Lucía Cárdenas, Leonardo se pasó una mano sobre su cabello, no podían ser tan parecidas y distintas a la vez.
—¿Desde cuándo la conoces? —Apartó la vista del ventanal, había observado a “Lucía” jugar con el niño que lo acompañaba, era imposible que fueran personas diferentes eran idénticas y sus gestos, no podía ser una mera casualidad.
—¿A Lucía? —Alonso preguntó, no sabía exactamente cuál era el tema de conversación, habían estado hablando sobre ejemplares y ahora él preguntaba algo totalmente fuera del tema.
—Sí
—La conocí hace poco más de un año, tenía una pequeña casa en venta y ella pareció interesada, después de algunas reuniones ella se quedó con la casa y yo con ella —sonrió
—¿Tu esposa? —preguntó con un nudo en la garganta, si Lucía y Ángel, eran la misma persona de cualquier manera la había perdido.
—No, pero es lo que más deseo, convertirla en mi esposa es un reto, ella no cree mucho en el matrimonio y el amor —sonrió, mien
Leonardo permaneció en su auto el resto de la noche, el temor de que Ángel tomará al niño y se fuera lejos de nuevo, le llenaba de terror, no estaba listo para perderla de nuevo. Había pasado cinco años con la duda en su corazón de si vivía o no. Cinco largos años de culpas, cinco años pensando en ella…⧓⧓⧓⧓Lucía, observó la camioneta de Leonardo estacionado en las afueras de su casa, suspiró, había imaginado que no se marcharía fácilmente ¿Qué podía hacer? Había admito ser Ángel la noche anterior, de nada serviría negarlo a un hombre que… la conocía perfectamente bien. Abrió la puerta y salió decidida a echarlo de una u otra manera.—¡Despierta! —golpeó el capó del auto, afortunadamente había llevado a Luciano a donde la vecina a cinco
Lucia empezó a arrepentirse de haber aceptado la propuesta de Alonso. Cuando sus ojos se fijaron en la figura de Leonardo, parado cerca de los corrales, donde los ejemplares estaban siendo encaminados. Otra figura llamó su atención. Aunque no era la misma del pasado, estaba segura que se trataba del mismo hombre ¿Había sobrevivido? O solo era alguien que se parecía físicamente. Se dijo que no era su maldito problema, todo lo que referente a Leonardo Ferrara y su gente debía quedar en el pasado muerto y enterrado.⧓⧓—¿Esa mujer? —Demetrio la había observado en la distancia—Es Ángel, ahora Lucia Cárdenas, la novia de Alonso—¿Lo dices así sin más? —preguntó sorprendido—Tengo que ponerte al día en muchas cosas Demetrio, pero no ahora, ni hoy, solo evita llamarla Ángel, al parecer est
—Esta es una maldita, mala idea —Ángel gruño, cuando Leonardo rompió la manga de su camisa a cuadro, la bala había rozado su brazo, otra cicatriz más para sumar.—Calla Ángel, Luciano duerme —ya no luchó para que la llamará Lucia, Leonardo era un caso perdido.—Te advierto, no me llames Ángel delante del niño —dijo con seriedad.—Te lo prometo —aseguró. Limpio la herida hasta ponerle un pequeño parche—¿Estas segura que son hombres de Donato? —había discutido con Alonso y bien podría pensar que el capo era responsable del ataque.—No lo sé, pero no quiero arriesgar a mi hijo, no puedo volver —dijo sería, su mente estaba trabajando rápido, necesitaba pensar y alejarse de Leonardo de nuevo. Su corazón estaba latiendo fuerte y desboc
—¿Volverás a la finca? —Ángel se acomodó mejor entre los brazos de Leonardo.—¿Volverás conmigo? —preguntó mientras jugaba con sus cabellos sueltos.—Renata está allí, no me estaría cómoda en su presencia y tu hija también está en la finca —se había olvidado completamente de la hija de Leonardo ¿Qué pasaría ahora?—Renata solo es la madre de mi hija Ángel, nunca más estuvimos juntos como pareja. Su traición no podré olvidarla jamás.—¿No tienes miedo que un día te haga lo mismo?—¿Tu? —asintió—No, te conozco Ángel y tienes honor, sé que jamás vas a traicionarme —aseguró besando su hombro desnudo.—¿No temes equivocarte? —insisti&oac
La escena frente a ellos, no era desconocida, era lo que siempre había sido. Hombre muertos, llamas, disparos. Habían llegado tarde Donato Quintero había tomado la Finca.—¡Ve por tu hija!—Ángel gritó, mientras colocaba dos pistolas en la parte trasera de su pantalón, amarraba el porta armas a su pierna derecha y cargaba municiones hoy Quintero tenía que morir sí o sí.—No quiero dejarte —Leonardo se sentía dividido nuevamente, dejar sola a Ángel podía significar perderla.—Vete, te prometo mantenerme viva hasta que vuelvas —sonrió.—Asegúrate de cumplir tu promesa Ángel —le dio un beso húmedo antes de salir en dirección del granero donde había un pasadizo que lo llevaría hasta las habitaciones de la casa grande.⧓⧓Ángel lo miró partir, con el
—Tan malditamente segura como siempre Ángel —sonrió, no podía haber sorpresas, conocía muy bien su estilo de combate en el cuerpo a cuerpo, sus estrategias, era una asesina bien formada, pero había sido él su mentor.—Si no tienes miedo, deja ir a la niña y ven por mí —lo retó, conocía muy bien las fortalezas como debilidades de Donato, pero era cinco años más viejo y una pierna casi inútil de la cual parecía haberse olvidado.El silencio que siguió al desafío de Ángel, fue roto con el sonido de un disparo que cortó el aire...Ángel, estaba lo suficiente cerca como para hacerse con la niña, rodó sobre su vientre, hasta cubrir a la niña
Ocho días exactos, se había demorado Marcos en tener listo los pasaportes, para poder abandonar el país a la brevedad y desde entonces no habían tenido noticia alguna de él.Ángel, rogaba en su interior que su hermano no fuera descubierto, sabía que la pena por traición sería la muerte y no lo deseaba para él. Existía la posibilidad que nunca más se volvieran a ver pero saberlo vivo en algún rincón de Guatemala sería un consuelo para su desgarrado corazón.—¿Todo bien? —la voz de Leonardo, le hizo limpiar sus lágrimas, las cuales no sabía siquiera que había derramado.—Sí, tomo bien —sonrió al sentir los brazos de Leonardo enrocarse desde atrás a su cintura. Podían disfrutar momentáneamente de esta felicidad, pues no sab&iacu
Epílogo Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y que resisten la tentación de decirlo. (James Russell Lowell) —¡Mamá, mamá! —Silvio corría tan rápido como sus pequeños pies se lo permitían, tenía cuatro años de edad y era junto a la pequeña Olivia el tesoro de sus hermanos mayores. Leonor y Luciano, corrían para darle alcance, sin mucho esmero, dejando que el pequeño Silvio encontrará refugio en los brazos protectores de su madre y se proclamará campeón. —Con cuidado pequeño, ven aquí —Lucia se hizo con el niño para subirlo sobre sus rodillas, limpio sus mejillas, besó la frente de su hijo antes de mirar con una sonrisa a sus hijos mayores. —Leonor, Lucian