CAPITULO 25

La escena frente a ellos, no era desconocida, era lo que siempre había sido. Hombre muertos, llamas, disparos. Habían llegado tarde Donato Quintero había tomado la Finca.

—¡Ve por tu hija!—Ángel gritó, mientras colocaba dos pistolas en la parte trasera de su pantalón, amarraba el porta armas a su pierna derecha y cargaba municiones hoy Quintero tenía que morir sí o sí.

—No quiero dejarte —Leonardo se sentía dividido nuevamente, dejar sola a Ángel podía significar perderla.

—Vete, te prometo mantenerme viva hasta que vuelvas —sonrió.

—Asegúrate de cumplir tu promesa Ángel —le dio un beso húmedo antes de salir en dirección del granero donde había un pasadizo que lo llevaría hasta las habitaciones de la casa grande.

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Ángel lo miró partir, con el

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