que el visitante de negro era un hombre.
—¿Ángel? —preguntó, tratando de no reírse.
—¿Tienes algún problema Ferrara? —la sonrisa se le apago, más rápido de lo que imagino.
—¿Cómo sabes?
—En mi mundo quien no sabe, está muerto, así que te recomendaría que andes con cuidado, lo sé todo de ti, incluso el motivo por el cual nos honras con tu visita esta mañana.
—Sólo se me hizo raro, suenas como una chica —estaba seguro que no se había equivocado, en un principio creyó que era un chico, a pesar de los rasgos femeninos al caminar, su cuerpo estaba tonificado y sus pechos parecían inexistentes.
—¿Qué hay con eso? —estaba exasperada, le molestaba tener que resolver la vida de los demás, había cumplido ya su misión su enemigo estaba muerto y casi le cuesta la vida obtener su venganza, pero le debía a Donato lo que era, no podía hacer caso omiso de su llamada.
—Me temo que será difícil ponerme de acuerdo con tu chica —soltó molesto ante el tono de la mujer, a quien ni siquiera conocía su rostro, seguía con el casco de motero sobre su cabeza.
—Pediste a mi mejor hombre Ferrara, te lo estoy dando, si no necesitas de su servicio puedes retirarte, no estás obligado a aceptar, pero te recuerdo que Ángel, fue la asesina de Fernández, prácticamente le debes un favor—abrió los ojos tratando de disimular su asombro, sabía que Fernández, había sido asesinado cruelmente y que su asesino había desaparecido, nunca se imaginó ni por un segundo que la mujer frente a él fuera la autora intelectual de dicho crimen.
—No puedes hablar enserio, ¿esta mujer es el famoso Ángel oscuro? — La risa de la chica le molesto, preguntándose que había dicho que resultara gracioso, era el líder de la mafia y esta mujer lo trataba como si fuera cualquiera.
—¿Sabes de quién, te estas riendo?— se levantó en toda su altura, amenazante
—Por supuesto, Leonardo Ferrara, heredero de la Cosa Nostra en el país, considerado incapaz de ser el cabecilla, tus enemigos piden tu cabeza y yo soy tu mejor arma – se apartó del hombre antes de dirigirse a su jefe
—Si acepta, mis términos házmelo saber quiero darme un baño, estoy sucia —salió sin decir nada más, sabía que Ferrara, aceptaría si o si, la necesitaba para resolver sus problemas y ella misma lo necesitaba para dejar el mundo oscuro sería el último trabajo que haría para Donato, su deuda estaría saldada.
Esa mujer era una demente, hablarle así sin miedo a las consecuencias, podía dar la orden de desaparecerla en un abrir y cerrar de ojos, pero ni siquiera conocía su rostro, el maldito casco en su cabeza le había impedido saber de quien se trataba, quizá su rostro estaba desfigurado o era terriblemente fea, resoplo el físico era lo que menos le interesaba, era ella y su maldita manera de hablarle, como si fueran iguales.
—¿Todo bien señor? —Demetrio, el único hombre en quien podía confiar desde que tomó las riendas del negocio, hombre de confianza de su padre y suyo, no daría un paso fuera de su casas, si no era en compañía de este hombre, no es que fuera cobarde, pero su enemigo no tenía rostro, podían ser incluso sus propios hombres o algún otro personaje dentro de la organización insatisfecho con su puesto.
—Todo bien, no te preocupes, pasaremos la noche aquí, aún tengo que ponerme de acuerdo con Donato sobre el pago —la idea no le resultaba agradable, hubiera preferido pagar un hotel, pero no tenía otra opción, había buscado al jefe de jefes de una banda dedicada al sicariato, así que su perfil debía ser bajo, registrarse en un Hotel de lujo en la zona, sería mostrarles una bandera a sus enemigos.
—Dormiré en la sala — el chalet tenía una sola habitación, era parecido al de su Finca en las afueras de la Libertad en Petén.
—Descansa Demetrio. —Entró a la habitación, encendí el móvil.
—“Te echo de menos” —sonrió al ver el mensaje de su esposa, Renata, era el ancla de su vida en el mundo en el que vivía, esperaba un día poder cumplir su deseo y terminar con los negocios ilegales, para vivir tranquilos, lo deseaba tanto, nunca le había mentido con respecto a su herencia italiana, ni a los negocios a los que su familia se dedicaba, aunque lo acepto no compartía su forma de vida, ella era escritora, sus obras siempre estaban en el top 1 de ventas, su editorial estaba feliz con su contratación, era el dinero del que ella disfrutaba, se negaba a utilizar el dinero que él podía darle.
