Ángel, se movió con pasión sobre el regazo de Leonardo ¿Qué tenía este hombre que le hacía perder los sentido? No lo sabía y estaba segura que en este preciso momento poco le importaba.
Gimió alto y duro cuando su amante se enterró con fuerza en su dulce cavidad, echó la cabeza atrás entregándose al placer de la carne y al deseo oculto en su corazón. Desde algún lugar profundo que deseaba salir a la superficie. Una sensación que atravesaba su cuerpo amenazando con romperla en dos.
—¡Ángel! —Leonardo casi gritó el nombre de su amante cuando ella se movió con mucha más intensidad sobre su duro miembro. Se aferró a su cintura impulsando sus caderas en movimientos certeros podía sentir como el interior de ella se tensaba a su alrededor abrazándolo en su calor.
Leonardo invirti&o
—Señor —Ángel entró al comedor a donde fue requerida por Leonardo, no esperaba encontrarse con Renata sentada a su lado acariciando su bonito y redondo vientre. —Ángel —¿Qué hacía Ángel ahí? —Cariño, olvide decirte que invite a Ángel a comer con nosotros ¿No te molesta verdad? —su sonrisa se anchó al ver el rostro de su marido —Por supuesto que no —Leonardo hizo caso omiso de la tensión que irradiaba el cuerpo de Ángel. Podía sentir su disgusto ante la mentira de Renata. —Lo lamento señora Ferrara, pero he desayuno muy temprano, además de que no suelo hacer amigos cuando trabajo —su voz era fría tanto que Leonardo pudo sentir el frió en su corazón. Ángel se parecía mucho más a la mujer que había conocido el primer día en casa de Donato. Fría e inaccesible. —Por favor Ángel los tres sabemos que has estado en la cama de mi marido un desayuno no te hará daño ¿verdad? —Leonardo se tensó ante la provocación de Renata. —¡Renata! —inter
La desesperación por primera vez se hizo presente en el cuerpo de Ángel, no había sentido tanta impotencia y tanto miedo desde que era una niña perdida e indefensa. Una niña a la que podían torturar psicológicamente. La niña que su padre gritaba y maltrataba junto a sus hermanos. Si al menos uno hubiese sobrevivido ella lo habría buscado hasta debajo de las piedras. Pero no, estaba sola y moriría sola. —Me preguntó ¿Qué tanto piensas? —Jaramillo sonrió. Podía ver como la piel de Ángel cambiaba de color, estaba rojiza casi febril debido a la droga en sus sistema. —Vete al diablo —gruño con los dientes apretados. Sabía que el hombre disfrutaba con la visión de su desnudez sobre la cama. El muy perro le había quitado prenda a prenda, casi torturándola en el proceso. —Podría decir que vivo en él y que tú eres el pedacito de cielo que deseo probar —sonrió de nuevo acercándose hacia el cuerpo de Ángel. —¡No me toques! —gritó cuando la mano del hombre se des
La impotencia corría por las venas de Leonardo al ver el estado en el que Ángel se encontraba. Su cuerpo parecía sufrir los efecto de lo que fuera que Máximo le había administrado. Su frente estaba perlada por el sudor y el esfuerzo que hacía para mantener el control de sus necesidades. Habían logrado salir del territorio de Donato gracias a las indicaciones de Ángel antes de desmallarse. Leonardo había sido consciente de que no llegarían lejos, sus hombres habían escapado por rumbos diferentes y el estado de Ángel le había preocupado de sobremanera. Rentar una habitación en un hotel de mala muerte era su única opción.—Vete —pidió, sus dientes estaban apretados. No deseaba que Leonardo presenciara su pérdida de control, estaba por rogarle que la despojara de toda prenda y le hiciera suya para calmar la necesidad nacida de sus entrañ
—¿Todo bien? —Renata había estado ansiosa por la reunión de Leonardo y Smith, había visitado el baño más de una vez debido a las náuseas que los nervios le causaban.—¿Por qué Renata? ¿Por qué de todos tenías que ser tu quien me traicionara? —El rostro de Leonardo era tan frío que parecía haber sido esculpido en piedra.—Tenía que hacerlo —se alejó dos pasos de su marido.— Tenía que pensar en mi hijo Leonardo, no quiero esta vida para él, no quiero a un grupo de socios pidiendo su cabeza cuando tú no estés, ni sicarios buscando terminar con su vida por un precio miserable —sollozó—No tenías derecho a negociar tu seguridad por ella —los ojos de Renata brillaron con furia.—¿Es ella más importante que tu hijo? —pregunt&o
—Ángel —se detuvo al escuchar la voz de Leonardo.—Señor Ferrara —su voz sonó fría—¿Estás molesta? —preguntó. Sabía que era así, se había marchado y no había sido capaz de decirle personalmente que estaría a cargo.—En lo absoluto señor, ¿Puedo ayudarle en algo? —Leonardo arrugó la frente ante el tono empleado por ella.—Necesitamos hablar —se acercó un paso, el mismo que ella se alejó.—Me parece que si no es de trabajo, no tenemos nada que hablar señor —apretó su puño, Ángel podía ser irritable cuando se lo proponía.—Me reuniré mañana por la noche con los cabecillas que aún están conmigo —ella esperó—¿Hay algo en especial que necesite? &mdash
Ángel tenía la sensación de que algo iba mal con Leonardo, su cuerpo parecía tenso y se había distanciado de ella. El plan estaba siendo armado por el hombre presente. Fue excluida con premeditación aun así sólo tenía que esperar ¿Por qué? Podía marcharse, ella ya no tenía dueño, había roto con Donato toda relación, aunque él insistiera en traerla de vuelta, Jaramillo debía ser un tema terminado, había sido Leonardo quien fallará al intentar asesinarlo. “Te enamoraste” gritó su conciencia ¿podía negarlo? Necesitaba hacerlo. Bastaba ver la preocupación por su esposa e hijo para saber que ella sólo había sido una más en su cama.⧓⧓⧓⧓—¿Qué har&aa
Leonardo Ferrara, único heredero del imperio del narcotráfico, un hombre que lo tenía todo: dinero, prestigio y una hermosa esposa a quien no conocía realmente.—Escúchame por favor —Renata pidió desesperada—Me has mentido, me has vendido, me has traicionado, no tengo nada que escuchar de ti Renata Jaramillo —cerró los ojos, había pasado una semana desde aquel fatídico día, una semana desde que perdió a Ángel para siempre. Ella estaba muerta y él era su asesino. La había traicionado, entregándola a Máximo para rescatar a una traidora como Renata.—Me obligaste a hacer cada maldita cosa que hice, me prometiste dejar todo esto atrás, nunca me cumpliste —gritó enojada por la actitud de su marido—Me viste la cara de estúpido por mucho tiempo Renata no más —dijo girá
Los disparos salieron de la nada, había sido tomado de sorpresa y se maldecía por su descuido.—¡Leonardo! —Renata gritó desde un rincón de la biblioteca, estaba agachada para evitar ser alcanzada por las balas.—Corre hacia la habitación, sabes lo que tienes que hacer allí —gritó mientras disparaba en respuesta, estaba seguro que le superaban en hombres, no sabía quién era el responsable de orquestar este ataque y no tenía tiempo de averiguarlo tampoco, sus relaciones habían quedado dañadas y su imperio estaba sobreviviendo prácticamente sólo.—¡Ferrara! ¡Sal y da la maldita cara! —la voz inconfundible de Donato Quintero, se hizo escuchar desde el jardín.—¡Sal si eres hombre! —sabía el motivo por que Donato estaba aquí Ángel, la hermosa Ángel, cerr&oac