—“No sabes cuánto te extraño, te amo Renata”—tecleó rápidamente el mensaje, serian alrededor de las cuatro de la mañana en España, donde se encontraba promocionando su nuevo libro. Lamentaba no poder estar a su lado, pero no quería convertirla en un objetivo su matrimonio eran tan secreto como podía serlo o eso era lo que él creía.
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La figura de negro camino, sigilosamente por el pasillo pequeño hasta, abrir las puertas de cristal que separaban la habitación principal del jardín, sonrió mientras la cerradura cedía ante su maniobra. El cuerpo en la cama llamo su atención, su pecho estaba desnudo las sabanas solo cubrían su medio cuerpo había bajo, se detuvo por un momento para observar a su presa, difícilmente conseguiría salir vivo, moriría sin saber quién fue su atacante.
—Para ser uno de los capos más importantes de la organización, tu circulo de seguridad apesta —murmuro acercándose lo suficiente para que el aliento caliente de su respiración golpeara su mejilla pasando el pasamontaña que llevaba para cubrir su rostro.
—Yo que tú, no estaría tan seguro —la pistola nueve milímetros estaba pegada su costado.
—No tendrías oportunidad Ferrara, no ha sido mi intención matarte esta noche, solo quería asegurarme que tu hombre, fuera capaz de cuidarte las espaldas —se irguió sin temor, no le dispararía
—¿Estás segura? —se irguió en toda su altura, con la pequeña nueve milímetros apuntando hacia ella.
—Quizá sólo buscaba un poco de diversión —se acercó, peligrosamente hacia el hombre semi desnudo.
—Buenas noches Leonardo —susurro en el oído del capo, salió tan rápido como llegó, pero él no fue capaz de conciliar el sueño, busco una playera para ponerse y sin despertar a Demetrio salió por la misma puerta por la que Ángel se había marchado.
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—Todo lo que tengo, es tuyo Ángel, lo sabes ¿verdad? —las voces atrajeron su atención, había salido tras la mujer, se había perdido en algún momento, decidió volver, pero imagino que su camino había sido errado al terminar en las puertas de una piscina privada en algún lado de la casa.
—No tienes que darme nada, Donato, todo lo que soy es gracias a ti, cuando termine la última misión que me has encomendado sabes que me iré —el cuerpo de la mujer estaba totalmente sumergido en el agua, su cabellera negra como la noche caía como cascada sobre su fina y estrecha espalda, mientras Donato, acaricia su columna vertebral.
—No tienes por qué irte Ángel, mi casa es tu casa, mi fortuna es tuya, eres mi única heredera, la mujer por la que respiro —su boca beso el cuello de la chica, mientras apartaba un poco el cabello mojado, Leonardo no podía apartar la mirada de esa escena Donato Quintero, era un hombre de cuarenta y cinco años, desconocía la edad de la mujer a su lado, pero podía jugar por el tono de su voz que no era mayor de veinticinco.
—Siempre tan amable Donato —sus labios besaron los del hombre mayor, mientras las manos de él, se posaron en la parte baja de su espalda, casi gimió cuando la chica salió del agua con ayuda de su amante, su cuerpo era perfecto, el sueño de todo hombre.
—Eres perfecta —susurró mientras su labios besaron la dulce boca, podía decir que estaba enamorado, había cuidado de Ángel, desde que era prácticamente una niña. La había convertido en la peligrosa asesina que era, nunca estaría listo para dejarla ir, la retendría a su lado así fuera lo último que hiciera, sólo él podía ser su dueño, mordió el labio inferior de la chica cuando ella movió su caderas rozando su dura erección.
—Hazme tuya y deja de hablar —ordenó, adoraba su rudeza, sobre todo la necesidad que podía despertar en un cuerpo joven. Sus labios recorrieron su esbelto cuello, mientras ella abría las piernas para recibirlo.
—¡Ah! —gimió cuando Donato, penetro su concha mojada, su miembro era grande y grueso, adoraba sentir la dureza del hombre en su interior, perdía completamente el control de su cuerpo cuando estaba con él, era su debilidad. No era amor lo que sentía, pero la pasión que existía entre ellos era arrasadora, cuando encontrara quien pudiera saciarla de esta misma manera, estaba segura que no dudaría en macharse y entregarse al placer en los brazos de otro hombre, no sería la primera vez que lo intentará, pero siempre volvía a Donato por su dosis de placer cuando no encontraba fuera lo que buscaba.
Los gemidos inundaron el lugar, Leonardo, no pudo apartar la mirada de aquella escena, su propio miembro reacciono a la estimulación visual del que era testigo, las largas piernas blancas de la mujer enroscándose en la cintura de Donato, mientras él entraba y salía de ella, hasta correrse con un sonoro y masculino gemido. Avergonzado abandono la estancia antes de verse descubierto, había visto más de lo que había escuchado, estaba seguro que no olvidaría ese magnífico cuerpo en mucho tiempo.
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Bajo a paso lento cada una de los peldaños antes de caminar hacía el comedor, podía escuchar la voz de Donato y su invitado, respiro profundo antes de acercarse, su rostro no estaba oculto, no había más razones, no cuando le había sido informado que la parte de su dinero, estaba depositado en su cuenta personal, después de esto sería libre…
—Donato —saludo, dejando un beso sobre la mejilla del mayor, se paró a su lado antes de ser oficialmente presentad.
—Ferrara, te presento a Ángel —la pelinegra sonrió, mientras observo el cuerpo de su nuevo jefe tensarse. Poniéndose de pie para poder quedar frente a frente con la mujer que había tenido la osadía de penetrar la seguridad de su habitación y que después…
—Que puedo decir, lo sabes todo de mí, por lo tanto debes saber también cuál es el motivo de tu contratación —no quería verla, porque la imagen de sus piernas largas y esbeltas enroscada en la cintura de Donato llegaron a su mente, no había imaginado que aquella mujer y Ángel fueran la misma persona.
—Estoy lista, podemos marcharnos cuando quieras, Donato —se disculpó dejó un último beso en los labios del hombre antes de salir. No tenía estomago para comer un sólo bocado cuando tenía una muerte que planificar.
—Demasiado ruda —Donato, sonrió.
—Mi mejor hombre estará a tus servicios Ferrara, su misión es matar a tu enemigo, la tuya es asegurarte de regresarla con vida —Pudo sentir la amenaza clara del hombre, entendía las razones, Ángel no era solamente su mejor hombre en el campo, sino la mujer que amaba.
—Estoy pagando muy caro tus servicios Donato, supongo que sabe cómo mantenerse viva —no iba a comprar la responsabilidad sobre la mujer, él estaba pagando y en su mundo todo podía suceder, todo…
—¿Estás Lista? — preguntó tan rápido como la miro subirse a la moto de color negro, su característico traje de látex pegado a su cuerpo como una segunda piel, negó ante las imagines, maldijo por su falta de control.—Nací lista Ferrara. Indícame el camino —encendió el motor, mientras él entraba en el asiento trasero del auto. Pensando en lo arriesgado que debió ser llegar a Donato, con un sólo hombre como seguridad.¿Era tonto o realmente deseaba que sus días como líder terminaran pronto? Negando se colocó el casco, tenía un camino largo que recorrer, una última misión que cumplir, si moría estaría bien, puede que lo mereciera, pero si lograba salir victoriosa, quería una nueva vida, tan lejos de la mafia como se podría estar.Ángel no p
—¿Todo bien? —la voz de Donato se escuchó al otro lado de la línea, sabía que era imposible estar alejada más de dos días sin comunicación afortunadamente su comunicación no sería detectada estaba utilizando un Nokia 8210. Sin conexión a internet, ni ninguna aplicación que pudiera delatar su ubicación.—Todo bien Donato. ¿Cómo estás? —era cordialidad aunque el interpretara su preocupación en términos de interés romántico—Todo bien cariño, echándote de menos, esperando ansioso que vuelvas por tu dosis —ella sonrió como siempre una mueca de lo que debía ser una bella sonrisa—Me temó que mi dosis deberá esperar, Jaramillo no es un pez fácil de pescar Donato y no puedo equivocarme, no cuando es mi boleto a la libertad —el silencio se hizo
Lanzó su equipo sobre el largo sofá de color negro que formaba parte de la pequeña sala, abrió la manga de su blusa de un sólo tirón.—Déjame ayudarte —Leonardo había visto el enfado en sus ojos al acusarla de traición.—¿No temes que termine con tu vida aquí y ahora? —ni siquiera se giró para verlo, se quitó la blusa bajo la atenta mirada de Leonardo quien no aparto los ojos de su esbelta y nívea espalda—¿Lo harías? —camino como embrujado hacía ella, la yemas de sus dedos rozaron la cremosa piel, causando un escalofrió en su propio cuerpo—¿Qué haces? —la voz gélida de Ángel logró sacarlo de su trance—Lo siento —movió la cabeza de un lado a otro, maldijo entre sus dientes antes de ir por el botiquín era la se
—¿A dónde fuiste anoche? —Leonardo preguntó con seriedad.—Ten algo en claro Ferrara, no trabajo para ti las veinticuatro horas del día, tengo asuntos que tiene que ver nada o todo contigo —Ángel había estado tratando de rastrear el número que había conseguido hasta ahora sin éxito.—Escúchame bien Ángel. En el preciso momento que transferí una cantidad desorbitante de dinero a Quintero tú —su dedo se pegó al pecho de Ángel—trabajas y rinde cuentas da cada paso que des dentro y fuera de esta Finca—Te dije en un principio que podía largarme y devolver tu dinero —apretó los dientes cuando Leonardo acercó su mano contra su fino cuello—Puedes hacerlo. Lárgate Ángel ¿qué esperas?—¿Crees que no lo haré? —respondi&oa
—Ángel —La hermosa castaña pestaño dibujando una dulce sonrisa en sus labios. Podría ser una actriz consumada cuando quería.—Casandra Lowell, señor Ferrara —sonrió. Esta noche no era Ángel la asesina, está noche sería Casandra una rica heredera americana y esposa de un hombre importante.—Casandra —Leonardo le extendió la mano para ayudarla a salir del auto estaba jodidamente tentado a meterla al auto y hacerle el amor allí mismo. Sonrió para que ella no adivinara sus planes. Está noche todo podía terminar…Ángel camino del brazo del prestigioso empresario no del Capo. Manejaba un perfil bajo en comparación con su padre. Pero estaba segura que más de uno de los presentes sabía a los negocios que se dedicaba en realidad. Sonrió mientras saludaban a los conocidos de Leonardo, m
—Me dirás lo que está ocurriendo y lo que escondes —Renata bajó a la sala después de cuatro días de encierro. Una actitud que hasta ahora no había imaginado de su esposo.—Sufrimos un ataque, estuviste allí ¿Aun quieres saber? —Leonardo llevaba días sin dormir; los mismos días que Ángel llevaba sin despertar.—Lo sé Leonardo pero tu actitud es muy diferente ¿Has cambiado de opinión? ¿No dejarás el negocio como lo habías prometido? —cuestiono furiosa. Había sido comprensiva todos estos años esperando por algo que probablemente no llegaría.—Soy el líder ¿Crees que es tan fácil? Más de un miembro quiere mi cabeza Renata. Puedo dejarlo y largarme pero estaré corriendo el riesgo de ser atacado en cualquier rincón del mundo. Mientras viva se
—Maldito sea tu afán y tu honor —espetó molesto Donato.—Vivó para esto Donato. Si no eres capaz de entenderlo tendrás que aprender. Terminare mi misión con Ferrara y entonces me largaré —se giró sobre pies, apretó los puños para evitar gemir de dolor ante su brusca acción.—Has escuchado. Ahora vete de mi propiedad Donato he sido considerado por el trato que teníamos pero has sido tu quien le ha dado por terminado me entenderé únicamente con Ángel a partir de ahora —caminó de regreso al Chalet. Estaba rodeado por sus hombres, Donato no atacaría—¿Eres consciente que acabar de convertirte en su objetivo? —Ángel preguntó, mientras se sentaba en el sofá. Se sentía oxidada por falta de movimiento.—Teníamos un trato, no puedo entender por qué me c
—¿Que harás? —Leonardo la arrastró a los servicios había visto a Jairo tocarle el trasero y algo dentro de él ardió con furia.—Iré a su encuentro necesito saber cuánto han avanzado sus planes junto a Jaramillo —Leonardo estaba tan cerca de ella que podía sentir el calor de su cuerpo a través de la ropa.—¿Vas a seducirlo? —preguntó mientras sus manos se aferraron de manera posesiva sobre su cintura.—Voy a emborracharlo —sonrió la idea de Leonardo celoso era maravillosa. Negó, no era eso lo que necesitaba en su vida mucho menos ahora.—¿Enserio? —preguntó tentado a tomarla entre sus brazos y enterrarse en ella allí mismo.—Eres libre de creer o no Leo… —no pudo continuar porque los labios de Leonardo se aferraron a los suyos de manera salvaje y no pudo